Qué problema con estos acaparadores para quienes, por cierto, pareciera que no hay ley. Imposible llegar a un mercado o negocio de víveres y hacer la compra completa. Carecen de algún artículo de la cesta básica; generalmente no hay leche, harina precocida, arroz, azúcar, aceite, en fin, cualquier producto, pero siempre falta algo.
Por si fuera poco, los comerciantes y los empresarios aprovechan para vender esos comestibles que no han podido expender durante el año; no los quiere nadie pero ante le escasez la gente se ve obligada a llevárselos en una compra forzada.
Tienen, por ejemplo, en los anaqueles arroz sabor a ajo, sardina con limón y una harina precocida que sabe a cualquier cosa menos a maíz con los precios que les da la gana, porque allí es donde está el truco: cuando los artículos presentan variaciones escapan a los controles del Gobierno bolivariano y de esa forma los pueden vender muchos más caros sin correr el riesgo de violar la ley. Recordemos que las regulaciones de los alimentos llamados básicos se hacen para los productos en presentaciones normales.
Llega diciembre y el presidente Hugo Chávez toma las previsiones para que hasta el venezolano más humilde pueda comerse una hallaca y un pedazo de cochino en Nochebuena y Fin de Año, sin embargo, los acaparadores montan sus festividades aparte y terminan haciendo lo que quieren en diciembre y cualquier mes.
Ahora si los productos acaparados no se encontraran en ningún sitio, uno dijera: las autoridades hacen su trabajo, los busca y no los consigue, pero en Maracaibo esos artículos que desaparecen los venden en el mercado Las Pulgas y en el de los Plataneros a la vista de todo el mundo, sólo que mucho más caros y no ocurre nada. En esos sitios el pote de leche vale más de 70 bolívares, por citar un caso.
Lo que no se entiende es como el común de la gente ve estas realidades y las instituciones encargadas de enfrentar esta situación no las observan, ¿o será que las ven y no actúan? Una cuestión que amerita reflexionar con mucha seriedad, porque por un lado tenemos a un presidente pendiente de la tradicional comida navideña, del bienestar y la felicidad de la población, pero por otro detectamos a un Gobierno nacional excesivamente débil para enfrentar a los acaparadores.
Y a los acaparadores hay que decirles que el daño no se lo hacen a Chávez, el daño se lo hacen al pueblo. Cuando la gente no encuentra los productos en los anaqueles se puede molestar por esa debilidad que nota en el Gobierno al no combatirlos con dureza, pero sabe muy bien que el Comandante-Presidente no es el responsable, los responsable son esos especuladores capaces de conspirar con algo tan sensible como la leche, el alimento básico de los niños.
¡¿Será que esa gente no ha escuchado nunca llorar a un hijo de hambre?! Tiene que ser, no hay otra explicación.
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