La evidencia no escapa a los asalariados

En el curso de los años durante los cuales las exigencias de productividad empezaron a modificar considerablemente las técnicas, las calificaciones y la organización de las unidades productivas, los patronos esperaron descubrir, en los obreros afectados por las transformaciones, vivas reacciones de oposición. En realidad, estas reacciones se manifestaron únicamente en los casos en que las modificaciones acarreaban, para los trabajadores, una situación económica sin salida… En todas partes hemos observado una aceptación de principio de las transformaciones técnicas: las protestas se refieren a las modalidades humanas de las transformaciones.

Los dirigentes políticos comprendieron mal que en una economía en expansión la justicia social llega a ser condición del dinamismo de producción. En efecto, la adaptación al progreso técnico pasa necesariamente por cambios en la condición de los asalariados, muy diferentes de la distribución de algunas acciones simbólicas. Exige que la educación proporcione a todos —y no a la minoría favorecida— los instrumentos intelectuales que harán posibles, durante la vida activa, uno o varios cambios de oficio y de medio; que las vías de acceso a la cultura y a la promoción de producción se multipliquen; que la inestabilidad del empleo se vea compensada por una garantía que cubra los períodos de una nueva clasificación y de un nuevo aprendizaje; a fin de que las migraciones geográficas resulten fáciles, incluso para los menos afortunados. Es imposible “aligerar” la economía sin librar al pueblo trabajador de las angustias y de las trabas de toda clase —materiales o intelectuales— que frenan su desarrollo personal y el de la producción.

Si son concebidos y puestos en práctica sin contar con los trabajadores, los planes que afecten a la ocupación profesional, al lugar de residencia y al nivel de vida —en resumen, todos los principales parámetros de la existencia— chocarán con una resistencia pasiva o con el sabotaje. Para convencer a los interesados, habrá que darles informaciones exactas sobre los motivos de los ajustes previstos, mostrarles su necesidad, asociarles a la definición de las modalidades de las conversiones, consultar con ellos y, en resumen, reconocer su personalidad.

Sí cada pieza aislada del rompecabezas ha sido mirada distraídamente por los encargados de iluminar las opciones y de guiar la opinión pública, su conjunto no puede ser ya ignorado. El acontecimiento que urde este conjunto, el peligro que revela, su dimensión y su poder, dominan y fascinan. Hasta el punto de que, ahora, el mayor riesgo es pasar de la ignorancia al desaliento.

En un medio de libertad, hay que hacer participar en la obra de racionalización a aquellos cuya suerte se halla en juego, so pena de que la obra no se realice. Se puede renunciar a la libertad y manejar a los trabajadores como si fueran soldados; se puede renunciar a la racionalidad, dejar que actúe la naturaleza y resignarse a sus despilfarros. Pero si se quiere disfrutar a la vez las ventajas de la libertad y de los recursos del espíritu científico, hay que buscar la conciliación en un alarde de socialismo.—Pero cualquiera que haya sido la forma de estas contradicciones, la explotación de las mayorías por otra parte minoritaria, es un hecho común a todos los siglos anteriores. Por consiguiente, no tiene nada de asombroso que la conciencia social de todas las edades, a despecho de toda divergencia y de toda diversidad, se haya movido siempre dentro de ciertas formas comunes: formas de conciencia que no desaparecerán completamente más que con la desaparición definitiva del antagonismo de las clases.

¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Independencia y Patria Socialista!

¡Viviremos y Venceremos!



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Manuel Taibo


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