La ley del más fuerte o darwinismo social

(VIDEO) En Venezuela los ricos no lloran por "las tres papas"

Supermercado del Este de la ciudad

Supermercado del Este de la ciudad

Credito: aporrea tvi

El confort que brinda un supermercado del Este es distinto a los supermercados del Centro u Oeste

El confort que brinda un supermercado del Este es distinto a los supermercados del Centro u Oeste

Credito: aporrea tvi

Trabajadores y clientes de un supermercado del Este

Trabajadores y clientes de un supermercado del Este

Credito: aporrea tvi

Estos son precios no actualizados, no sabemos a cómo se cotiza el cartón de huevos en este comercio

Estos son precios no actualizados, no sabemos a cómo se cotiza el cartón de huevos en este comercio

Credito: aporrea tvi

Haciendo un recorrido por varios sitios de Caracas pudimos observar los grandes contrastes que vive Venezuela reflejado en distintos comercios de la gran urbe capital, donde la comida es el principal tema de conversación y el objetivo por el cual los venezolanos luchan para poder llenar 'el tanque' según el coloquio popular y es que las realidades del país se entrecruzan cada vez menos a raíz de que el dólar es el que marca el son al que bailan los venezolanos.

No es la misma realidad comprar en Carapita, Antímano, La Vega, Catia, Petare que Quinta Crespo, Guaicaipuro, Central Madeirense, Unicasa o los camiones de los "gochos" como son conocidos los vehículos que traen desde Los Andes grandes cantidades de verduras y hortalizas a los centros urbanos, y mucho menos, todos estos con el mercado de Chacao, Gama Express, Plan Suárez  y de estos a los bodegones del Este o al exclusivo súpermercado La Muralla en el Hatillo. 

En Antímano, Catia, La Vega, Carapita, la gente deambula desesperada, frustrada tratando de estirar su presupuesto y sin embargo, en esas comunidades se ven grandes diferencias: están los que cargan divisas por el envío de remesas, otros se rebuscan revendiendo en dólares, en franco contraste con aquellos que constituyen la mayoría, empleados públicos, pensionados, niños mendigando con el hambre en sus caritas, mujeres macilentas caminando como si lucharan con el viento para no caerse, hombres que una vez fueron apuestos, con ropa raída, zapatos sucios y rotos, sentados en bancos, debajo de puertas, mirando a los que van y vienen con paquetes y bolsas de comida.

En cuanto a los mercados identificados como populares, se observa el ir y venir de compradores, no obstante allí también se puede ver que los consumidores dentro del mercado manejan mas recursos, mientras que los de afuera, son personas más humildes, que van "sabaneando" en búsqueda de mejores ofertas, demás está decir que salir del mercado es toda una aventura por el desorden, la algarabía, el andar mosca para evitar cualquier peligro, aunque en realidad los que hacen vida comercial en ese sector aseguran que a pesar del tumulto, la zona no es mas peligrosa que otras de la ciudad. En el mercado también están los que sufren, que recogen mercancía que ha sido descartada y quienes martillan a comerciantes con lo que sea para ellos o sus mascotas.

Una realidad angustiante se vive también en los supermercados de la maltratada clase media baja, comercios que otrora llenaban los anaqueles de variada mercancía, han ido reduciendo o eliminado departamentos, como es el caso del Central Madeirense, aquí la clientela que acostumbraba a llenar el carrito de compras, ahora se ve cargando muy pocos productos, aunque hay quienes hacen gala de su suerte o fortuna, como el caso de un cliente que vimos, tal vez de origen árabe, rubicundo y con un pantagruélico abdomen, que en contraste con los demás, llevaba el carro repleto de carne, queso, pan, leche y demás delicatessen, lo que causaba una evidente envidia en quienes lo rodeábamos. Y a esos niveles está la población, envidiar comida, bebidas, golosinas, cualquier producto de consumo, es un bien muy deseado y cotizado por los que apenas alcanzan a comprar arroz, harina, y cualquier fuente de proteína.

