No es fábula, la amenaza de intervención directa o simulada contra Venezuela es una realidad clara. Está en marcha y las columnas de tanques y aviones mediáticos así lo demuestran. No disponemos para nuestra defensa de armas sofisticadas, ni poderosos ejércitos que garanticen nada una resistencia eficaz. La única defensa que tenemos radica en nosotros, en nuestra unidad y convicción. ¡Sólo el pueblo salva al pueblo! Nunca como ahora se hace más contundente la conseja de que “pueblo unido jamás será vencido” Es por tanto en la unión del pueblo donde esta nuestra posibilidad de supervivencia. Conciencia, claridad de objetivos, pasión, decisión, reciedumbre, convicción, firmeza, fidelidad al modelo de vida revolucionario, coherencia entre la ortodoxia y la ortopraxis para entusiasmar y convencer al pueblo que nos ve, he aquí la clave para nuestra defensa.
Nada es más nocivo contra esa unidad necesaria que el desencanto, la desilusión, el desaliento o la decepción que anida en el pueblo cuando el postulado teórico o la utopía realizable rueda por el suelo aplastado por el mal ejemplo de un funcionario o dirigente indolente, soez e incluso saboteador. Con temblor y horror vemos el impacto que funcionarios y dirigentes exhibiendo los antivalores de la soberbia, la arrogancia y la petulancia con desfachatez grotesca tienen sobre la fe y la esperanza de un pueblo cuyo único y último refugio termina siendo su inalterable fe en Chávez. A la larga, de poco servirá la indiscutible moral del Comandante, le gente podría terminar perdiendo la fe en el líder solitario con las consecuencias harto evidenciadas en la historia de un Gólgota o un San Pedro Alejandrino. Casos y casos, abundan en los periódicos, las pantallas de los televisores o los programas de radio de la maquinaria demoledora de la derecha, pero también en el día a día en carne y hueso. Basta ver donde estaban y como vivían hace unos 5 años y donde están y como viven hoy algunos de estos arrogantes. Una procesión de miserias, de gente que reclama haber sido engañadas y manipuladas por funcionarios es la mejor prueba. Desfile de miserias explotado hasta el desgarramiento por los medios para la manipulación de masas de la contrarrevolución que se relamen de gusto. Algo demoledor que se debe terminar. No habría mensajero sino hubiese mensaje. Es verdad que los medios miserables hurgan en las miserias…pero las encuentran porque en muchos casos dolorosamente las hay.
La actual Asamblea Nacional dirigida por el camarada Soto Rojas tiene una indeclinable tarea. No hay excusas. Estoy persuadido de que tirios y troyanos en lo más profundo de su corazón estarán de acuerdo. Hay que legislar de suma urgencia contra la corrupción. Está para segunda discusión la Ley contra la corrupción. Hay que parir una ley inapelable, dura y eficaz. Una ley que posibilite y de vida a una verdadera contraloría social. ¿Cómo? De la única manera que se puede. El pueblo organizado debe tener el derecho de exigir cuentas y además, obtener y verificar resultados. Sin recovecos jurídicos. Invirtiendo la carga de la prueba. Cualquier funcionario o dirigente cuyo nivel de vida sea superior a sus ingresos legítimos debe demostrar el origen de esos bienes y entre tanto debe ser culpable ante el Tribunal del Pueblo para luego serlo en el ámbito de la justicia formal tal como lo señalaba el filósofo de la Ética, Baruch de Espinoza: primero la inapelable sanción popular. Para la satisfacción de los escrúpulos de algunos así lo hizo el sistema fiscal de los EE.UU. en plena crisis de los años 30. Los fiscales de la renta -con todo respeto- visitaban la vivienda de un ciudadano y éste debía demostrar el origen de sus riquezas o ser procesado por un inclemente sistema judicial. Esto lo hizo el paradigma del modelo capitalista ¿cómo no habríamos de hacerlo en un proceso revolucionario?
Un funcionario o dirigente que devenga un sueldo de 5 o 6 mil bolívares al mes debe demostrar como hizo –en el marco de una ética revolucionaria que en muchos casos cacarea con insistencia- para pasar del angustiado desempleado que salía día a día a buscar 20 bolívares para seguir subsistiendo , incluso compartiendo “heroicamente” un regalito con la ancianita que sentada en un semáforo le recordaba que hay que seguir luchando y el estatus que hoy exhibe, debe demostrar –reitero con argumentos revolucionariamente éticos- el origen y razón de vehículos, espalderos, o la casa recién comprada con un valor 2 o 3 millones de bolívares. Si estos bienes son bien habidos…disculpe usted la molestia, la patria se lo agradece… y si no puede demostrarlo usted es culpable, se le confiscan sus bienes y usted va preso. Si son legalmente adquiridos pero desdibujan el deber ser de un socialista de conciencia (pregonar igualdad pero vivir como un burgués)… gracias por sus servicios y váyase usted con su música a otra parte pero usted no puede seguir pregonando socialismo porque su modo de vida es un testimonio –al igual que el de los fariseos- de la falsía del socialismo que pregona. No proponemos nada que no hubiese propuesto el mismo Simón Bolívar, sólo que él –mucho más profundo y radical- no proponía la cárcel sino el paredón. A problemas graves soluciones gravísimas.
Mientras no se haga algo así estos canallas seguirán destruyendo los sueños de libertad, justicia e igualdad de un pueblo. Estos desfachatados seguirán llevando agua a los molinos de la contrarrevolución. Estos canallas, además, seguirán proveyendo de piedras a las resorteras de quienes disparan a la Revolución desde el otro lado de la trinchera. Es un tóxico que se exhibe en los medios revolucionarios y que siembra desazón en cada oportunidad que se presenta. Si no se hace algo radical seguirán causando división, desaliento y tristeza. Estos hipócritas facilitan el camino para el retorno de los brujos y esto no podemos permitirlo.
Debe cambiarse un sistema jurídico que permite dos aberraciones imperdonables. De un lado, que las denuncias legítimas no hallen el curso debido, y del otro, que cuanto conspirador abierto o disfrazado haga denuncias al boleo para después no confirmarlas pero causar –entre tanto- el letal efecto mediático pretendido. Sólo durante el 2010, miles, ¡léase bien!, miles de “denuncias” mediáticas jamás fueron confirmadas por los “denunciantes” cuando fueron invitados a confirmarlas. La inmensa mayoría escurrió el bulto tras la pantalla de fuentes que no deben revelarse o el muy socorrido…a mí me dijeron... ¡Ya basta! Compatriotas de la Asamblea Nacional…a grandes males, grandes remedios… ¡dispongan ustedes de las cámaras! (Con el permiso de Walter Martínez)
¡PATRIA SOCIALISTA O MUERTE!
¡¡¡VENCEREMOS!!!
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