Cualquier ciudadano estadounidense que vea por televisión alguno de los partidos de la Liga de fútbol americano o de béisbol, una de las películas de Universal o Dreamworks o cualquier espectáculo de la NBC se habrá topado con un mensaje previo que prohíbe expresamente reproducir, distribuir, exhibir, etcétera, lo que van a ver a continuación. Nada nuevo bajo el sol de la industria del entretenimiento.
Lo que les habrá extrañado más últimamente es encontrarse con la
prohibición de contar o "diseminar opiniones" sobre lo que han visto,
sin el permiso previo y por escrito de los propietarios del copyright.
La semana pasada, la Asociación de la Industria de la Informática y las
Comunicaciones (CCIA, en sus siglas en inglés), que cuenta entre sus
miembros a multinacionales como Microsoft, Google o Yahoo!, presentó
una denuncia ante la Comisión Federal de Comercio (FTC) para poner
límite a unas exigencias, a su juicio, "exageradas".
La CCIA quiere que las empresas del entretenimiento dejen de confundir
a los consumidores sobre el verdadero alcance de sus derechos en
materia de copia. Asimismo, pide a la FTC que apoye una campaña para
explicar a los consumidores en qué consiste el uso legítimo , o derecho
que asiste a los estadounidenses a la hora de utilizar el contenido
protegido por las leyes, si es por una causa justa, como la educación,
la información o, en definitiva, la defensa de un valor superior al
protegido por el copyright.
Pero, ¿por qué un grupo de multinacionales de la informática se muestra
tan preocupado por la tergiversación que del uso legítimo de los
ciudadanos puedan hacer otras multinacionales? Según explica Will
Rodger, director de Comunicación de la CCIA, pese a que esta asociación
ha abogado durante sus más de 30 años de vida por "extender el poder de
computación entre las masas", el motivo de esta demanda es muy poco
altruista: "Fabricamos ordenadores, reproductores MP3 y hasta las
conexiones sobre las que el contenido es reproducido y transferido. Si
los consumidores creen que estas prácticas pueden ser ilegales, las
harán con menos frecuencia, lo que dañaría nuestras ventas",
"Admitimos libremente que [esta demanda] va en nuestro interés
financiero, que creemos que también coincide con el de los
consumidores", sentencia Rodger.
La venda antes que la herida
Sin embargo, fuentes de la industria del entretenimiento ven en este
asunto un movimiento defensivo ante la posibilidad de que alguno de los
miembros de la CCIA se vea sometido a un ataque legal. Es el caso de
YouTube, ahora propiedad de Google, que se enfrenta a una batería de
demandas por parte de las majors por el contenido protegido por
copyright y publicado en sus páginas web. Un motivo más que suficiente,
creen, para que la asociación pida que se relaje la legislación sobre
este asunto.
Rodger se defiende de este extremo: "Llevamos años recibiendo ataques
legales por parte de grupos que presionan al Congreso para que hagan
leyes como la DMCA [que prohíbe el uso de sistemas que burlen la
protección anticopia]. Y cada año nos encontramos con una nueva pieza
legislativa demencial".
La FTC puede tardar meses en decidir sobre este asunto, y aunque desde
la CCIA no se atreven a aventurar un resultado, mantienen la
posibilidad de recurrir a instancias superiores si la decisión no les
convence. "Tememos un futuro en pay-per-view", concluye Rodger.