La situación de desabastecimiento y la odisea para conseguir determinados productos ha generado una serie de consecuencias y, quizá la más inmediata y menos peligrosa, sea que nos ha obligado a cambiar rutinas y hábitos de consumo.
Habitantes de ciudades que se niegan al peatón, víctimas de una anarquía vehicular, prisioneros de una prisa sin sentido y propensos a la negación del otro, invisible o en la acera política contraria. En ese contexto, las colas, quiérase o no, se han constituido en lugares de cercanía y encuentro en la escasez y en la procura. Nos han permitido reconocernos en la diversidad -social, educativa, política, económica, étnica- como ciudadanos y ciudadanas de este país y victimas del desabastecimiento. Al mismo tiempo, han alimentado una suerte de apatía, pasividad y conformismo en la espera. Comportamiento inexplicable para unos, mientras que para para otros, fuente de explosividad, pendiente resbaladiza y posible arma política.
Los medios, especialmente los de oposición, se han dado a la tarea de elaborar una minuciosa crónica del desabastecimiento, causas y consecuencias, héroes, culpables y víctimas. La respuesta oficial ante tal ofensiva ha sido deslastrarse de toda culpa y señalar la guerra económica como causa única.
Para confrontar la situación de desabastecimiento, a través de redes sociales y chats, se han conformado comunidades virtuales abocadas originalmente a compartir información sobre existencia y localización de productos básicos.
En concordancia con medios de oposición, las comunidades virtuales organizadas y politizadas, se transforman en una suerte de “saqueos center” y, cual informe de tránsito, comienzan concertadamente a notificar sobre supuestas intentos de saqueo en automercados y abastos, a lo largo y ancho del país. La reacción oficial no se hace esperar “La oposición anda vuelta loca inventado saqueos”. “La escasez que ha vivido el país en enero no es real, es parte de una campaña de desestabilización de medios de la derecha… queriendo impulsar matrices que no son reales”. Y finalmente “La derecha golpista se plantea convertir a Venezuela en una barricada nacional para el 23 de enero”.
Ruta a la conflictividad que puede resultar en una reacción en cadena y culminar en un evento indeseable.