La sardina actualmente predomina en la gastronomía venezolana. Sí habláramos en términos hípicos, diríamos que está galopando a los favoritos de la competencia y dejándolos bien atrás: al pargo, al mero, al atún.
El pueblo recurre a la sardina por haber sido siempre más barata que el resto de los productos alimenticios provenientes del mar. Pero ya los comerciantes inescrupulosos de las pescaderías, al darse cuenta del aumento de su demanda, comenzaron a aumentar su precio.
Los precios exagerados de los pescados y otros productos marinos no se justifican. El gobierno bolivariano tomó medidas para favorecer a los pescadores artesanales: prohibió la pesca de arrastre en la costa, les dio crédito para adquirir embarcaciones, motores, repuestos y utensilios de pesca.
En Puerto Cabello se instaló una sucursal de Pescalba, empresa que tenía el objetivo de promover la producción en la pesca, que garantizara la soberanía alimentaria, a fin de proteger a los trabajadores del mar y a la población para que adquiera productos marinos a precios accesibles. Además los pescadores cuentan con el precio de gasolina más barato del mundo.
Los pescadores favorecidos por estas medidas tienen la obligación de arrimar su producción a Pescalba. Pero en estos momentos, Pescalba en Pto. Cabello ya no funciona. Los pescadores entregan su producción a kioscos detallistas que atienden al público en la orilla de Playa Blanca.
En resumen, las grandes inversiones usadas en Pescalba se han ido inutilizando, ocasionando pérdidas a la nación y el pueblo está siendo perjudicado por los precios especulativos que venden al pescado.
¿Y las autoridades? Bien gracias. Que el pueblo se joda.
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