Una deuda sin pagar: Burocratismo, negligencia y corrupción, los cánceres de la revolución.

Que no se confunda el lector con el título, no es una crítica vacía orientada a debilitar al chavismo, ni pretende desmoralizar a sus bases, por el contrario, parte desde la premisa del reconocimiento de que la única alternativa que permitirá la sostenibilidad de la especie humana en armonía con la naturaleza es la transformación radical de los actuales modelos de producción, distribución y consumo de bienes y servicios y de la cultura capitalista que la sustenta, de que no habrá paz mientras exista la opresión, la explotación y la exclusión de una parte de la sociedad por los que detentan el poder económico y esta sociedad nueva solo es posible en Venezuela si logremos perfeccionar lo alcanzado por la revolución bolivariana, socialista y chavista. Es crítica con profunda lealtad.

Todo cambio social radical implica creación de una nueva cultura por lo que no está exento de errores pues surge de lo preexistente, contaminado de lo viejo pero explorando caminos nuevos como creación heroica del pueblo, “inventamos o erramos” , por lo que en revolución lo único constante debe ser el cambio, la revisión, rectificación y reimpulso, pararse es retroceder. De esta manera, el presidente Chávez emprendió cambios en nuestra sociedad desde el mismo momento de aquel “por ahora” y la convocatoria a una constituyente y que se expresaron en leyes revolucionarias y muchos de estos cambios se materializaron a través de las misiones y grandes misiones. Si analizamos muchos de esos extraordinarios cambios que hoy se han vuelto cotidianos, podemos encontrar enormes fallas y debilidades, sin embargo, en su momento fueron la única opción viable que pudo manejar el comandante para impulsar las transformaciones necesarias y que con todas sus fallas lograron favorecer la inclusión y visibilización de los excluidos de siempre, dándoles mas que soluciones materiales, una esperanza por un mundo mejor y la autoestima suficiente para convertirse en sujetos activos de la construcción de su propia historia a través de la participación protagónica.

Es nuestra responsabilidad y la de nuestros dirigentes revolucionarios hoy en el poder político luchar contra la resistencia del capitalismo que intentará sobrevivir por todos los métodos y medios disponibles, legales e ilegales, al mismo tiempo que combatimos los vestigios de lo viejo que encontramos en nuestras instituciones, en los cambios que emprendemos y al capitalista que llevamos dentro y que en muchas oportunidades se convierten en nuestro peor enemigo manifestándose en el burocratismo, la negligencia y la corrupción.

La negligencia se manifiesta en la incapacidad de impulsar los cambios necesarios dentro de las instituciones y que terminan “tragándose” gran parte de los extraordinarios esfuerzos emprendidos, impidiendo que se concreten en beneficios para el pueblo. Mucha de nuestra negligencia es generada por las dificultades de encontrar cuadros dirigentes que sean leales y con profunda sencibilidad social, pues de nada sirve un tecnócrata muy eficiente pero incapaz de comprender la necesidad de los cambios. Pero tampoco ayuda mucho un revolucionario leal y comprometido con la revolución incapaz de hacer funcionar la estructura de poder que le toca dirigir.

El burocratismo es otro de los males heredados del capitalismo y comienza por las estructuras piramidales que concentran el poder de decisión en pocas manos, lo que crea una profunda dependencia de lo que sea capaz de hacer “el lider” quien con el enorme peso que representa cambiar el estado de las cosas se le dificulta atender todas sus responsabilidades y hacerle seguimiento a su gestión, cerrando toda posibilidad de que los cuadros medios puedan contribuir eficientemente y permitiéndoles escudar su incapacidad y negligencia en las normas burocráticas que concentran el poder en su superior. En las instituciones del estado, es muy común escuchar al funcionario que dice cumplir eficientemente con su trabajo y que no es su culpa que el otro no responda, que el que firma no está, que no han revisado los correos, que falta la aprobación de ... La cosa se pone mas complicada cuando el burocratismo se mezcla con el sectarismo y el “grupismo” político pues pone a “cuidar el puesto” y a proteger al “al camarada” de los “enemigos políticos” externos e internos terminando con una inmensa maraña de complicidades y de obstrucciones a los cambios.

