Somos unos necios por insistir en una Auditoría Pública Ciudadana, así como el pueblo lo es por reclamar permanentemente justicia y cero impunidad. Hoy un pretendido escándalo mediático sacude a la opinión pública con unas cuentas en Suiza del Estado y otros mil y algo de nombres de poseedores de cuentas en el mismo banco que aún no son publicadas. Entonces se empieza a señalarse un nombre u otro y pare usted de contar, que terminan siendo la comidilla del morbo de quienes no quieren responsables sino materia prima para satisfacer su sadismo político, o para nutrir su guerra política en contra del proceso.
Yo no saldré a la defensa de ninguno de ellos, pero tampoco los señalaré sin pruebas. Alguien que quiera responsablemente hacer una política que beneficie al país luchando contra la corrupción debe aceptar de principio no sólo que existe un grave problema, tal como lo evidencia el estudio hecho por la Unidad de Investigación de Marea Socialista que asume con cifras diagnosticar una fuga de capitales por el orden de 205 mil millones de dólares en el período de control de cambio de 12 años, sino también, debe demandar una investigación con carácter de urgencia a toda la asignación de divisas efectuadas en ese período, realizada por gente de intachable honorabilidad y trayectoria pública, que junto a técnicos y especialistas con el mismo perfil permitan determinar dónde están o fueron a parar las divisas asignadas, para qué fueron usados y cuales pueden ser repatriados, junto a decisiones en el marco del Estado de Derecho que indique responsabilidades y sancione, caiga quien caiga.
El país está cansado de acusaciones ligeras, de declaraciones políticas irresponsables, también está cansado de la impunidad, de los privilegios, de planteamientos de problemas sin propuestas para la resolución de la crisis.
Parte de la burocracia gubernamental, parte de la banca pública y privada y parte del sector privado son corresponsables de la estafa a la nación, y el pueblo quiere responsables, sanciones y que se recupere lo que pueda ser recuperable, al mismo tiempo que desea políticas eficientes y eficaces para salir de la crisis, que sean legitimadas por el pueblo.
Si el gobierno no asume su cuota de responsabilidad, el descrédito y la impopularidad le dará espacio al rumor, la especulación, y finalmente el desprecio a la cúpula de dirigentes del gobierno que junto a la de la oposición, son cómplices del deterioro ético de la política venezolana.
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