Definitivamente, la oposición venezolana sigue deambulando en el laberinto de su perversión. No se conforman con defender a corruptos que militan en sus filas. Se oponen a una Ley Habilitante que autorice al Ejecutivo Nacional para legislar en esta materia porque reniegan de cualquier intento de sanidad administrativa, política y social. Convirtieron la corrupción en una forma de oposición. De allí que todo corrupto (blanco, amarillo, verde o rojo) debe ser considerado enemigo de la Revolución Bolivariana.
Resulta imposible esconder el grado de corrupción a que ha llegado una oposición que parece deslizarse por un tobogán suficientemente inclinado y pacientemente lubricado por la impunidad y la complicidad de una burocracia improductiva que se apoderó de las instituciones y se tiñó de rojo con el avieso propósito de preservar la estructura del decadente Estado puntofijista. Realidad que da pie a los más peregrinos argumentos para descalificar la Ley Habilitante, con el ánimo de impedir cualquier acción moralizadora o llevarla al plano de oscuras negociaciones que le permita salvar a dirigentes políticos y a funcionarios de algunas gobernaciones y alcaldías.
Contradictoriamente, la solicitud de la Ley Habilitante ha servido para demostrar que son esos siniestros personajes ubicados en la alta esfera de la oposición venezolana los que habilidosamente se mueven para quitarle fuerza a esta propuesta del Presidente Nicolás Maduro. Como ya la gente no se puede engañar con el cínico argumento de que “esas cosas suceden en todas partes” se acude al peligroso recurso de crear un ambiente de pesimismo tal que lleve a pensar que “no vale la pena hacer nada” y con esto la oposición busca garantizar la tranquilidad de corruptos de toda índole.
El país se apropió del rostro indecente de la corrupción y se ha percatado de la actitud perversa de la oposición frente a este problema. No hay reunión familiar o social que no tenga presente este tema de conversación y al abogar por sanción a los culpables, surge la interrogante: ¿Qué pasará en el país, si el gobierno y la administración de justicia no toman decisiones ejemplarizantes? La incógnita evidencia una situación angustiante puesto que, en la medida en que se castigue a los corruptos, en esa misma medida se fortalecerá la confianza en la Revolución Bolivariana. La transformación estructural del país pende del hilo de los remedios que se apliquen a la corrupción, venga de donde venga, y al celestinaje perverso de la oposición.
Por otro lado, la actitud de la oposición ante la Ley Habilitante ha demostrado que la corrupción es característica de un agotado modelo de dominación que se resiste a desaparecer. Ha demostrado que detrás del discurso “democratizante” de los señores de la MUD solo existe una madriguera que sirve de morada a políticos y empresarios corruptos. Ha demostrado que la corrupción es una forma de oposición y resistencia a la Revolución Bolivariana. Es una “virtud” no solo de funcionarios públicos, también la disfrutan quienes se mantienen al margen del poder público, pero tienen vínculos que les facilitan sus indecorosos beneficios.
La campaña iniciada por el Presidente Nicolás Maduro nos ha enseñado a no sorprendernos cuando ciertos personajes aparecen histéricos e indignados denunciando la corrupción. De inmediato lo asociamos con el caso del ladrón perseguido que grita “allá va el ladrón” para confundir a transeúntes y perseguidores. Es una forma de encubrirla. Cualquier investigación activa una masa de presiones que segrega voluntades y frena el impulso de la sanidad social.
A la Venezuela decente no la puede arropar el escepticismo que pretende imponer la oposición con su “guerra económica”, sus intentos desestabilizadores y su protección a la corrupción. Sabemos que esta batalla es el preludio de una nueva etapa de la Revolución Bolivariana. Se avecinan cambios para seguir avanzando. No hay callejón sin salida en este proceso. La corrupción no derrotará la revolución.
Nos reconforta saber que esta batalla contra la corrupción ha servido para que el pueblo conozca tanto la cara real y perversa de los proto-hombres de la oposición como el rostro degradado de una burocracia corrupta que se ha convertido en un freno para la Revolución Bolivariana…vemos cerca el momento en que la crítica, las conversaciones familiares y sociales trasciendan para convertirse en una esplendorosa REVOLUCIÓN DENTRO DE LA REVOLUCIÓN.
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