El verdadero peligro de la corrupción

El Comandante Chávez creó el Ministerio del Poder Popular para el Despacho de la Presidencia de la República y Seguimiento de la Gestión de Gobierno y, desde allí, esbozó las líneas maestras para combatir la corrupción y el burocratismo. Bosquejó la Gran Misión “Eficiencia o Nada” con soporte legal en la Ley Orgánica de la Contraloría General de la República y el Sistema Nacional de Control Fiscal. La inesperada dinámica de los acontecimientos convirtieron estos planteamientos en parte de su legado para esta etapa de la Revolución Bolivariana

Consecuente con su compromiso de defender y preservar el legado del Comandante Chávez, el Presidente Nicolás Maduro anunció, en su discurso de juramentación, que el segundo “gran tema focal” de su gestión sería la eficiencia en el cumplimiento de las políticas públicas y la lucha frontal contra la corrupción para lo cual se oficializaba la creación de la Gran Misión “Eficiencia o Nada”.

En el marco de esta misión se ha constituido un equipo de trabajo donde destaca la acreditación de 525 inspectores que han sido formados para la el cumplimiento de tan compleja tarea. Sin embargo, nos permitimos señalar que más allá del cabal desempeño de estos funcionarios resulta urgente revisar el papel de la Contraloría General de la República, las Contralorías Regionales, Contralorías Municipales y las Unidades de Auditoría Interna convertidas en espacio institucional para la complicidad.

En muy corto tiempo el Presidente Maduro ha presentado resultados sorprendentes en esta materia. La detención de altos funcionarios del SENIAT e INDEPABIS en distintas regiones del país, el desmantelamiento de una banda de extorsionadores que operaba desde el SENIAT en el estado Vargas y el relanzamiento de INDEPABIS junto a la detención del Presidente de FEROMINERA del Orinoco y la destitución de varios gerentes son evidencias de una dura batalla que comienza y requiere el apoyo del pueblo organizado como única garantía de éxito.

Ahora bien, es oportuno advertir que esta batalla contra la corrupción y el burocratismo pierde fuerza si se convierte en una simple jornada moralizante y deja a un lado la aplicación de políticas ejemplarizantes que demuestren que la Revolución Bolivariana es un proceso de cambios y transformación social que supone la sanidad administrativa en la aplicación de políticas institucionales que exigen el esfuerzo colectivo como vía para alcanzar un profundo cambio estructural con logros inmediatos y mediatos. Lo contrario es dejar que el país se sumerja en el escepticismo al pensar que todo funcionario público es corrupto.

En el caso de Guayana la corrupción es una herencia de un pasado reciente que ha logrado permanecer en el tiempo mimetizada, camuflajeada, disfrazada, teñida de rojo y utilizando los mismos artilugios para convertir las instituciones en espacio para su beneficio personal, dejando como saldo empresas e instituciones deterioradas con un andamiaje de complicidades que se ha convertido en un verdadero peligro para la Revolución Bolivariana.

En Guayana los efectos de la corrupción se reflejan en la conducta de altos funcionarios públicos (orgullosamente burocratizados), dirigentes sindicales convertidos en una casta privilegiada que lucha por el control de la administración de las empresas sin considerar el control de la producción, organismos contralores que no controlan y unidades auditoras que no auditan. Se refleja en dirigentes políticos, sin pensamiento definido, que reducen su actividad a la capacidad para alcanzar acuerdos y mantener negociados de todo género. Se refleja en la ostentación de una elite política que se desgañita autocalificándose de revolucionaria, socialista y/o bolivariana.

Desde Guayana debemos refrescar el discurso contra la corrupción para convertirlo en un discurso de esperanza, entusiasmo y voluntad no solo porque se logre enjuiciar a políticos y empresarios corruptos, sino porque estamos desarrollando una política de estado propia de una revolución que garantiza la construcción de una sociedad donde prevalezca la decencia y la dignidad, la sociedad socialista como instancia superior del ser humano.

Refrescar el discurso contra la corrupción y fortalecer la esperanza desde el Poder Popular resulta imprescindible en este momento para devolverle la confianza a la gente y frenar el riesgo de que el pueblo se canse de tantas acusaciones e impunidades que alimentan el escepticismo y la pérdida de credibilidad en la Revolución Bolivariana, lo que constituye el verdadero peligro de la corrupción.


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Darío Morandy


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