Al principio, cuando se aprobó la Ley de Precios Justos, me llené de optimismo pensando en que esos productos que los especuladores habían incrementado 400, 500 por ciento y más bolívares, volverían a la normalidad, que podríamos ajustar el sueldo mínimo a las necesidades de subsistencia diaria y, para ello los chavistas daban todo el apoyo a la batalla que libraba la revolución bolivariana en función de beneficiar al pueblo, al que más necesita, al que menos gana, al que tiene que calarse una cola humillante, bochornosa, para poder adquirir los alimentos regulados sin perecer en el intento.
Y todavía ese es el discurso de los altos funcionarios revolucionarios, pero la práctica nos demuestra lo contrario; aún no he visto, salvo en Daka en Punto Fijo, estado Falcón, que los precios después de subir hayan bajado, por el contrario, noto que en algunos casos más bien se ponen de manifiesto mecanismos perversos de la IV República; cuando los comerciantes se daban a la tarea de acaparar los productos para crear una escasez ficticia y obligar el aumento del precio de sus artículos.
Por eso, en lo que a mí respecta, cuando escucho a funcionarios del Gobierno hablar de “precios justos”, de revisar la estructura de costos, más bien se me hiela la sangre. Nadie nos salva del golpe. Lo vimos cuando firmaron la Ley en público con algunas empresas, los aires acondicionados Samsung de doce mil BTU, por ejemplo, que estaban en menos de 18 mil bolívares pasaron a 23 mil y más de un solo plumazo, lo mismo que las computadoras y tantos otros productos.
Similar situación se observa ahora con la leche, los comerciantes la escondieron hasta que la revolución autorizó el incremento y sigue sin conseguirse… quieren más ganancia, aún les parece poco… y cuando se encuentra, le clavan al cliente el pote de un kilo en 300 bolívares.
Igualito que en la IV, me perdonan, pero no veo diferencia… hace poco les aumentaron el pollo, pero continúan inconformes; ya este alimento casi no se consigue y así van presionando hasta que se les coloca el precio que a ellos les da la gana, como cuando en este país gobernaba Fedecámaras y todo ese poder económico que en la revolución es evidente que sigue mandando. Si no fuera tan chavista dijera que vamos en franco retroceso hacia ese pasado que le costó la vida a El Gigante.
En la misma tónica, ya los industriales dicen estar esperando el incremento del precio del queso que está en más de 200 bolívares el kilo igual que el de la carne, por lo menos así lo dejan entrever en anuncios de prensa y, no hay motivos para pensar que no se les conceda ese otro aumento que esperan se dé antes de diciembre, para rasparle al pueblo del bolsillo sus exiguas utilidades y aguinaldos.
Algunos “expertos” dicen que en Venezuela hay que sincerar los precios, porque están muy bajos; y realmente no lo sé, yo lo que sé es que el sueldo mínimo actualmente no alcanza ni para comprar la cuarta parte de la cesta básica, mientras seguimos repitiendo el cómodo argumento de cumplir el legado del Comandante Eterno y concretar los sueños que cargaba bien guardados en su morral.