Cuesta hacer una crítica al Gobierno así sea constructiva en estas circunstancias de mucha crispación, de muchos sinsabores, de muchas colas que no muy pocas veces debe rebasar la paciencia de los venezolanos; en mi caso particular no me quita el sueño que algunos “chavistas” me califiquen de contrarrevolucionario, quinta columna, traidor, cuerda floja, pero confieso que si me causa tristeza cuando observo que un camarada de alma y corazón, un revolucionario de verdad, se aleja porque confunde mi posición y cree que dejé de apoyar el proceso de la noche a la mañana, como si eso fuese tan fácil después de tener al frente del país un líder como el Comandante Eterno.
En ambos casos lamento que no estén a la altura de la valía de la crítica que tanto defendía El Gigante; pero acerca de los primeros siempre he tenido la impresión de que pertenecen a esa gente que se cree más chavistas que Chávez… y sabrá Dios…, sin embargo, respeto esa posición; en cambio, los segundos si me afectan cuando se van porque pienso que se alejan heridos, resentidos, sintiéndose engañados; que confiando en mi tendencia política leyeron mis escritos, los retuitearon, les dieron a “Me gusta” en Facebook, los compartieron, los comentaron y después los defraudé y no es así, repito: sigo apoyando el proyecto ahora con el presidente Nicolás Maduro hasta que la Chinita así lo disponga.
Pero no sería yo si le coloco las yemas de los dedos a un teclado, y me olvido de las colas de “bachaqueros” simulados entre compradores honestos que, simplemente, quieren llevar la comida a su esposa e hijos; no sería yo si no me indigno cuando pago 500 bolívares por un kilo carne y, encima de eso, tengo que llegar a casa a quitarle un cuarto de kilo de pellejos o más.
No sería yo si no siento un puntapié en los testículos viendo como esos corruptos rojos rojitos que le juraban amor eterno a Chávez, se robaron la plata de los venezolanos; no sería yo si no veo como los contrabandistas extraen la gasolina, los alimentos y, curiosamente, no los ve ni la Sundde ni la policía ni la Guardia del Pueblo ni los gobernadores ni los alcaldes.
No sería yo, amigas lectoras y amigos lectores, si no siento retortijones en el estómago escuchando a Nicolás Maduro diciendo que se va a radicalizar en un discurso encendido, y pasa el tiempo y no ocurre nada; no sería yo si no me irrito oyendo que si el incremento de salario es alto o bajo, como si ese fuese el problema; señores y señoras, la cuestión es que nuestro salario mínimo no da ni para la comida. Yo no sé si es mucho o poco, lo cierto es que no alcanza.
Ah que la crisis no es culpa de Maduro sino de los violentos y los empresarios malandros, estoy de acuerdo…Ah que Maduro está fajado en plena batalla para ponerle fin a la guerra económica, lo creo…Ah que Maduro quiere hacer el mejor gobierno posible para la mayoría, es verdad, todo eso es verdad, pero también es verdad que seguimos jodidos, y bien jodidos a pesar del trabajo y todas las buenas intenciones de Maduro.
¿Cómo decir lo contrario?, si bien sabemos que aún no se logra torcer el brazo largo y robusto del perverso golpe económica de la oposición criminal, que mantiene sobre el pueblo un desabastecimiento rigurosamente calculado y programado.