Esto no quiere decir que la burocracia institucional no sea necesaria pues esta debe establecer controles oportunos para evitar uno de los peores males heredados del capitalismo y el que simboliza mejor “la supervivencia del mas apto” en que se sustenta, la corrupción. Si bien todo corrupto es anti-socialista pues basa su accionar en el privilegio de lo individual sobre el interés colectivo, son expertos en mimetizarse como los camaradas más chavistas que hay y tejer a su alrededor una maraña de complicidades políticas e institucionales que les permiten ascender vertiginosamente y permanecer largos períodos en puestos decisorios contaminando con su ejemplo a sus colaboradores. El corrupto promueve la verticalidad para concentrar todo el poder y le conviene el burocrátismo para evitar el control eficiente de su gestión y mantiene buena conexión con altos “cuadros del partido”, atraparlos resulta difícil y algunas veces peligroso para los denunciantes quienes con menos “contactos” terminan acusados de “escualidos” o “traidores”.

La impunidad y lo vulnerable que nos hacen la implementación de cambios radicales en todas las estructuras económicas y políticas durante la transición al socialismo junto a la debilidad política-ideológica de nuestros “cuadros” generan un escenario propicio para que estos se corrompan en cualquier nivel de responsabilidad, por lo que resulta indispensable impulsar el desarrollo de un sistemas de valores revolucionarios que promueva el autocontrol junto a medidas punitivas ejemplares que incluso castiguen con mayor contundencia a los “militantes de la revolución” que participen de la corrupción.

La conjunción de la corrupción, el burocratismo y la negligencia hacen de la estructura gubernamental un aparato pesado, resistente a los cambios y destructor del apoyo popular a las medidas orientadas a generar la suprema felicidad social de nuestro pueblo, resulta difícil defender los enormes logros de la revolución cuando cualquier opositor usa en su defensa elementos que demuestran la existencia de estos tres males en cualquiera de las instituciones que los ejecuta, aunque estemos seguro que la opción que ellos representan jamas los combatirán. La revolución necesita urgentemente demostrar que luchamos de manera contundente contra estos males y así garantizar que nuestra propuesta es la única capaz de derrotarlos de manera definitiva con la creación del hombre nuevo.

El sacudón iniciado por el presidente Maduro solo tendrá efectos reales permanentes si: -se impulsan sanciones ejemplares a los principales responsables de estos tres canceres heredados de la sociedad capitalista la negligencia, la corrupción y el burocratismo; -cada uno de los revolucionarios que ocupamos cargos como servidores públicos o de militantes revolucionarios nos convertimos en verdaderos actores de los cambios; -se permite la participación efectiva y dinámica de la controlaría social en todas las instancias de gobierno, que no se quede solo en las altas esferas como consejos de gobierno, sino que se creen mecanismos de supervisión popular de aspectos medulares de cada institución; -se concretan espacios territoriales socialistas que hagan palpable lo que prometemos construir; -y si se hace efectiva la formación política y técnica de cada uno de los cuadros para prepararlos para asumir cargos directivos o de controlaría social.

Estamos obligados como militantes revolucionarios a convertirnos de manera definitiva en agentes de cambio, ya basta del divorcio de lo que decimos con lo que hacemos, ya está bueno de tratar de convencer con palabras, vayamos a los hechos, pregonemos con nuestro ejemplo, sin excusas asumamos nuestros errores de gestión y corrijamos lo que haya que corregir o hagamonos a un lado para abrirle el paso a alguien mas capaz para que la historia nos juzgue por nuestros aportes a la revolución y no por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Sin humildad y compromiso no se hace revolución.



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Noel Peralta Barreto


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