Ponencia del Embajador Jorge Valero en el marco de la VI Cumbre para la Unión Latinoamericana y Caribeña

Embajador Valero disertó sobre un nuevo Contrato Social, y el Socialismo del Siglo XXI en Cumbre para la Unión Latinoamericana y Caribeña

Jorge Valero

Jorge Valero

Credito: VTV

A continuación se presenta la ponencia del Embajador Jorge Valero en el marco de la VI Cumbre para la Unión Latinoamericana y Caribeña:

El mundo de hoy, regido por la ley del máximo beneficio para unos pocos, marcha indefectiblemente hacia un cataclismo humano y natural. El capitalismo, en particular el subdesarrollado y dependiente que prevalece en los países en desarrollo, ha agotado sus posibilidades de progreso y socava las bases de la confraternidad humana. Y el capitalismo “desarrollado”, el que impera a escala mundial provoca, con su lógica de crecimiento irracional y consumista, la destrucción de espacios naturales que afecta a las seis mil trescientos millones de personas que pueblan el planeta.

El proceso de industrialización, caracterizado por el uso irracional de los combustibles fósiles y la tala indiscriminada de bosques, ha ocasionado el aumento de los "gases de efecto invernadero".

Numerosas especies vegetales y animales no sobrevivirán en los próximos cien años. Los sectores agrícola y pesquero se verán afectados. Zonas costeras serán inundadas y algunas islas podrían desaparecer. El agua potable escaseará crecientemente. Los ecosistemas serán más vulnerables. Olas de calor, elevados índices de mortalidad, lluvias torrenciales, inundaciones y ciclones tropicales, ocasionan miles de muertos

Los cambios climáticos han dejado de ser un riesgo para convertirse en una inminente amenaza. Los pobres son las principales víctimas de estas calamidades naturales.

El fracaso histórico del capitalismo plantea hoy, por lo tanto, la construcción de un nuevo orden mundial, que detenga el Apocalipsis natural que se avecina; que responda a las acuciantes expectativas de libertad, justicia e igualdad; y convierta en realidad los derechos humanos.

El capitalismo niega la posibilidad de que estos principios, surgidos en la era preindustrial, puedan establecerse. El capitalismo suscita alienación, explotación y miseria. Y los beneficios del progreso, a resultas de la epopeya colectiva de la humanidad, son apropiados por quienes ejercen la hegemonía del poder mundial y sus derivaciones de poder subsidiario, en el mundo en desarrollo.

En el capitalismo, especialmente el subdesarrollado, los derechos políticos y civiles son disfrutados solamente por las élites que ejercen el poder. Y los derechos económicos, sociales y culturales son negados a las grandes mayorías.

Frente a estas realidades, absolutamente comprobables, el gobierno bolivariano auspicia una democracia participativa que supera las limitaciones y carencias de la democracia representativa. Asimismo, presentó a la consideración de los países de la OEA, la Carta Social de las Américas, para que se reconozcan -en los países del continente- los derechos económicos, sociales y culturales.

En los próximos meses se concluirá las negociaciones sobre este instrumento, y en Venezuela se realizará una Asamblea Extraordinaria de la OEA, para adoptarlo. Una victoria del gobierno de Hugo Chávez Frías y del Parlamento Latinoamericano que aprobó, previamente, la Carta Social del Parlamento Latinoamericano y Caribeño, que sirvió de referencia para la Carta Social de las Américas.

El debate capitalismo-socialismo está en el orden del día. Y nuestro Presidente Hugo Chávez Frías ha tenido el mérito histórico de traerlo nuevamente a la agenda mundial.

En el marco de este debate, consideramos que es necesario formular un nuevo paradigma fundado en valores y principios que ha atesorado la humanidad a lo largo del devenir histórico. Principios y valores que trascienden las formaciones histórico-sociales a lo largo del continuum civilizatorio. Hoy se requiere que ese nuevo paradigma rescate las potencialidades creadoras de la utopía. Y no se trata de construir un mundo de quimeras, como planteaban las utopías primigenias de Tomás Moro y sus continuadores, hasta los socialistas utópicos. Se trata, más bien, de diseñar una utopía posible. Se trata -como decía un clásico de la revolución- de soñar pero con los pies en la realidad.

La nueva utopía implica la edificación de un nuevo orden social que supere las miserias materiales y espirituales del capitalismo. Utopía que coadyuve a la transformación radical de la realidad inhumana, mediante un proceso revolucionario que conduzca a la forja de un nuevo Contrato Social.

El Enciclopedismo de los Siglos XVII y XVIII forjó las bases del sistema liberal burgués. Representó una respuesta al régimen feudal de su época. Fue, por tanto, progresista. Jean Jacques Rousseau, autor de dos escritos fundamentales: "Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad de los hombres" (1755) y "Contrato social" (1762); y los filósofos John Locke y Thomas Hobbes, con sus obras "Ensayo sobre el gobierno civil" y "Leviatán", diseñaron el contrato social para su época. Desde entonces han transcurrido trescientos años.

