Embajador Valero resalta carácter humanista de Simón Bolívar y su visión sobre la libertad de expresión

Jorge Valero

Jorge Valero

Credito: VTV

24 de julio de 2007.- Durante una sesión protocolar especial para conmemorar el natalicio del Libertador Simón Bolívar, Jorge Valero, embajador de Venezuela ante la Organización de Estados Americanos (OEA), resaltó hoy el carácter humanista de Bolívar y su defensa de los Derechos Humanos.

"El Libertador Simón Bolívar estuvo dotado de una claridad conceptual y de una visión política trascendentales en materia de derechos humanos. Sus ideas coinciden integralmente con los principios reconocidos universalmente hoy, como derechos fundamentales del ser humano," dijo Valero.

Valero igualmente resaltó la trascendental visión de Bolívar sobre la libertad de expresión y opinión. "Ya en su tiempo destacaba la responsabilidad ética que debe guiar a quienes manejan los medios de comunicación social, tal como ahora lo establece la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José), del 22 de noviembre de 1969," agregó el embajador.

A continuación el discurso completo:

DISCURSO DEL EMBAJADOR JORGE VALERO,
VICEMINISTRO PARA AMÉRICA DEL NORTE Y ASUNTOS MULTILATERALES Y REPRESENTANTE PERMANENTE DE LA
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA ANTE LA OEA

Sesión Extraordinaria del Consejo Permanente para conmemorar el Natalicio de El Libertador Simón Bolívar


Washington D.C., 24 de julio de 2007

Este onomástico del nacimiento de Simón Bolívar, El Libertador, héroe solar nacido en el trópico, bajo la sombra tutelar del Ávila; cuna agitada por la suave brisa de los samanes aragueños, nos invita a reflexionar sobre su papel en la historia de hoy. Su mensaje está labrado en palabras de mármol: amor a la Patria grande, unificar en un solo haz a los pueblos de América Latina y el Caribe.

Más allá del culto ritual a su memoria, que ha prevalecido tantos años, oscureciendo la vigencia de su pensamiento, Bolívar y la legión de pensadores, filósofos, militares y combatientes que consagraron sus vidas a la lucha independentista, expresaron la realidad de un mundo que nacía del mestizaje étnico y cultural.

La América extendida de sur a norte de la esfera terrestre había cultivado su tierra, adorado la serenidad de sus noches contemplando la vía láctea, punto de nacimiento de los ríos que fertilizaban valles y montañas en la mitología Quechua, Caribe, Timotocuica, o descifraba la ruta del sol en los calendarios mayas. Zumárraga, un inquisidor apostólico, acusaba al noble indio de Culhuacan de “ocultamiento de ídolos” y narraba como algunos señores “entregados a la defensa de México, contra los españoles, conocieron su fin en un espejo adivinatorio”.

Hasta el siglo XV, América había comulgado con su propia historia. A partir de entonces pasó a ser tierra de todos: mercaderes y santos, enloquecidos buscadores del mítico Dorado y ascetas franciscanos que aspiraban recrear los tiempos de los primeros cristianos en sus tierras vírgenes, propicios a la avarienta búsqueda de la edad de oro, del amor y la justicia. Tierra donde, a decir de un cronista de indias, “polvorizarse con oro es cosa peregrina”.

II

El 24 de julio de 1783, un día como hoy, nace en Caracas El Libertador de América, bautizado con el nombre de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Su vida transcurre en el lapso histórico del período de la independencia. Y siendo él, el más descollante protagonista, es inevitable que al historiar su vida y el prodigio de su existencia, estemos refiriéndonos a la historia misma de América.

Como toda obra humana, la de Bolívar, San Martín, Artigas, Sucre, O´Higgings y tantos otros próceres de la libertad, es imperfecta. Marcaron en su momento el nacimiento y el ocaso de un tiempo histórico de nuestro continente. Su legado es imperecedero. Y en un eterno ciclo vital, renacen con el alba nuevas semillas cuando se expanden sus raíces libertarias, y se arraigan la fe en la libertad, la igualdad, la justicia y la existencia soberana de nuestras naciones.

Cuando decimos que aún no hemos alcanzado el sueño de nuestros libertadores, nos tiende a invadir el desánimo. Pero la fe en el futuro nos convoca. Los sueños son prefiguraciones de un mundo posible y real.

En nuestro tiempo las utopías pueden convertirse en realidad. Miremos nuestro legado histórico con el prisma poético de Antonio Machado, quien nos impulsa, con la avidez creadora de la vida, a seguir conquistando libertades:
“Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar”.
Nuestro Continente vive hoy entre el vivificante influjo de la reflexión y la azarosa constelación creadora de la revolución humana. Avanza conquistando mayores espacios de libertad, justicia e igualdad, inspirado en los predicamentos Bolivarianos.

Pablo Neruda profetiza que Bolívar “despierta cada cien años cuando despierta el pueblo”. Rodo lo dibuja como “grande en el pensamiento y en la acción”. Y Unamuno clama que sin Bolívar “la humanidad hubiera quedado incompleta”. Bolívar inspira a los revolucionarios de hoy la certeza del destino de la nación de naciones que constituimos, para bien de la humanidad y de la bienaventuranza de todas las criaturas talladas por Dios.

III

Desde muy temprano habían llegado a Venezuela las ideas de la Ilustración. Entre las publicaciones pioneras de la conspiración de Gual y España, se encuentran una traducción francesa de la “Declaración de los derechos del hombre”, en su versión más radical de 1793. Miranda fue quien propagó, por todo el norte de Sudamérica, la revolucionaria Carta a los españoles americanos de Viscardo. Antes de 1810 ya circulaba en Venezuela una traducción del Contrato Social de Rousseau, probablemente realizada por José María Vargas, y se conocía también la Historia de América de William Robertson.

