Cada 23 de junio es conocido en Venezuela como el día del abogado, pero realmente no hay nada que celebrar, al menos por parte de quienes estamos hartos de tanta porquería judicial, en que la impunidad y la parcialidad continúan sosteniendo al Statu Quo capitalista y a la seudodemocracia populista-liberal. Los abogados (un gran número de ellos), columna vertebral de la Justicia, han sido indudablemente protagonistas y/o cómplices de un conjunto de vicios, desaguisados, irregularidades, trampas y fenómenos jurídicos que han causado gran perjuicio social a partir del mismo nacimiento de la república venezolana. Sujetos responsables, por ejemplo, de que la corrupción y otros delitos asociados al manejo de los dineros públicos no hayan sido castigados, o de que las personas incursas, al menos en el caso de las adineradas o con influencias variopintas, hayan recibido solamente penas leves, ridículas a decir verdad.
En plena "Revolución Bolivariana" un gran número de abogados, incluso como fiscales o jueces, proceden como en épocas anteriores, y su principal motivación es la obtención de ganancias y otros beneficios sin importar si se aplica o no la justicia de manera equitativa. Miserables peseteros que terminan sirviendo al poderoso y al delincuente de todo tipo, en especial al de cuello blanco cuyo prestigio y reputación son considerados más importantes que el bienestar general de la población. Leguleyos que han creado normas jurídicas inservibles como el tal Código Orgánico Procesal Penal, o inconstitucionales como la famosa Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Seres incompetentes ante el asesinato de centenares de humildes campesinos e indígenas en los últimos años (por defender sus derechos), y ante una serie de delitos económicos que tanto daño han hecho a los venezolanos, especialmente a los pobres.
Que celebren aquellos abogados que son la excepción a lo señalado en los párrafos precedentes, mientras que a las lacras que se mueven por pura ambición económica, política o de otra índole, no queda sino seguirlos cuestionando y condenando públicamente. Estos últimos han sido una verdadera desgracia para Venezuela, contribuyendo a la consolidación del Estado capitalista-delincuencial nacido en el siglo XIX, y defendiendo por tanto los intereses de la minoría poderosa. Y algún parecido de la situación reflejada en un texto como Cuatro Crímenes, Cuatro Poderes (1979), obra de Fermín Mármol León (exdirector de la PTJ y de la DISIP), con lo que sucede hoy día, no es simple coincidencia. Claro, algunos dirán que ahora la Justicia es socialista. Un cambio de discurso en realidad. Nada más.