Corrupción e incertidumbre en Venezuela

I
Hace unos meses anunciaron un paro del transporte “público” en Maracaibo. Una ciudad donde mayoritariamente el transporte lo realizan particulares en los “carritos por puestos”, y en mucha menor medida los autobuses o buses. Consciente del caos que habría en la mañana, día anunciado para llegar a mi trabajo, decidí no preocuparme mucho. Realicé mi ritual de las mañanas sin cambio alguno y salí a la parada a tomar el autobús. Tal como lo habían advertido el día anterior, no estaban. Cambié mi rumbo: me dirigí a una avenida principal, me detuve en una esquina y esperé. Minutos después un “carrito por puesto pirata”, es decir, no agremiado a una asociación de transporte; llegó y sin mucho apuro lo abordé. Andando ya, el chofer nos informa que el es costo es Bs 400, es decir 100 % más del costo autorizado por la Alcaldía. No tenía vuelta atrás, ya estaba montado y en camino.
En las paradas y esquinas observo grupos de trabajadores y trabajadoras esperando tener mi misma “suerte”. Los pocos autobuses, minibuses y hasta “chirrincheras” iban abarrotados. Llegamos a una de esas paradas, un par de pasajeros se bajan, cuando otros intentan abordar el chofer les advierte rápidamente del costo y estos retroceden. El salario ya no da para pagar ni un bolívar más, salimos con el dinero justo. Más adelante, una chica que lleva una niña, hace señas, el carrito se detiene, ella abre la puerta y se desarrolla el siguiente dialogo:
Chofer: ¡Son cuatrocientos! ¿Te sirve?
La chica sorprendida: ¿Por qué?
Chofer: ¡Hay paro! Y no voy a trabajar gratis.
La chica ahora sumisa: no lo sabía… gracias por parar.

II
Esta última escena, me dejó pensativo y tomé notas. Ahora las retomo y articulo estas reflexiones.
Pudiese comprenderse que en una situación excepcional surjan los especuladores. En nuestra realidad es una situación normalizada. La vida cotidiana está plagada de estas escenas, hasta el punto que puede uno llegarse a preguntar ¿En dónde no hay especulación? Y le aseguro que encontrar la respuesta no será cosa fácil. Los precios de cualquier cosa que se pueda comprar varían de tal manera que no se puede explicar tal comportamiento. Con muy pocas excepciones, hasta los economistas nos especulan haciéndonos pasar opiniones o juicios de valor por resultados de investigaciones.

La especulación es uno de los tantos rostros de la corrupción. La corrupción es similar a un poliedro, que posee múltiples lados, pero un solo centro. El que especula (corrupto), cuando se le interpela, alega en su defensa que lo hace por necesidad. En el caso del chofer del carrito por puesto, cobra lo que le parece, pues él tiene que comprar cauchos, batería, repuestos, alimentos, entre otros; a los precios que los que lo tienen les parece. Y así tenemos una cadena, de la cual la mayoría de los venezolanos forma parte. Los que vivimos del salario, pues a apretarnos hasta asfixiarnos. Quienes especulan a gran escala, es decir corruptos de grandes ligas (comerciantes, empresarios y burócratas), lo hacen por codicia y son los que se llevan la gran parte de la ganancia. Los especuladores (corruptos) del final de la cadena, los multiplicadores, solo logran las migajas para sobrevivir.

Ante esta realidad, percibo que la actitud de la chica que se embarca al final en el “carrito por puesto” es la que prevalece. Es decir, frente a la corrupción, las reacciones van desde el conformismo, la resignación hasta el agradecimiento. Conformismo, pues esto es mejor que nada y hay que ser parte de ello. Resignación, pues qué le vamos a hacer, somos minoría los que podemos hacer algo. Agradecimiento, pues “gracias a Dios que tenemos”, caro, pero tenemos; hay gente que ni siquiera tiene para comprar caro, casi que “gracias Sr. Corrupto”.

Sobre la aproximación de lo que es la corrupción Leonardo Boff, desde su lectura teológica la define como una “herida interior” y examina el ejercicio filológico que realiza San Agustín de la palabra “corrupto”: “es tener un corazón (cor) roto (ruptus, de rompere)”.

Es una visión subjetiva que considero que concuerda con la naturaleza del fenómeno.
Para Boff la razón que hace posible la corrupción es el poder: “uno de los arquetipos más poderosos y tentadores de la psique humana; nos proporciona el sentimiento de omnipotencia y de ser un pequeño «dios»”. Y prosigue afirmando: “Ese poder se materializa en el dinero. Por eso las corrupciones que estamos presenciando envuelven siempre dinero y más dinero. Hay un dicho en Ghana: «la boca ríe, pero el dinero ríe mejor». El corrupto cree en esta ilusión.”
Boff es lapidario en su escrito al proponer “desenmascarar al corrupto, dejándolo desnudo delante de su corrupción, y la pura y simple expulsión del paraíso, es decir, sacar al corruptor y al corrompido de la sociedad y meterlos en la cárcel.”

III
No existe una historia oficial de la corrupción en Venezuela y de haberla seguro que alguien ya habría pagado para desaparecerla o hacerla a medida de sus intereses. Quizás Francisco Herrera Luque, a pesar de su sesgo positivista en su obra “Viajeros de la Indias” brinde algunas pistas sobre los orígenes de la corrupción al explorar algunos aspectos poco alumbrados de la colonización de nuestro país, en sus palabras las causas de la “conducta psicopática” en el pueblo venezolano.

