Lo que cuenta, ante todo, es la industria de la alimentación; pero, no debemos olvidar la producción de medicamentos, la textil y la confección de calzado. Ahora bien, las condiciones políticas en que hasta hoy se ha desarrollado la experiencia en nuestro país, han originado que, aparte de la industria de puertos, la liberación de los intercambios comerciales y de la “política agraria”, (llamémosla así) la acción de las instituciones se hayan polarizada, ora en problemas “urgentes” y en crisis diplomáticas, ora en cuestiones de menor importancia. Los problemas fundamentales, que requieren opciones delicadas y decisiones audaces, han sido eludidos. El primero de ellos es el de una política industrial para Venezuela iniciada por el Comandante Chávez. (Parecen olvidadas) El libre cambio es un cuadro; no es una política, no es una organización.
En la actualidad, Venezuela se encuentra gravemente retrasada en los grandes campos de la producción. En estos terrenos, es indudable que debe unir y concentrar sus medios de inversión y desarrollo, pero sin olvidar la “inversión en el factor humano”. Pero, a largo plazo, la política industrial sólo puede tener probabilidades de éxito en la medida en que se apoye en una infraestructura eficiente y dinámica, de empresas bien dirigidas por hombres probos y capaces.
Los impulsos fundamentales deben producirse al nivel de la dirección de Planificación. Provendrán de una voluntad de crecimiento que ponga en movimiento una estrategia de innovación y de progreso. A este respecto, conviene observar, que la dimensión no es más que un medio. El problema no consiste en transformar un dinosaurio, doblando su tamaño, sino en constituir, para el futuro, unidades de producción adaptadas a las nuevas condiciones del consumo de los venezolanos.
La acción al nivel del Estado, con vistas a aumentar la capacidad de producción, debe reflejar una voluntad clara y sistemática: por la ayuda a las inversiones, por la política fiscal, por una política de investigación y de desarrollo. No bastará con asignar al esfuerzo una fracción razonable del producto nacional; además, habrá que elegir. En efecto, durante mucho tiempo la investigación del desarrollo venezolano no podrá alcanzar, en todos los sectores, una eficacia igual a la de las transnacionales. Existe necesariamente una incoherencia, un conflicto, entre un comercio de talla internacional y una financiación de talla nacional.
El éxito de una gran operación dependerá, sin duda alguna, de la existencia de empresas que ofrezcan las garantías requeridas. Pero esto no basta. La dirección de una gran operación exige la intervención masiva y continua del Estado con financiación y técnicos apropiados. (Ojo con los corruptos y vende Patria.) Pero no todo será fácil y sencillo. Uno de los grandes problemas que nos plantea esta nueva penetración tecnológica es el foso que se abre, cada día más, entre la industria de los países del Norte industrializados (llamados así) de una parte, y el resto del mundo, de otra. Y esto no solamente planteará problemas, sino que podría provocar catástrofes.
Una vez definidos los ejes de acción, elegidas las operaciones y establecidos los lazos entre el esfuerzo industrial y la ayuda del Estado, habrá que organizar relaciones nuevas, adaptadas al progreso tecnológico, en el conjunto “Industria-Universidad-Estado”.
El carburante que podría impulsarnos está formado a base de inteligencia organizadora y de voluntad de independencia; para comprender mejor su composición, examinemos la “tecnoestructura” de Noruega por ejemplo.
—El pueblo debe ser implacable, y en especial con los que traiciona su confianza. No hay mayor crimen de un gobernante contra los dirigidos que la deslealtad, y en particular si todo cuanto tiene se lo deben al pueblo.
¡Gringos Go Home! ¡Pa’Fuera tús sucias patas de la América de Bolívar, de Martí y de Chávez!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!