"Hay que permitir a la India que siga
siendo `la farmacia' del mundo en desarrollo». Ésta es la valoración
hecha por la organización humanitaria Médicos sin Fronteras tras
conocerse ayer que un tribunal del país asiático se ha declarado
incompetente para decidir sobre la demanda interpuesta por la
farmacéutica Novartis contra la ley india sobre patentes. Este proceso
había puesto en juego el acceso de los países más empobrecidos a los
medicamentos baratos.
Era una resolución esperada desde primeros de año. Finalmente, los más pobres del planeta, con enormes dificultades para acceder a medicamentos a precios más baratos, han respirado. El Tribunal Supremo de la ciudad de Chennai, en el sur de India, rechazó ayer juzgar la demanda interpuesta en su día por la poderosa farmacéutica suiza Novartis contra la ley india de patentes por no considerarse competente para juzgar el caso, una decisión aplaudida por diversas ONG y organizaciones humanitarias como Médicos Sin Fronteras (MSF), que la ven como una victoria para millones de pacientes que se benefician de los genéricos en los países de escasos recursos económicos.
Tras conocer la decisión del tribunal indio, que debía aclarar si la nueva presentación del anticancerígeno ``Glivec'' de Novartis lo convertía en un nuevo fármaco o si, por el contrario, se trata de una simple reformulación del mismo sin validez como innovación, el gigante farmacéutico aseguró que se trata de un golpe a los derechos de propiedad intelectual que puede tener a largo plazo efectos negativos en la investigación y búsqueda de nuevos medicamentos. No obstante, la compañía dijo que previsiblemente no apelará el fallo.
La ley india de patentes, que entró en vigor el pasado 1 de enero de 2005, permite patentar productos que suponen una innovación respecto a los productos lanzados después de 1995 -el año en el que India se unió a la Organización Mundial del Comercio (OMC)- o para un medicamento renovado que ofrece mayor eficacia que su anterior versión.
Novartis asegura que mejoró ``Glivec'' y que su última presentación era más fácil de absorber por el organismo. Sin embargo, las compañías farmacéuticas indias y las ONG aseveraron que el anticancerígeno de Novartis era una nueva presentación de un fármaco lanzado antes del año 1995 que se ha convertido ya en un genérico en India y se vende por un precio mucho menor que el establecido por Novartis. El hecho es que la cada vez más competente industria farmacéutica india fabrica genéricos de ``Glivec'' y vende un tratamiento anual por 1.900 dólares, la décima parte del precio fijado por Novartis para el tratamiento de un mes con el producto (2.600 dólares).
«Esto es un gran alivio para millones de pacientes y médicos en países en vía de desarrollo que dependen de medicamentos indios asequibles», aseguró en un comunicado el director de la campaña de MSF para el acceso a medicinas básicas, Tido Von Schoen-Angerer.
Estas organizaciones humanitarias de todo el mundo temían la posible victoria de Novartis en esta contienda legal porque habría sentado precedente para otras farmacéuticas que buscan proteger sus patentes sobre medicamentos esenciales entre los que se cuentan los tratamientos contra el sida, generalmente fabricados con menores costes en varios países.
La importancia de este juicio estriba en que se dirimía en un país, India, del que procede más del 50% de los medicamentos utilizados en los países en desarrollo para tratar a enfermos de VIH/sida; también el 80% de los que, por ejemplo, prescribe Médicos Sin Fronteras a sus pacientes en todo el mundo, o el 50% de los que utiliza Unicef.
La decisión judicial, como se había advertido desde organizaciones de la sociedad civil india e internacional, iba a repercutir directamente en aquellos países que desde hace un tiempo vienen siguiendo la estela de India en materia de genéricos. Hace sólo unos meses, cobró especial relevancia internacional la decisión del Gobierno de Brasil de fabricar el genérico del ``Efavirenz'', un antirretroviral de la compañía MSD, protegido por patente. A la Administración brasileña le cuesta 1,59 dólares cada comprimido, mientras que si lo fabrica o lo importa de India le sale a 0,46 dólares. Lo único que el Ejecutivo de Lula da Silva hizo fue aplicar los tratados de la OMC, según los cuales los países pobres pueden adoptar medidas de este tipo para «solucionar un problema grave de salud pública»; en este caso, el sida.
