La bandera asumida por el Presidente Maduro contra la corrupción tiene el apoyo de todo el país. La crisis estructural en la política venezolana acumulada durante décadas de gobiernos adeco-copeyanos que produjo todos los cambios políticos a partir de la insurgencia del Presidente Hugo Chávez, lamentablemente siguió desarrollándose en los años del proceso revolucionario con la diferencia de que en la conducción del país estuvo un hombre que siempre habló claro sobre el tema e inició una cruzada en contra de este flagelo, pero consiguió dos paredes que le impidieron avanzar de manera certera para abatirla: la generalización del problema desde lo cultural y la impunidad que mellaba cualquier lucha asumida.
La adequidad como problema cultural, minó todas las estructuras políticas y sociales de nuestro país. El compadrazgo, el cuánto hay pa' eso y el ponme donde "haiga" se hicieron parte de la forma de relacionamiento ciudadano, normalizándose de tal manera que aún cuando podamos estar contra esto, en algún momento cualquiera de nosotros ha echado mano de los miserables legados cuartorepublicanos. Pero sin duda, la modelación que ejercen los hombre y mujeres del espacio político son determinantes para generar una favorable emulación de la gente que los ve como referentes de conducta.
Si nuestros políticos son corruptos, nuestro pueblo lo será, si nuestros líderes son éticos el pueblo lo será, ellos son el ejemplo, pero lamentablemente muchos utilizan el recursos de la honestidad y la lucha contra la corrupción de la boca para afuera, siendo su comportamiento cotidiano todo lo contrario.
Un hombre o mujer que pide sacrificio al pueblo, honestidad y humildad, pero anda con escoltas armados hasta los dientes, abriendo paso en la vía pública, deteniendo al que transita y tiene el mismo derecho de paso que el escoltado; aquel que va en sus lujosas camionetas, portando caros relojes, siendo dirigente político o funcionario público y es inaccesible al ciudadano común; aquel que pide humildad pero pedantemente rechaza la opinión del otro, descalificándolo o amenazándolo, es tan corrupto como el que roba los recursos públicos o privados. Ni decir de aquel que cobra comisión hasta por el café que compra alguna institución o empresa del Estado.
Para lograr luchar contra la corrupción lo primero que se requiere es ser honesto, o intentar serlo permanentemente, pero pareciera que todos podemos ser deshonestos cuando nos robamos la luz del semáforo, con la justificación de que "hasta la Policía Nacional lo hace". Ni decir de aquel oficial de la Fuerza Armada que matraquea en la frontera y cuando está en la ciudad le abren paso porque para él no puede existir semáforos, y ni hablar de los casos de violencia, asesinatos, robó y hurto, que desangran a las familias venezolanas sin posibilidad de que la justicia sirva de freno a tan grave problema.
En este sentido el Presidente Chávez, en el lanzamiento de la Gran Misión a Toda Vida Venezuela en junio del 2012 dijo:
"Hay que ser severos y hacer que baje la impunidad. Un alto porcentaje de homicidas quedan libres y nadie los agarra. Esta estrategia nos permitirá enfocarnos, con mayor firmeza y dureza, en ese tipo de delitos y acabar con la impunidad".
Por ello el problema no llega hasta ahí, ya que más grave aún es que todo acto de corrupción o deshonestidad se hace con la aparente certeza de que al final no le pasará nada al culpable. Al más pendejo quizá lo imputen, o quizá lo hagan con el que menos tiene que ver con algún caso de corrupción, pero será quizás 10% el que llegué al final de un proceso judicial que determine su nivel de responsabilidad, ya que en el camino existirán muchas vías para lograr que ese final no llegue, incluyendo el burocrarismo.
Si se ha emprendido una lucha contra la corrupción, el pueblo no sólo espera que se muestre la cabeza del presunto culpable por los medios de comunicación, el pueblo espera y exige que se determine su culpabilidad y que pague su condena, para eso existe el Estado y es una de las razones fundamentales de su existencia.
Por todo esto, Maduro tiene el reto no sólo de cazar corruptos medios, el reto es pescar a los peces gordos, que aleccionen al pueblo y a su equipo, y además debe depurar todo el sistema de justicia, ineficiente y aún más corrupto que los corruptos que procesa.
En este sentido el Presidente Chávez afirmó que:
“Mientras más cercano a mí esté alguien y caiga en algún hecho de corrupción, tenga la seguridad que con mayor fuerza aplicaré el poder que me corresponde dentro de los límites del estado de derecho, por supuesto. No podemos ceder al respecto”.
(Discurso con motivo de los primeros cien días de gobierno, Palacio de Miraflores, Caracas, 13/5/1999. En Discursos fundamentales. Ideo- logía y acción política. Vol. I. Caracas: Foro Bolivariano de Nuestra América, 2003.)
En socialismo la lucha por la igualdad de condiciones pasa por la justicia para todos. En este sentido concluye Chávez diciendo:
“La corrupción es toda una operación contrarrevolucionaria que está por dentro de la Revolución; el burocratismo es toda una corriente contrarrevolucionaria que está dentro de la Revolución. Hay que apuntalar y afincar la batalla contra esos fenómenos que son verdaderas amenazas para el proceso revolucionario”.
(Entramos a una nueva era: el Proyecto Nacional Simon Bolívar. Caracas: Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Inforación (Minci), 2007.)
¡Caiga quien caiga!