Hay una palabrita que anuncia la pudrición, de lo que ella encierra, y de lo que ella es como esencia; y de cuya invocación abusan en demasía, actores que creyéndose educadores o impregnados de Política en alguna otra expresión del poder de esta ciencia de la funcionalidad social. Palabreja que introduce en cualquier discurso o conversación la torva sospecha de que quien la ha dejado escapar del cerco de sus dientes como decía Homero, no es más que un vulgar mercachifle o mercachifla que no tiene la más mínima idea de la Política y de la educación como una de sus expresiones y de sus prácticas más genuinas. Esa palabrucha es NEGOCIO. Su corpus fonético es como la condensación de esa cosa horrible que llaman Marketing, que es como decir la negación de la Política orientada hacia el bien común, y particularmente de una de sus vertientes más elementales: la Educación.
El NEGOCIO es la dinámica de la mercancía, sin la cual sería imposible concebir el sistema capitalista. Si hemos acordado que el capitalismo es el gran causante de la pobreza y de todos los infortunios que ha padecido la humanidad desde el triunfo de la burguesía industrial, entonces tendríamos que coincidir que la palabreja NEGOCIO, suena horriblemente mal en cualquier ámbito educativo.
En ese sentido hemos presenciado una proliferación asquerosa de “Universidades” privadas, amén de otros institutos de educación preescolar primaria y secundaria igualmente privados, en las dos últimas décadas. Quizás para el próximo año se abra un debate nacional sobre un problema de soberanía, entre otras calamidades que entraña la “Educación Privada”. ¿Quiénes son las mercachiflas o mercachifles dueños del negocio de la educación en Venezuela? Aparte de cobrar de lo lindo, llenándose los bolsillos como cualquier pulpero de mercado, ¿cuál es la calidad de su enseñanza? ¿Qué tipo de historia y de Patria enseñan? ¿Qué clase de ciudadano están formando?
Sin duda que la política internacional de cualquier País, todavía inmerso en las garras del sistema capitalista, tiene la imperiosa necesidad de negociar con otros países, materias primas o transferencia tecnológica, entre otras transacciones, antes que impulsado por la fuerza de una liberación Política, comience a utilizar el trueque u otras formas de intercambio humanista. Pero resulta incongruente que se pretenda esgrimir el NEGOCIO en el accionar revolucionario que se dispone a enterrar una cultura nefasta basada en el precio y la ganancia, donde sin duda queda una mayoría empobrecida y sumida en la miseria.
Queda claro que la revolución no negocia, la revolución Bolivariana quiere a su Pueblo.