En su despertar político Bolívar atesoró los aportes de la Ilustración y estaba familiarizado con las teorías de los derechos naturales y el contrato social.

Sin embargo, según afirma el académico británico John Lynch, mi profesor en la Universidad de Londres: “Bolívar no era un esclavo de los ejemplos de Francia y Norteamérica. Su revolución fue única, y, al desarrollar sus ideas y políticas, no se preocupó por imitar los modelos del mundo occidental, sino por responder a las necesidades de su propia América”.

Los conceptos de jerarquía, costumbre y sumisión comenzaban a declinar para que se abrieran paso los de libertad, igualdad y el reconocimiento de las virtudes personales. Para el Libertador Simón Bolívar “la libertad tiene que ajustarse a la historia y a las tradiciones de los pueblos”.

Bolívar, a la sazón de 37 años de edad, afirma en carta dirigida al Comandante Don Francisco Doña, en el Cuartel General de Turbaco, el 27 de agosto de 1820:
“el hombre de honor no tiene más patria
que aquella en que se protegen los derechos
de los ciudadanos y se respeta el carácter
sagrado de la humanidad: la nuestra es la
madre de todos los hombres libres y justos,
sin distinción de origen y condición”
Bolívar se adelanta a su tiempo y comienza a sentar las bases de una filosofía política que lo presentará a la posteridad como un demócrata doctrinario y un humanista convencido.

En obras cardinales como el Manifiesto de Cartagena, la Carta de Jamaica, el Discurso de Angostura y el Mensaje al Congreso de Bolivia, sin olvidar sus miles de documentos y discursos, Bolívar reitera su fe en los derechos que garanticen al hombre americano el disfrute de la libertad, la paz, la justicia, la seguridad y la igualdad.

El Libertador Simón Bolívar estuvo dotado de una claridad conceptual y de una visión política trascendentales en materia de derechos humanos. Sus ideas coinciden integralmente con los principios reconocidos universalmente hoy, como derechos fundamentales del ser humano.

Y es que estos instrumentos internacionales, en derechos políticos, civiles, económicos, sociales y culturales coinciden en un principio básico: “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derecho”.

La igualdad es la base de la doctrina social y política de El Libertador Simón Bolívar. En el Discurso de Angostura expresó:
“el principio fundamental de nuestro sistema depende inmediata y exclusivamente de la igualdad establecida y practicada en Venezuela. Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad, está sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está, que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos; pues todos deben practicar la virtud y no todos la practican; todos deben ser valerosos y todos no lo son; todos deben poseer talentos y todos no los poseen. De aquí viene la distinción efectiva que se observa entre los individuos de la sociedad libremente establecida. Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el de la igualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerza y caracteres. Las leyes corrigen estas diferencias porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social”.
El hombre, al perder la libertad, decía Homero, pierde la mitad de su espíritu. Y Bolívar expresaba: “Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas”.

Sobre la libertad de expresión, Simón Bolívar enarboló ideas que hoy en día están consagradas en la mayoría de las cartas constitucionales contemporáneas. Dijo en una oportunidad: “el derecho de expresar sus pensamientos y opiniones, de palabra, por escrito o de cualquier otro modo, es el primero y más estimable don de la naturaleza. Ni aún la ley misma podrá jamás prohibirlo, y sólo podrá señalarle justos términos haciendo responsable de sus escritos y palabras y aplicando penas proporcionadas, a los que lo ejercieron licenciosamente en perjuicio de la tranquilidad pública, de la vida, honor, estimación y propiedad de cualquier ciudadano”.

Trascendental visión la de Bolívar sobre la libertad de expresión y opinión. Ya en su tiempo destacaba la responsabilidad ética que debe guiar a quienes manejan los medios de comunicación social, tal como ahora lo establece la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José), del 22 de noviembre de 1969.

La educación, considerada como uno de los derechos humanos fundamentales, también era tema permanente de las inquietudes bolivarianas. En carta dirigida al General Daniel Florencio O’leary, el Libertador expresó: “La educación e instrucción pública son el principio más seguro de la felicidad general y la más sólida base de la libertad de los pueblos”.

Más tarde, en Bolivia, insistiría: “el primer deber del gobierno es dar educación al pueblo; la salud de una república depende de la moral que por la educación adquieren los ciudadanos en la infancia”.

Es constante, como hemos visto, el interés del Libertador por la educación considerada integralmente. Dice que “las naciones marchan hacia el término de su grandeza con el mismo paso con que camina la educación. Ellas vuelan, si ésta vuela; retrogradan, si retrograda; se precipitan y hunden en la oscuridad, si se corrompe, o absolutamente se abandona”. Sabias profecías de El Libertador.

Estos ejemplos, tomados al azar de la extensísima producción bolivariana, demuestran que El Libertador tenía una concepción avanzada de los derechos del hombre. A los tantos méritos de Bolívar como guerrero, estadista, legislador, orador y escritor, debe añadirse otro: el de promotor incansable de los derechos humanos.

El credo bolivariano continúa hoy vigente. Sus ideas son la mejor demostración de que la observancia de los derechos humanos es una búsqueda, aún no concluida, para el establecimiento de una sociedad igualitaria, libre y democrática. Y es esto, precisamente, lo que nos proponemos en Venezuela en tiempos del Socialismo del Siglo del XXI.

Venezuela aspira en este tiempo histórico cumplir la obra inconclusa de El Libertador Simón Bolívar. La Revolución Bolivariana que hoy se desarrolla en mi país, en un marco de plenas libertades democráticas y con ejercicio verdadero de los derechos humanos, asume integralmente su legado humanístico.


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