Estos pensadores postularon que "todos los hombres nacen iguales", pero delegaron en el Estado Liberal-Burgués la potestad de protegerlos. La aparición del Estado de Derecho tuvo una enorme influencia en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos y poco después inspiró a la Revolución Francesa. Incluso nuestro proceso independentista bebió en esas fuentes filosóficas.

Las utopías, sin duda alguna, inyectan dinamismo a la sociedad. Auspician una ampliación de las bases democráticas de la sociedad. La utopía es una respuesta a la barbarie ya que pone a prueba la imaginación para construir un mundo reconciliado consigo mismo.

Pero se trata de construir utopías posibles y de forjar, para este nuevo tiempo histórico, un nuevo Contrato Social, a partir de las realidades y circunstancias de cada país.

Aunque la nueva utopía y el nuevo Contrato Social no pueden dejar de considerar los hitos filosóficos de la historia, sólo pueden ser viables cuando emanan de los procesos de transformación que se realizan en cada uno de los países. Con lo cual subrayamos que la revolución adquiere las características que cada pueblo le da. No hay modelos universales de revolución. Cada país la construye a su manera, a la luz de su proceso histórico, y con base en el sustrato social que le es propio.

La naturaleza, de alguna manera, moldea al país y a las sociedades. Enrique Bernardo Núñez en “Una ojeada al mapa de Venezuela" describe con amor este fenómeno: "(…) Guayana, la inmensa región de los ríos surgió mucho antes de que los bordes de la costa en su aspecto actual aparecieran sobre el Caribe (…) los llanos fueron lecho oceánico. La luna al asomar sus cuernecillos por encima de Los Andes sólo contemplaba aquel mar solitario rompiendo su oleaje contra los macizos de la Cordillera".

La Revolución venezolana deber ser, por tanto, Bolivariana y nacional. Debe ser parte del paisaje que adorna nuestra portentosa geografía. La Revolución Bolivariana tiene su propio himno nacional, su escudo y su bandera y se canta con arpa, cuatro y maracas.

Aunque el acervo del utopismo y de los forjadores del Contrato Social brinda referencias indispensables para el quehacer humano de nuestro tiempo, debemos reivindicar el acervo –que no es poco- que nos proporciona la herencia filosófica y doctrinaria que ha surgido de nuestro propio suelo.

Nuestra tierra ha parido utopistas y constructores de contratos sociales de trascendencia mundial, que aun conservan su vigencia. El más vivo ejemplo es, sin duda, el acervo que nos ha legado el Libertador Simón Bolívar.

La búsqueda de la identidad ha sido una constante en el pensamiento social latinoamericano. En nuestro país esa búsqueda tiene unas dimensiones que la distinguen. Y es que, a decir verdad, somos el producto de múltiples influencias culturales y de tiempos históricos que se suman e integran.

La nueva Utopía y el nuevo Contrato Social del Socialismo del Siglo XXI deben –eso creemos- estar basados en tres paradigmas: la realización verdadera de todos los derechos humanos para todos; el desarrollo armónico entre el hombre y la naturaleza; y una nueva articulación de la sociedad venezolana basada en la solidaridad.

La Utopía posible conduce al Socialismo del Siglo XXI. Lograr la vigencia plena de los derechos humanos es un gran desafío. Es el reto de un nuevo renacimiento de la especie humana.

El mejor legado para edificar el Socialismo del Siglo XXI es el pensamiento de Simón Bolívar, que giró siempre en torno a la libertad y la independencia; el legado filosófico-docente de Simón Rodríguez, que quiso poblar la República de republicanos; y la mirada universal de Miranda, quien soñó un Continente con una sola Patria.

El Socialismo del Siglo XXI se propone profundizar y ampliar las conquistas alcanzadas por nuestro pueblo en el ejercicio y goce de las libertades democráticas. Nuestro Socialismo es profundamente democrático. Fomenta el pluralismo y subraya la supremacía de la voluntad colectiva. Alienta la participación democrática de todos los actores sociales. Es ajeno al estatismo absoluto de la economía. Postula la preeminencia de la economía social, colectiva y solidaria, sin proscribir la propiedad privada.

Para forjar la nueva Utopía y el nuevo Contrato Social y para construir el Socialismo del Siglo XXI en Venezuela, debemos beber de nuestra propia tradición intelectual. Rescatar los hitos del pensamiento libertario y humanístico que han brotado de nuestro propio suelo.

En esa perspectiva, los luchadores por la libertad y en contra de las tiranías en todas sus manifestaciones, los buscadores de justicia e igualdad de todos los tiempos, y quienes han dibujado y recreado el frondoso paisaje de nuestras tierras equinocciales, deben tener un relicario en el templo de la nueva civilización. Ellos deben servirnos de inspiración para construir el Socialismo del Siglo XXI en Venezuela.


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La fuente original de este documento es:
Radio Nacional de Venezuela (http://www.rnv.gov.ve)



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