La revolución bolivariana, hasta este momento, y en planos simplistas se divide en tres. Una revolución que se desgarra las vestiduras por preservar un proceso socialistas, y lucha, a pesar de sus contradicciones internas por hacer práctica de su teoría, siendo cónsonos con sus ideales. Otra revolución bolivariana, que con dudas, está en el proceso revolucionario pero no tiene mayor problema en mutar en el momento que sea necesario sin afectarse éticamente, y otra, la que parece estar sobre el control de gran parte del poder del Estado, la revolución boliburguesa corrupta, que ha hecho de la revolución un nicho cuartorepublicano de prácticas corruptas pintadas de rojo-rojito.
En cualquier parte de la administración pública central, regional o municipal, la gente lo único que habla es del despilfarro, la opulencia o la indiscreción de funcionarios de alto cargo, que a punta de comisiones han pasado de ser unos “bolivarianos pata en el suelo” a unos “boliburgueses hummeros”. Es realmente indignante observar como compatriotas y camaradas de discursos elocuentes se pelean diariamente por mantener en espacios de poder para garantizar que ese contrato de construcción le quede a fulano o perencejo, ya que ese me garantiza mi “tajada”. Igual es interesante observar como detrás, incluso de los eventos políticos nacionales o locales se mueve toda una mafia de intereses en cuanto a quienes son los que montan desde la tarima hasta el permiso para vender agua. Estoy indignado, y creo que eso se nota en mis palabras, pero más indignación me da al ver que quienes pueden tomar medidas en contra de esto, prácticamente están atados de manos, ya que o son cómplices silentes, o son víctimas del riesgo o peligro de meterse con estas mafias que han obtenido tanto dinero que podrían vivir hasta el 3464 si su miserable alma se los permitiera.
La “boliburguesía Hummera”, aquella que acapara posiciones en sectores medios y altos del proceso revolucionario han llevado a la revolución a un proceso de degeneración vertiginosa, en ocho años nos hemos descompuesto lo equivalente a cuarenta. Es que acaso no es posible generar una “razzia ética” que permita la depuración revolucionaria, o ¿será que estamos tan contaminados culturalmente que hacer esto es quedarse sin gran parte de la población o de los votos? Responderá esta circunstancia a una condición cultural, o un proceso político que con las “bolas” necesarias asuma enfrentar la corrupción podrá cambiar lo que ya pareciera ser una práctica cotidiana. ¿Acaso alguno de nosotros esta absuelto de algún apto de corrupción?, ¿cómo en una sociedad como la nuestra se supera la tentación de la corrupción?
Es inagotable el tema, pero más inagotable son las consecuencias de la ambición y el egoísmo que genera que los individuos quieran más de lo que necesitan. ¿Cuándo llegará la revolución anticorrupción?
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