A riesgo de provocar disimiles interpretaciones, quiero comenzar estas notas afirmando que la especulación desmedida con los precios de productos de consumo masivo está provocando un profundo malestar en la población. Malestar que debilita las bases de la Revolución Bolivariana. La gente percibe que, ante la espiral especulativa impuesta por los grupos económicos, el gobierno permanece inerme y comienza a sospechar que hay cierta complicidad en los funcionarios encargados de establecer los controles y/o sanciones necesarias.
Las empresas productoras y distribuidoras de alimentos constituyen un peligroso monopolio que juega con las necesidades de la gente y participa activamente en los planes desestabilizadores de la oposición. Provocan una escasez artificial con el acaparamiento de insumos y productos. Paralizan la producción y colocan los precios que se les antoja sin que ninguna institución diga, ni haga nada para frenar esta perversión que crea angustia en la población.
Este formato de acaparar, especular y crear una crisis con el suministro de alimentos e incremento de precios fue utilizado en Chile para derrocar el Gobierno de la Unidad Popular y Salvador Allende. Por eso lo han pretendido aplicar en Venezuela varias veces. Ya lo hicieron en el año 2.002-2003 con el nefasto paro contra la Patria, dirigido por la extinta CTV y la moribunda FEDECAMARAS.
En su momento, el Comandante Chávez le dio una respuesta contundente a esta perversa estrategia desestabilizadora con la creación de la Misión MERCAL, S.A, PDVAL y los supermercados Bicentenario. Hoy, necesitamos redimensionar esta política social para lograr una eficiente respuesta a las dificultades de la población para adquirir los alimentos y otros productos.
Por otro lado, resulta urgente frenar la especulación financiera con el dólar paralelo. No es posible que en nuestro país funcione un mercado financiero paralelo de carácter ilegal, que perjudica nuestra economía, frena el desarrollo del país, sirve para que los comerciantes justifiquen sus precios especulativos y todavía no hay una respuesta contundente. Quién alimenta el dólar paralelo? Por qué no se aplican las leyes para sancionar los responsables de este delito? Qué intereses se mueven detrás del mercado paralelo?
Aunado a lo anterior, el “Instituto para la Defensa de las Personas en el Acceso a los Bienes y Servicios –INDEPABIS-“se ha convertido en una institución dócilmente burocrática. No se vincula a la gente y no propicia la participación activa de los ciudadanos en la lucha contra la especulación. Se conforman con pomposos informes que dan cuenta de miles de visitas a comercios, cientos de actas de inspección y fiscalización que terminan en tímidos cierres temporales que no resuelven nada. Ya la gente comienza a sospechar que la labor de INDEPABIS no pasa del chantaje para beneficios personales. Necesitamos reinventar otro organismo, más eficiente y menos burocrático, vinculado al Poder Popular.
Nadie puede negar, ni permanecer indiferente ante el terrible daño que le está causando a la Revolución Bolivariana la falta de una política de control en los precios de los productos y por supuesto en la producción y distribución de alimentos. La gente en la calle se siente desalentada y desesperada porque no encuentra la respuesta que espera de un gobierno en el cual ha puesto toda su fe, esperanza, confianza y disposición a la lucha para defenderlo.
Si nuestros economistas se devanan y se rebanan los sesos para hacer cálculos y diseñar políticas financieras que casi nadie entiende, por qué no lo hacen para justificar acciones que puedan frenar este perverso plan de la oposición. Será que su abstracción de la vida real no les permite entender que cada vez que aumenta el precio de un producto el trabajador reduce su salario porque merma su capacidad adquisitiva y eso es lo que quiere la oligarquía venezolana.
Este pueblo se siente comprometido con la Patria, se identifica con los postulados de Chávez y hasta se rasga las vestiduras por defender la Revolución Bolivariana, pero comienza a perder la fe porque siente que las instituciones no hacen nada para frenar a los empresarios inescrupulosos, especuladores, acaparadores y a los enemigos de la Patria. La sabiduría popular se pregunta con cierta sorna: Será que a esta Revolución le falta otro susto?
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