El deprimente panorama observado recientemente a consecuencia de los aguaceros, no puede menos que hacernos reflexionar sobre el papel de los alcaldes. En mi caso me referiré a los que han desfilado por Maracaibo y de los que sin duda no han estado a la altura del compromiso de un municipio como este. Los desastres de las lluvias, precisamente, son un buen ejemplo para demostrarlo.
Hay que entender que los eventos naturales son imprevisibles, a veces cae más agua, a veces menos, en fin, nunca se sabe lo que puede ocurrir, pero tomando en cuenta las experiencias en ese sentido obviamente es factible tomar las previsiones para amortiguar las emergencias que producen las crecientes e inundaciones.
Y he aquí donde quiero llegar, porque creo que allí juegan un papel fundamental los alcaldes, sin embargo, llama la atención que cada vez que llueve en Maracaibo, se inundan las mismas vías, se desbordan las mismas cañadas, los mismo sectores; ocurre lo mismo de siempre en los mismos sitios en una clara demostración de que cuando se termina el invierno, estos flamantes gerentes municipales no buscaron ni buscan las soluciones pertinentes en conjunto con el gobernador, para contrarrestar sucesivas emergencias.
La comunidad está cansada, mis amigos lectores, de ver a los alcaldes en una foto con las piernas metidas en un pozo de agua hasta las rodillas, cargando a un niño o a una niña, a una ancianita o a un ancianito en un plan de falsos salvadores. Los reporteros gráficos no hayan qué ángulo tomar, qué momento capturar, a fin de hacer algo nuevo, original; pero es que sin pretender restarle meritos al talento de nuestros colegas, creo que ya han hecho todas las imágenes al respecto.
Los alcaldes y muchos gobernadores también –recordemos que en estos últimos aguaceros destacó en el Zulia Pablo Pérez introducido en un charco de agua turbia- no dejan de utilizar este recurso publicitario, para hacer creer que trabajan por las comunidades. Siguen pensando que la población está castrada mentalmente. Además, el pueblo no le pide a sus gobernantes que se mojen o chapoteen en agua sucia, sino que hagan su trabajo. Si hacen su trabajo, la gente sufre menos y ellos no tienen que llenarse de barro ni estar pantalleando en los aguaceros.
Creo, sin temor a equívocos, que Maracaibo todavía no ha tenido el alcalde que se merece. Este municipio toda la vida ha sido engañado con brocha, pintura, lucecitas multicolores, y no le han hecho los trabajos de embaulamiento, aceras, brocales y de infraestructuras que requiere, con el propósito de enfrentar los fuertes impactos del invierno. La ciudad creció y se tragó a los alcaldes ineficientes ¡eso sí! hábiles en la mentira, en las promesas falsas, en la demagogia y la corrupción.
Ahora casi nos ahogamos, llovió demasiado, más de la cuenta, algo imprevisto, pero estoy seguro que si por lo menos uno solo de los alcaldes que ha tenido este municipio cumple una adecuada labor desde el punto de vista de los drenajes, canalizaciones, pavimentaciones, pensando en las lluvias, las cañadas y las inundaciones, hoy en día los desastres fueran menores.
Lo asombroso es que a más de un año para las elecciones municipales, ya hay algunos aspirantes a alcaldes en Maracaibo que están que quieren cambiarnos otra vez oro por espejitos o mejor dicho: mentiras por el voto y ese chorro de billete que le entra a la Alcaldía y que muchos se cogen, y sin embargo, no ocurre nada.