La actual situación financiera y económica del país, complica mucho más el serio y grave problema colectivo del costo de la vida. Es por ello que deja de tener justificación el debate de Gobierno y oposición con vista a obtener la mayor suma de voluntades a favor de ésta o aquella tendencia política.
El estudio de este aspecto esencial para el conglomerado es de gran importancia. La lista de precios de los artículos de primera necesidad, representa una dramática situación para todos los venezolanos.
Si como es usual, calculada en cien unidades el conjunto de renglones que determinan el costo de la vida, se tienen las siguientes revelaciones:
A habitación………………………………………..33%
A consumo de harina y sus derivados…. 17%
A la carne…………………………………………….20%
Al azúcar y al café………………………………..10%
A las grasas……………………………………………5%
Al vestuario………………………………………….15%
Esta apreciación aproximada respecto a la inversión de los presupuestos familiares, presenta un trágico panorama acerca de la insolvencia de la mayoría de los venezolanos para atender a otros gastos hoy imprescindibles como el transporte, la educación escolar, la salud, etc.
La conclusión es desoladora. ¿Está el pueblo venezolano condenado a la bancarrota?
Se origina el costo de la vida en los hábitos y condiciones que rigen a un país de acuerdo a su población, el modo de su crecimiento, en correlación directa, de los sistemas de producción regulada con la oferta y la demanda del consumidor.
Los pueblos acostumbrados al despilfarro desconocen la virtud del ahorro y están expuestos, continuamente, a los efectos destructores de las crisis estacionales que cambian las circunstancias y estado de los negocios, con la depresión en el trabajo y la desorganización total de la economía y finanzas del país, en el comercio, en la agricultura, en la industria y en la minería.
Venezuela actualmente experimenta una gran inquietud al ver crecer desmesuradamente la población del país ante el cumplimiento preciso de las predicciones relativas a la tendencia constante de la multiplicación de los seres vivos, con tal rapidez que no logra la producción de alimentos equipararse a ese ritmo y deja de satisfacer las necesidades humanas.
Los medios de subsistencia al alcance del pueblo venezolano presentan ciertos desequilibrios milagrosamente balanceados por el poder de su balanza de pago actualmente.
El venezolano altera por sus inclinaciones, las directrices de la economía política, al acostumbrarse al despilfarro y faltarle por tanto esa riqueza que es virtud de los conglomerados organizados en que se distribuye el ingreso de un modo disciplinado.
Inclinado así al consumo, no se conforma con lo esencial e indispensable, sino que antes de asegurar su vivencia prefiere la inversión en el automóvil, los viajes a Miami, el televisor plano de 52” pulgadas y el teléfono celular, etc.; lejos de comprender el valor de la educación consume lo superfluo y olvida el ahorro con el que podría asegurar el bienestar social.
El ahorro se rige por las leyes de carácter social y por la reproducción de instituciones que faciliten y afirmen el espíritu de previsión. El Estado ha estimulado muy débilmente esa norma y de acá que deje indefenso al pueblo ante el vertiginoso crecimiento del costo de la vida.
Lo complejo de esta cuestión está relacionada, íntimamente, con la posición de la familia venezolana, en el aumento de la población, con la incorporación de extranjeros indocumentados, de la más baja ralea e indeseables en sus propios países, la que nos llega a través de la queridísima hermana Colombia granadina, donde le proveen de cédulas y pasaportes falsos. Venezuela, está en los reflejos perturbadores de un sistemas financieros regulado por la especulación de sectas o mafias, que se dirige con ramificaciones en el país vecino, en momentos que se reclama la actuación discreta y ponderada que metodice la economía de la Nación y distribuya equitativamente los recursos para nivelar el consumo con la producción, y permita, asimismo, al pueblo tener más mercado de trabajo permanente que le dé ocupación remunerada.
Cabal importancia tiene que la democracia no desvíe sus postulados en el dominio de la libertad y por tanto en el disfrute de las garantías individuales. El costo de la vida no debe proseguir en su carrera inquietante. El gobierno ha de entender su misión al seguir las normas tradicionales, al no incurrir en el despilfarro y en no sobrecargar los guarismos de las posibilidades con inversiones que sólo ejercen una presión en la circulación monetaria que puede desembocar en el dramático estallido de las crisis financieras.
Al crecimiento de la población le sale al encuentro el problema de la producción y consumo; la complejidad de ello se resuelve en el clamor de las multitudes con la advertencia de que se detenga la discusión política y terminen las incomprensiones y sectarismos, y que se trabaje coordinadamente en un programa de gobierno que pueda encarar la responsabilidad que tiene en sus manos. Sólo así podrá presentarse ante el gran tribunal de Venezuela, al trillar en el camino de la economía y de las finanzas, con la sensatez de su actuación y el deber cumplido.
De frente al costo de la vida, está ese aforismo que han repetido todos los pueblos: “la tierra se traga a los que no puede alimentar”, y mal se puede permanecer indiferente ante esa advertencia, sin condenar a los que estimulan el despilfarro y no saben administrar.
En los tres próximos meses, debemos tener controlado, el acaparamiento, la especulación y el bachaqueo hacia el país vecino; (para evitar sorpresas en las próximas elecciones) el Paraco mayor Uribe dirige y financia las mafias de Colombiagranadina que ingresan al país como río en conuco y se llevan nuestra comida. Uno los ve en las colas frente a todos los establecimientos de alimentos, En todos los supermercados del país, la mayoría de los empleados, cajeras, utileros, otros, son colombianos; (ellos están allí para que pasen el dato a toda esa cuerda de bandidos, para que se presenten en el supermercado que tenga productos de consumo diario); las autoridades deben obligar a los comerciantes a exigir la cedula venezolana a cada usuario y uso obligatorio del captahuellas, según indicaciones emitidas por la autoridad competente.
—Las autoridades (GNB) deben vigilar que estas instrucciones se cumpla estrictamente y no aprovecharse del problema actual para beneficio personal.