La miseria de muchos profesionales de la salud

Dedico este breve artículo a todos esos médicos, bioanalistas, enfermeras/os y otros profesionales de la salud dignos del más grande desprecio, por ser insensibles, inmorales, mezquinos, mediocres, arrogantes, peseteros y pare de contar. Tras leer estas líneas algunos lectores pensarán que estoy exagerando, que ataco injustamente a los que se supone son guardianes de la salud en Venezuela. Pero no es así, y es que desde que inician sus respectivas carreras en las universidades autónomas, estos sujetos van siendo preparados no para servir al pueblo, sino para ganar dinero, tratar con distancia, desprecio y arrogancia a los pacientes, y obtener reconocimientos académicos y de otra índole. Claro está que hay médicos, enfermeras/os y otros profesionales de la salud que logran ser la excepción a la regla, y se entregan en cuerpo y alma a quienes requieren su atención, sin importar su condición económica, religiosa, sexual o de otro tipo. A estos últimos por supuesto les debo respeto y admiración.

Curiosamente hay un rechazo general a la labor de profesionales de la salud de países como Cuba; pero la Federación Médica Venezolana, por ejemplo, rara vez ha denunciado a médicos venezolanos incursos en mala praxis y en otras violaciones del Código de Deontología Médica. Se ve la paja en el ojo ajeno pero no en el propio. Estos galenos, así como otros profesionales de la salud, no son más que unos seres indignos, paridos por universidades procapitalistas, y por tanto ajenas a las necesidades de la mayoría. Son individuos cuya meta en la vida es trabajar de forma particular en clínicas, consultorios privados, laboratorios y compañías farmacéuticas.

De manera que tales profesionales no están dispuestos a atender al pueblo en su dimensión humana, sino como consumidores de una mercancía llamada salud. Lo irónico de esta situación es que sólo algunos médicos, bioanalistas, enfermeras/os, farmacéuticos y otros profesionales han logrado enriquecerse con la comercialización de la salud en Venezuela; el resto tiene mentalidad y ambición capitalista pero no puede competir con la minoría adinerada. En todo caso, unos y otros son unos vulgares peseteros.

A partir de los anteriores comentarios se puede entender cómo numerosos profesionales de la salud trabajan de mala gana en hospitales, ambulatorios y otros entes públicos; según la lógica capitalista estos peseteros sienten que desperdician parte de su vida ofreciendo “gratuitamente” sus servicios, con el agravante de que tienen que “sacrificarse” debido a la escasez de algunos recursos (medicinas, implementos), el mal estado de equipos y dispositivos, las excesivas cargas horarias, entre otros problemas. Ciertamente la salud pública en Venezuela padece cierta crisis administrativa y logística, que de una u otra manera puede afectar el desempeño óptimo de los profesionales, pero, ¿Eso justifica que numerosos médicos, enfermeras/os, bioanalistas y otros personajes sean tan miserables cuando atienden al pueblo en instituciones públicas?

Cuando menciono miserables en el párrafo anterior, me refiero a la insensibilidad, mezquindad, arrogancia y otros desaguisados con que muchos profesionales de la salud tratan a quienes solicitan su atención y una mano amiga en establecimientos públicos. Tristemente el maltrato es el pan de cada día en hospitales y otras instituciones pertenecientes al Estado; es significativo que siempre nos quejemos de gritos, regaños, indiferencia y otros vejámenes y humillaciones de parte de médicos y enfermeras/os, por ejemplo. Qué si zutano médico me dijo ignorante y me atendió a los carajazos, qué si fulana enfermera me dijo que estaba ocupada y me dio la medicina cuando le dio la regalada gana, qué si mengano “doctor” pagó conmigo los platos rotos de una discusión acalorada con sus jefes, y me increpó que no estaba enfermo, que me largara a la casa, etcétera, etcétera, etcétera. Y cuando se reclama a estos miserables por su actitud, más de uno tiene las santas b…s de excusarse.

En este contexto es propicio relatar algo que ocurrió con dos familiares cercanos (un adulto y un niño lactante) en la ciudad de Mérida. Sucedió recientemente en el ambulatorio del sector Belén, en cuyo laboratorio, en el turno de la tarde, unas bioanalistas bien amargadas trataron con grosería y desprecio a los familiares en cuestión, sólo por el hecho de que ya no querían seguir trabajando y de que al niño no pudieron extraerle sangre para realizarle una hematología completa. Una de las bioanalistas trató con dureza al lactante y puyó ambos brazos unas cinco o seis veces, ante lo cual reaccionó la madre y reclamó lo justo. A ésta le replicó la bioanalista, con gritos incluidos, que estaba tratando con amor al niño. ¡Vaya amor¡.

Por desgracia episodios como el mencionado, suceden a menudo en el ámbito de la salud pública en Venezuela. Nos tratan prácticamente como basuras, contraviniendo, en el caso de los médicos, el juramento hipocrático y el Código de Deontología Médica. En buena parte de los profesionales que atienden en hospitales y ambulatorios no hay un ápice de humanidad, y justifican su miseria por factores como las cargas horarias excesivas, el “mal pago” por parte del Estado y el funcionamiento inadecuado de equipos y dispositivos. Sobre todo les preocupa el “mal pago”.


ruhergeohist@yahoo.com



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Rubén Alexis Hernández

Licenciado en Historia, Magíster en Historia de Venezuela. Antiimperialista, izquierdista y ateo

 ruhergeohist@yahoo.com

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