Auditórium

El policía adjetivo

“Un ejército de ciervos  dirigido por un león es mucho más terrible que un ejército de leones mana dado por un ciervo”

Plutarco…

Hace mucho tiempo que la dictadura quedó atrás. El régimen de horror y autoritarismo ya no rige la nación. Sin embargo, aun sigue presente.  Tan profundamente caló en la vida de todos los ciudadanos que se convirtió en un monstruo invisible,  y en forma persistente  sigue guiando los hilos de la conducta política y social. ¿Cómo se le identifica y se  extirpa del corazón de la sociedad? Es de esta forma como Cornelio Porumboiu, en su magistral película un ‘Policía, Adjetivo’ lo descubre  describiéndolo con cierta dejadez de humor,  reconociendo las dificultades que le cuestan el desprenderse de sus garras.  

 Cornelio Porumboiu es un joven cineasta rumano, que  vivió en su adolescencia el final de la cruel dictadura de Nicolau Ceausescu,  y observa la búsqueda de los cambios que se inició en esa nación desde aquel momento. ¿Cómo él ve ahora a su país? ¡“Bueno mi país es en la actualidad una sociedad en transición. Esta transición lleva ya veinte años, y todavía se convive con una mentalidad letárgica, muy ligada al pasado, existiendo el anhelo de un auténtico deseo de cambio, que avance hacia  el futuro. Todos sabemos qué fue lo que dejamos atrás, pero queremos saber hacia dónde vamos, siendo  algo que no tenemos  muy claro.”!              

 Esto es lo que exhibe su película cuando  narra la humilde historia de Cristi, un joven policía, cuya trabajo de inteligencia era seguir a un adolescente a quien lo han visto fumarse un cigarrillo de marihuana. Cristi internaliza que se trata de una investigación sin sentido. Mientras que en muchas ciudades de Europa no se penaliza, en su país esto esta totalmente prohibido, y quien lo consuma puede ir a parar en prisión por varios años. Muchos días pasa tras la pista del jovencito observándolo, cotejando minuciosamente todos los detalles sobre las entradas y salidas de su casa, de las colillas de cigarrillos que colecta, y de los automóviles que aparcan cerca de su vivienda. Cada día prepara  un informe donde describe con detalles los ridículos pormenores de su misión. La película según ácidos críticos es una especie de “comedia absurda”, y lo lento del filme lo hace tedioso. Es la manera como pretende Porumboiu hacer entender lo que en realidad está sucediendo,  para que se perciba la incomodidad exasperante de una situación donde lo que pasa es que nada pasa, porque nada se quiere que pase.    

La trama de la película es focalizada en el lenguaje. La dictadura  amordazó el lenguaje, reduciéndolo a su mínima expresión, afirmando lo expresado por Wittgenstein “los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje”. Hay dos momentos que lo señalan. Por un lado, el diálogo con su esposa, profesora de lengua, sobre el significado de una simple canción que usa sencillas figuras sobre el amor. Siendo una letra que no puede entender porque no existe lugar para los símbolos, y las metáforas en la “mentalidad letárgica” de Cristi. La lógica de lo que se declara real no permite siquiera la libertad de una imagen, de un atisbo de poesía.   

Se relatan  los diálogos de este policía con  sus jefes donde se revelan la tozudez que impregnan las ideologías totalitarias sobre la sociedad. El burócrata siempre busca hacer su trabajo tratando el no involucrarse como ser humano, y por eso no intenta quebrar las reglas establecidas. Pero cuando esta en lo más alto de un  cargo se vuelve más autoritario, apartando la menor sutileza para con sus subordinados. Allí, también el lenguaje es utilizado como un arma para manipular. El agente Cristi se entrevista con su superior, y afirma  su convicción de no estar dispuesto a continuar, por razones de conciencia, en detener al mozuelo. Explicando que su  conciencia lo alerta si está haciendo algo mal y, pidiendole en este caso,  que esta  actuando mal. La reacción de su superior es solicitar un diccionario y hacerle ver por distintos vocablos como conciencia, como la ley, y experto policía para demostrarle su ignorancia, recordándole su deber al que se tiene que someterse. Este macabro juego del sometimiento es un torneo entre el sainete y la farsa desnudando  los resabios enquistados en un mundo que se niega a dejar de ser lo que es.      

Las dictaduras imponen a fuego  la burocracia, y establecen un orden que no se puede cuestionar. La ley es para cumplirse no para cuestionarse. La “sociedad en transición” siempre debe estar atenta a los centros de poder que se niegan a perder su privilegio, buscando siempre minar los cambios verdaderos sin la perversa continuidad. Lo absurdo en la persecución del adolescente es asumida como un acto de justicia. La ley condena el consumo de estupefacientes, y eso no tiene discusión. Nunca se  sabe nada de un adolescente, quién es, en qué piensa, qué es lo que quiere.  No se  interpela, si fuera un traficante deberían ponerlo preso. Porque ese adolescente, no fue mirado como un ser humano sino como un caso aislado más.

 Los autoritarismos/totalitarios, políticos y religiosos acusan orgasmos en el cumplimiento de las leyes y normas, y se esconden detrás de códigos raros o libros sagrados  creyéndose que nunca los interpelaran. Por eso se vuelven insensibles a las necesidades ciudadanas  perdiendo la  dignidad. Toda la incertidumbre que muestra  este joven cineasta rumano sobre el futuro de la humanidad, su película es una muestra de la búsqueda de todos aquellos que, en cualquier parte del planeta tierra, se procuran los cambios necesarios aunque no tengan claro las proyecciones hacia el futuro.

Percasita11@yahoo.es  
 



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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

 Percasita11@yahoo.es      @percasita

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