La mayoría de los camiones administrados por andinos del Tachira se ubican de jueves a sábado en diferentes puntos de la ciudad, dependiendo de la zona, ellos tasan su mercancía, así como la calidad de sus productos, mientras más "alta" la urbanización, más bonita, fresca y costosa la mercancía. Acá se ve lo mismo, gente comprando con cautela, con temor a pasarse y otros  que cargan mercados de verdura y hortalizas como para ejércitos de vegetarianos, mientras, pudimos observar, a niños que van recogiendo del camión del aseo los productos magullados, pasados o podridos, a la misma velocidad que los descarga un adolescente trabajador, con la misma velocidad los infantes recogen lo que puedan desde las fauces del camión, para llenar sus morrales tricolor, "el morral de Chávez", uno de los símbolos de los que andan más "pelando" por todo el país. 

Y así vamos llegando a los Gama, Plan Suárez, donde se mueve la clase media compradora, que no deja de consumir, que no anda muy preocupada por lo que lleva en la cartera, donde se ven correr por las cajeras, grandes sumas en dólares, desde 100 pá rriba, que si Zeller, "pago con esto y completo con esto"  las filas de gente esperando con impaciencia los retrasos que ocasiona esta facultad de pagos en divisas, lo raro acá es ver bolívares, al uno ver de reojo las cajas registradoras, lo que se ven son dólares, nada de bolívares, porque tampoco se consiguen en los bancos, y porque ahora todos quieren dólares.

Al llegar a La Muralla, en el Hatillo, se encuentra uno con lo más exclusivo, porque allí hay de todo lo que no se encuentra en los demás supermercados, mercancía importada, tipo VIP, productos traídos de Asia, Europa, EEUU, de todas partes, mieles, frutos secos, almendras, pistachos, orejones, vinagres de todo tipo, quesos exquisitos, vinos, carnes de primera de toda índole, manzanas, peras, caquis, turrones, arroz basmati, arborio, de suchi, aceites de oliva de cualquier país productor, golosinas, bebidas y cereales de cualquier variedad, en fin, el sueño de cualquier gourmet, sibarita o glotón. Allí se ve a la gente más  pudiente, los ricos,  alternando con la clase trabajadora representada por las cajeras, dependientes y demás empleados de este negocio del alimento. Cualquiera que se atreva ir allí con menos de 100 dólares sentirá que no encaja en ese mundo glamoroso de las manzanas galas, granny,  fuji, golden; turrones, bacalao, cangrejos del norte, y demás delicatessen, la crema de la crema en materia de alimentos.

También pasamos por El Forum, un supermercado iraní localizado en la antigua Central Madeirense, dentro del Centro Comercial Ipsfa de Los Próceres, de acuerdo a algunos testimonios y mensajes que decían que se encontraban buenos precios, nos hizo llegar hasta allí, y de verdad que estaba bastante lleno de gente, aunque los precios de productos tanto nacionales como importados no tenían mucha diferencia con los precios de los negocios del Este, sólo uno que otro rubro más económico como los jojotos dulces, y la posibilidad de adquirir aceite de oliva y de queso parmesano porque ofrecen presentaciones en pequeñas cantidades. Hay productos que están minimamente por debajo así como otros por encima. No hay precios populares, tal vez la leche que si estaba el día viernes por debajo de los precios de la mayoría de los negocios de la ciudad, sin embargo el papel higiénico, los fimbres y la yuca no estaban a precios muy solidarios que digamos.

La única realidad contundente es que Venezuela es un país dolarizado y cada vez el dólar pisa más fuerte, y como dicen algunos del Gobierno, lo dijo el Presidente a través de los medios, que el dólar había dinamizado la economía, no obstante tal vez lo ha hecho de una forma criminal, donde los más fuertes llevan una vida de lujos y los más débiles sobreviven de forma desesperada. Muchas personas humildes, recuerdan la época de Chávez como la mejor porque les permitió vivir con cierta holgura, pero como La Fiesta de Joan Manuel Serrat nos recuerda que hace rato, todo llegó a su final: 

Vamos bajando la cuesta,

que arriba en mi calle se acabo la fiesta, 

Vuelve el pobre a su pobreza

Vuelve el rico a su riqueza
Y el señor cura a sus misas
 
Se despertó el bien y el mal
La pobre vuelve al portal
La rica vuelve al rosal
Y el avaro a las divisas

 

*Y para demostrar parte de esta realidad, desde varios puntos de la zona metropolitana de Caracas y alrededores, hicimos unas breves entrevistas a varias personas que atraviesan por estos avatares:

¿Qué es lo que más le afecta de esta crisis?