Brasil no vulneró ninguna patente, sino que aplicó las posibilidades que deja la ley. Un paso al frente que lidera la industria india, pero a la que le han seguido ya países como Tailandia, Mozambique, Kenia, Malasia, Sudáfrica e Indonesia, que fabrican genéricos patentados, con los consiguientes quebraderos de cabeza de Abbott, Lilly y Novartis, entre otras empresas.
Aunque esta batalla se originara por un fármaco anticancerígeno, el grueso del debate está en el futuro de los medicamentos antisida. Novartis ha alegado que el sistema de patentes indio va en contra de la innovación farmaceútica. Argumenta que las patentes «salvan vidas» y que sin ellas «no habrá medicinas ni para ricos ni pobres».
En un comunicado, la empresa afirmó ayer que la sentencia «tiene consecuencias negativas para la investigación y el desarrollo de mejores fármacos en la India y el extranjero».
«El progreso médico se produce a través de la innovación constante. Si la ley de patentes india no reconoce estos avances importantes, los pacientes no podrán acceder a mejore medicinas», conluye la compañía.
Pero en el fondo también subyace una guerra por los genéricos, pues Novartis tiene una sección denominada Sandoz, que es la segunda empresa del mundo en ventas de este tipo de medicamentos.
Aprobado en EEUU hace cinco años, este fármaco actúa contra un tipo de leucemia y se presenta como el primero de la revolución genética.
REAcciones: a favor y en contra
Con sus leyes de patentes, la Organización Mundial de Comercio (OMC) impone a los países productores de genéricos -especialmente a aquellos que fabrican antirretrovirales como Brasil, India o Tailandia- que introduzcan una legislación sobre genéricos y patentes que dice que cualquier fármaco nuevo tiene que estar sometido a 20 años de protección y sólo pasado ese plazo puede ser fabricado de forma genérica.
Esta ley es muy importante en el caso del sida porque, como la mayoría de las enfermedades, genera una resistencia a los fármacos que obliga a cambiar de tratamiento. En Europa la gente que recibe atención médica disfruta de cierto nivel de calidad de vida, ya que pasa por varios ciclos del tratamiento. Por el contrario, en lugares como India sólo hay un genérico de primera línea de tratamiento. El resto de fármacos, los de segunda línea, se rigen por la nueva ley de patentes que impide que se fabriquen de forma genérica.
El Gobierno indio acepta la ley de patentes porque es imposición de la OMC, pero se reserva la capacidad de decidir qué fármaco es nuevo. De no ser así entraríamos en el juego de las farmacéuticas, que cambian una pequeña parte del producto, en ocasiones sólo la presentación, y vuelven a tener otros 20 años de protección.
La demanda planteada esta vez por Novartis había sido del agrado del resto de grandes compañías farmacéuticas. No es la primera vez que un gobierno se enfrenta a una farmacéutica por una patente. Hace cinco años, en Sudáfrica, varias compañías -entre ellas estaba Novartis- llevaron al Gobierno a juicio para tratar de derogar una ley sobre la importación de medicamentos que permitía el tratamiento del sida. Las empresas demandaron al Gobierno porque estaba importando fármacos, saltándose las patentes, con el único fin de ayudar a la población que se estaba muriendo, y no por dinero.
Aquel caso tuvo una enorme repercusión mediática a nivel internacional y las farmacéuticas tuvieron que dar marcha atrás. Ahora, han vuelto a la carga. Mientras, como denuncian organismos como Médicos sin Fronteras, la Organización Mundial de la Salud (OMS) no está diciendo prácticamente nada al respecto porque hay intereses comerciales por todas partes.
En el año 2000 el precio del tratamiento antirretroviral para una persona durante un año era de 10.000 dólares; una cantidad que cualquier sistema sanitario, incluso occidental, no podría permitirse. De 2000 a 2006 se hizo una campaña internacional para el fomento del genérico, y en 2006 bajó a 136 dólares, convirtiendo el tratamiento en una realidad.
Por contra, las farmacéuticas insisten en que «sin patentes no hay medicamentos nuevos ni para ricos ni para pobres». Según éstas, sólo tres de cada diez nuevos productos consiguen amortizar el gasto de desarrollo de cada uno, valorado en unos 700 millones de euros de media, y, además, enseguida salen otros similares. De ahí que defiendan la posibilidad de que ciertas modificaciones en el fármaco permitan alargar la patente.