La corrupción en Guayana

          No pretendo hacer leña del árbol caído. En el caso Ferrominera no acuso, ni defiendo porque no soy depositario de pruebas. Confiamos en las investigaciones. Celebramos que se tomen decisiones para enfrentar esta nefasta conducta que pone en riesgo la Revolución Bolivariana y aseguramos que hay mucha gente involucrada.

            Ahora bien, en Guyana este flagelo tiene antecedentes que merecen nuestra atención y permiten demostrar que con este tejido de corrupción perviven grupos económicos que acumulan grandes capitales.

            Hasta finales de los 80, en Guayana operaban dos fuertes cofradías vinculadas a  negocios turbios y enriquecimiento fácil a la sombra del Estado y el poder. El “Grupo Chino” que operaba desde el Comité Ejecutivo Seccional y la Secretaría Nacional de Educación de AD con dominio de la Gobernación, Concejos Municipales (no existían las Alcaldías) y una portentosa mafia sindical vinculada a Fetrametal. Era la mafia política más corrupta y pervertida del país. Otro grupo conformado por tecnócratas, gerentes de las Empresas Básicas y empresarios que funcionaban bajo la tutela de Sucre Figarella y mantenían grandes negociados con empresas transnacionales del aluminio, hierro, acero, energía hidroeléctrica y la construcción. 

Esta mafia de la corrupción mantenía estrechos vínculos financieros con dos grupos económicos que aún se mantienen en Guayana. Uno con gran inversión en medios de comunicación y la industria inmobiliaria y otro grupo con control de bancos regionales y empresas de seguros. Ambos acumulaban y acumulan capital. Actúan en el sector construcción a través de la “Corsocracia” monopolio conformado por contratistas de alto nivel de origen Corso, sin escrúpulos para negocios oscuros. Ese ha sido el epicentro de los corruptores.

En 1989 insurge una fuerza electoral vinculada a la Causa R y la candidatura de Andrés Velásquez. El “Grupo Chino” es derrotado por la confluencia de fuerzas de izquierda, adecos descontentos y un indetenible movimiento de trabajadores con arraigo popular. Velásquez llega a la Gobernación revestido de revolución y cambio bajo las consignas: “La corrupción no se premia, se castiga”, “Castígalos”, y “Los trabajadores queremos gobernar”. Los primeros años de gestión causaron un impacto nacional.

En pocos años Velásquez se entregó a estos grupos económicos y al grupo “Santa Lucía” liderizado por Marcel Granier. La traición a los trabajadores se gestó poco a poco y llegó a su clímax con la “venta” de la Presidencia de la República en 1993. En 1995 Velásquez le entregó la Gobernación a Jorge Carvajal Morales a cambio de su exoneración de hechos de corrupción. Carvajal reunifica ambos grupos y la corrupción adquiere una redimensión institucional. Desde ese momento la corrupción sigue allí, alojada, disfrazada, camuflageada e intocable.

En 1998, con el triunfo del Comandante Chávez, se recupera el espíritu de lucha contra la corrupción y se frena la privatización (remate) de las Empresas Básicas. Son muchos los Presidentes de la CVG y las Empresas Básicas, gerentes y funcionarios de alto nivel venidos de otros lares. Gente que no conoce Guayana y carece de identidad con esta tierra e inmediatamente sucumbe a la tentación de este entramado de privilegios, ostentación, vicios y corrupción que pervive en la región.

En las Empresas Básicas se reacomodó una vieja y envilecida “casta gerencial” que se amolda a todo superior que llega a Guayana y, orgullosamente, disfrazados de Bolivarianos, teñidos de rojo pero con el alma marcada por la insania, parecen abalanzarse sobre las instituciones con la aviesa intención de enriquecerse rápido y fácil.

Gerentes, sindicalistas de baja ralea, trabajadores devenidos en gerentes con conciencia de patrón utilizan las empresas como espacio para todo género de negocios turbios, estableciendo mecanismos que deben ser desterrados para iniciar la recuperación de las Empresas Básicas bajo una nueva orientación que nos obliga a repensar el Proyecto Guayana.

Los trabajadores y el pueblo en general debemos seguir la orientación Presidente Nicolás Maduro y apoyarlo en esta batalla contra la corrupción, en todas sus expresiones, sin dejarse confundir porque la corrupción es una herencia del pasado que debemos derrotar porque todo corrupto es enemigo de la Revolución Bolivariana.



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Darío Morandy


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