Francisco Ledesma de Charallave: El transporte y la falta de efectivo, me limita la movilidad, el banco nunca da lo suficiente y a veces tengo que caminar o pedir cola a amigos, pero es muy incómodo.

Betty Olivares: De Mamera. A mi me cuesta completar para la comida, cada vez me alcanza menos la plata. En mi casa se come lo que se puede, no lo que queremos comer. Cualquier cosa para llenar el buche. La prioridad son los nietos, a veces comemos arroz con mantequilla, de la brasileña, la barata o la que venden detallada. Cuando tenemos la bendición de comer pollo, freimos el cuero para sacarles la grasa y usar esa grasa para cocinar porque el aceite sale entre 1,50 y 2 dólares, un paquete de harina de maíz está en mas de 1 dólar, tenemos tiempo sin comer carne, porque quién puede pagar casi cuatro dólares por 1 kilo.

Sara Iriarte: A mi me angustia el hambre que veo en la calle, soy de Caraballeda, La Guaira, y al salir de muchos negocios veo a niños pidiendo comida, a veces voy a mi casa para darle una arepa a un niño lindo que siempre esta en un Farmatodo buscando comida.

Verania Torres Santana: Soy de Maturín, pero tengo 20 años viviendo en San Benardino, y yo siempre creí que era de la clase media, pero ahora me doy cuenta que soy pobre, porque muchas veces en mi casa nos acostamos sin comer, tuve que aceptar la caja, pero no trae nada de proteínas, así que toca a veces comer las arepas sin nada.

Celina González: Soy de Macuto, La Guaira, y tengo seis meses sin gas, tengo que cocinar en una arrocera y en un sartén eléctrico, pero cuando se va la luz, me pongo a llorar y me doy cuenta de lo mal que estamos. Tengo una bombona grande y adonde vivo ya no viene el camión, hay que trasladarse a un llenado que hay en la zona de El Palmar y no tengo forma de hacerlo, soy diabética, de la tercera edad, debo guardar cuarentena porque soy vulnerable al coronavirus y no tengo vehículo ni nadie para que me haga el favor de llenarla porque es muy voluminosa, extraño los tiempos que la compañía de gas llegaba a la puerta de mi casa y los trabajadores me la cambiaban.

Eugenia Rangel, de El Cementerio: Ay, esto es una calamidad, aquí sufrimos por todo, no hay agua, no hay gas, no tenemos efectivo y menos dólar. Nosotros pasamos hambre, y la caja no da para todo el mes. Yo lloro porque no vemos la luz, hasta cuándo vamos a estar en esto.

Pastor Soler de El Paraíso: A dónde vamos a llegar, no sé, porque nada está bien. Somos infelices, mal comemos, mal vivimos y hasta ahora no veo soluciones, todo es un desastre. ¿Qué es lo que está bien? Pues nada.

Waleska Petit de Catia la Mar: Nosotros vivimos de la remesa familiar, de un pequeño negocio y del alquiler de un apartamento, sin embargo, palpamos la realidad, porque fíjense, recién contratamos a una muchacha para la limpieza de la casa y poco a poco le hemos tenido que ir aumentando el sueldo, darle bolsas de comida y ropa porque cuando nos contó que uno de sus hijos de 1 año de edad, pesaba 7 kilos, nos partió el alma y hemos decidido ayudarla.

Lo que se percibe es que ahora hay gente que se ha hecho o se están haciendo muy rica en gran constraste con la mayoría que no capta dólares, que no tiene para invertir y vender, que los pequeños negocios quiebran a granel, que vemos mas gente que busca en la basura, niños pidiendo algo de comer, ancianos que mueren de mengua, avergonzados de su situación e incapaces de irse del país o de buscar ayuda; así como una clase media que se deteriora cada vez más.

En Venezuela es bastante difícil conseguir estudios y estadísticas sobre la situación socioeconómica del país, sin embargo encontramos uno realizado por Encovi, el cual demuestra con números la dura realidad de la que no escapa casi nadie, sólo los más fuertes.

*Los nombres de algunas personas fueron cambiados a petición de los entrevistados.

 

Triste realidad, mientras un jovencito descargaba la basura en el camión, un grupo de niños entraba a seleccionar y recoger lo que pudieran del vehículo.

 



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