En mi opinión la corrupción también surge en tiempos de ausencia de certidumbre, es decir cuando existen grandes limitaciones para calcular el futuro. Para ello invito a realizar un necesario, aunque rápido recorrido por nuestra historia contemporánea.

Me remito a las condiciones que generaron el ascenso de un proyecto revolucionario en nuestro país, los cuales parten de una crisis que comienza en los ochenta donde se expresan los síntomas del agotamiento del modelo de democracia representativa, el aislamiento de las cúpulas partidistas (Acción Democrática y Copei fundamentalmente) de la problemática de los venezolanos, la orientación neo-liberal prevaleciente en la dirigencia política, la disminución de los ingresos petroleros, un tejido empresarial parasitario, entre otros; los que combinados generaron los detonantes para eventos como el Caracazo y el intento de golpe de Estado de 1992. En estas décadas la incertidumbre prevaleció, los venezolanos teníamos grandes limitaciones para calcular el futuro. Una de las situaciones más relevantes en ese momento para los venezolanos era la corrupción generalizada, que profundizaba cualquier problemática imaginable.

Chávez al irrumpir en el escenario político venezolano, lo hace en una perspectiva mesiánica. Oferta la construcción de un nuevo orden, que se expresa en su propuesta de convocar de manera democrática la construcción de un nuevo pacto social (en palabras de Juan Jacobo Rousseau). Sobre este pacto se erigirá el futuro. Mayoritariamente los venezolanos asumimos este relato propuesto por Chávez. Dicho de otra manera, Chávez promovió un marco para construir este nuevo orden, basado en la democracia participativa y protagónica, una nueva economía. Chávez igualmente logra contribuir a la elevación de los precios internacionales del petróleo y en consecuencia al aumento de la renta petrolera para sustentar materialmente el Plan. En otras palabras, convocó a cesar los comportamientos corruptos para construir un país y logró generar certezas.

Los venezolanos y venezolanas no contábamos con una vida corta para Chávez y que este no construyera una vanguardia política organizada y fortalecida para la continuidad del proyecto para la construcción del socialismo. No contábamos que las estrategias del disimulo que Cabrujas predicaba, seguía soterrada en el imaginario venezolano. Y finalmente Maduro no contaba con la dura tarea de liderar el proceso después de Chávez. Con lo que si contábamos es que la oposición seguiría obstinada y con financiamiento permanente para seguir persiguiendo sus objetivos.

Maduro entonces asume la conducción de un proceso revolucionario, que no previó la desaparición física de su líder fundamental. Asume la tarea de validar el relato que Chávez a pesar de las contradicciones en la revolución logró mantener hasta el final. Maduro a mi juicio todavía no logra terminar la tarea. Y esta es fundamental, pues de ella depende en gran parte la hegemonía del proceso revolucionario.

Hoy lo que está en crisis es el relato del proceso revolucionario. No hay liderazgo capaz de validarlo, lo que da oportunidad a la oposición para discursivamente irrumpir y acentuar las contradicciones del gobierno, del proceso revolucionario. En consecuencia, lo niveles de incertidumbre son elevados y el poliedro que es la corrupción multiplica sus caras.

El peligro de no hacer nada frente a la corrupción que profundiza nuestros problemas, nos pondría en un camino sin retorno a una situación donde de manera unidireccional y por la fuerza se imponga un orden que no responderá a los intereses del pueblo venezolano, aunque contradictoriamente cuente con un apoyo importante de él, tal como Norbert Lechner describe el proceso en Chile al final del gobierno socialista de Salvador Allende.

IV
Parafraseando a Boff los venezolanos y venezolanas tenemos el corazón roto y esta herida magnifica nuestros problemas sociales, económicos, político, entre otros. Asumo de manera deliberada este enfoque subjetivo, porque es desde esta perspectiva que podemos identificar como avanzar en lo concreto.

Boff es lapidario al terminar su escrito afirmando: “Hasta hoy no hemos encontrado cura para esta herida interior.” Lo que inevitablemente me obliga a proponerles que nos preguntemos ¿Cómo sanar está herida?
En nuestra realidad actual es necesario interrogarse también ¿Sólo basta validar el pacto fundamental, es decir la constitución?, ¿Sirvió eso en el pasado?

Considero que con la Constitución de 1999 se aportó porque brindo un marco que permitió incrementar la justicia social, al poner al servicio de pueblo gran parte de la renta nacional; por otra parte habría que preguntarse si la impunidad decreció y seguro concluiremos que una de las deudas de nuestra revolución es la justicia en el sentido clásico, parafraseando a Oscar Arnulfo Romero, el sistema judicial venezolano sigue siendo “una serpiente que solo muerde a los que tienen los pies descalzos”.

Hoy es necesario la validación colectiva (consensual en lo posible) del relato de justicia social que promulga la revolución bolivariana, consolidar liderazgos capaces de conducir esa validación (y coherentes con esta) y una base social organizada (en múltiples expresiones no cooptadas por el partido, Estado o burocracias) con fuerzas para hacer viable las soluciones necesarias en lo político, social, económico y cultural. Esto permitiría crear certidumbres y convocar por la vía de los hechos a los venezolanos y venezolanas a valorar que lo alternativo a las prácticas corruptas es más sustentable.


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Jesús Alberto Rondón

Sociólogo. Se desempeña como Facilitador en el Inpsasel, ha sido electo Delegado de Prevención (2011-2013 y 2013-2015) y es Vice-Presidente del Consejo de Vigilancia de la Caja de Ahorros de los Trabajadores y Trabajadoras del Inpsasel (2.011).

 jesusalbertorondon@gmail.com      @JesusRondonVen

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