Esta semana se da cita en Caracas una amplia y nutrida representación de la intelectualidad alternativa latinoamericana y de todos los continentes para hacer un diagnóstico de la situación del mundo y elaborar una plataforma común que inserte su actividad en la de los movimientos sociales. El propio título del encuentro: En Defensa de la Humanidad, define sus objetivos y alcances. La idea de llevarlo a cabo se gestó entre intelectuales mexicanos y cubanos y luego de varios intercambios se logró realizar una reunión internacional en México en octubre de 2003 que ha servido de plataforma conceptual para llegar a esta mayor y mucho más representativa en la hospitalaria Venezuela hermana.
La idea central es que los intelectuales no pueden permanecer cruzados de brazos ni aislados de los movimientos populares en un momento como el que vivimos. Cuando el orden dominante en el mundo es profundamente injusto y genera pobreza, guerras de conquista y desigualdades crecientes. Cuando se pretende imponer una única forma de pensar y una cultura chatarra estandarizada, que desprecia las diferencias de todo tipo, a través del control centralizado de los medios masivos de difusión. Cuando se degradan los ecosistemas a un extremo tal que ha puesto en grave e inminente peligro de exterminio a todas las formas conocidas de vida sobre la tierra, y por lo tanto la del ser humano. Por todo ello es intolerable y éticamente inaceptable. Esta situación ha provocado fuertes movimientos populares de rebeldía en América Latina, que se niegan a continuar aceptándolo y ha creado la necesidad de un pensamiento alternativo basado en la mejor tradición latinoamericana y universal actualizadas. Es necesario, por ejemplo, preguntarse por qué Cuba ha resistido exitosamente a los embates imperiales cuando tantos arriaban sus banderas. O por qué la Venezuela bolivariana ha podido vencer todos los intentos imperialistas y oligárquicos en su contra pese a la descomunal ofensiva mediática interna y externa.
Está claro que este cuadro no puede analizarse fuera del contexto de los acontecimientos posteriores al 11 de septiembre de 2001. Después de esa fecha una potencia se ha arrogado el derecho de dirigir al mundo y controlar sus recursos naturales, ha decretado el fin del derecho internacional y adoptado como principio de política exterior la “guerra preventiva”, además de coartar las libertades civiles en su territorio. Si a ello se añaden las agresiones a Afganistán e Iraq, con su estela de muerte y terror y que el mismo grupo que ha concebido y ejecutado estas atrocidades continúa batiendo tambores de guerra en la Casa Blanca concluimos en la necesidad imperiosa de la reunión de Caracas en este momento.
Porque es indispensable enrolar en la red que nacerá en Caracas a cuantos intelectuales —en la acepción más amplia— estén dispuestos a trabajar por poner fin a este orden injusto, como también llegar a una serie de puntos básicos de acción común, dejando a un lado todas las diferencias políticas secundarias. Si de algo está requerido el combate contra el actual orden de dominación es de despojarse de todo ingrediente de sectarismo, tendiendo la mano a cuantos en América y el mundo estén dispuestos a luchar contra el neoliberalismo y por cerrar el paso a la pandilla fascista de Bush.
De lograrse esta unidad, nos otorgarían una enorme superioridad. Esta batalla es principalmente de ideas y las nuestras son superiores porque llevan el aval de su confirmación en la práctica social y porque somos mayoría. No son las armas las que van a definir quién vence en esta lucha porque el sistema dominante ha llegado a un punto en que todo su colosal aparato militar y represivo resultará desbordado por la rebeldía popular en marcha.
La cuestión está en organizarnos y en organizarnos muy bien para la Batalla de Ideas. Cómo hacer para organizar la difusión de las iniciativas. Cómo crear la red de redes internacional de rebeldes e inconformes que propone Pablo González Casanova. Cómo hacer para que un plan de acción le dé la vuelta al mundo en unas horas.
De Caracas no debemos esperar respuestas completas a estas preguntas, pero sí propuestas que avancen soluciones al fin de la dominación con todo su poderío, sus armas y sus ejércitos. Para decirlo con Martí: “no hay proa que taje una nube de ideas”.
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