Quienes tienen algún conocimiento de historiografía saben que la historia no se repite. Que cada momento de la historia tiene su dialéctica, sus condiciones objetivas y subjetivas propias y que, a lo más, es en el término de los fines, los medios, los intereses y las pasiones de los hombres donde puede hallarse similitudes. En verdad, la historia no se repite en su trazado dialéctico, pero sí se repiten, ¡y de que forma!, todos los infortunios y glorias, exaltaciones y disposiciones, probidades y traiciones, entregas e ingratitudes, ofrendas y ambiciones, luces y sombras de los hombres y sus intereses.
Desde luego, en el ámbito de lo humano, nada no es ajeno. Lo menciono por una experiencia académica de esas que justifican plenamente la hermosa y grave responsabilidad de ser historiador y docente. En el centro de un grupo humano, plural en su composición de género o clase social, del mismo modo que en sus posiciones políticas e ideológicas, sólo homogéneo en cuanto a la condición de jóvenes de estos participantes, correspondió un debate sobre el origen real del Estado Nación en nuestra Venezuela, habida cuenta de la manipulación por la cual la oligarquía fundadora de la IV República hace coincidir el nacimiento de la Nación Venezolana con lo decidido en el Congreso de Valencia de 1830 y todo lo anterior parece prehistoria apenas romántica, útil para sobremesas.
Se convino en investigar fuentes no solo ortodoxas, oficiales de la IV República, sino que, también aquellas que por no haber sido del gusto de autoridades en los 40 años de democracia representativa, corrieron la suerte del ostracismo editorial. Así que entre los materiales consultados está un ensayo sobre el Congreso de 1830, trabajado en las aulas apenas como material de apoyo, realizado en 1990 por mí, de cuyas páginas se extrajeron las siguientes citas:
"Abierta y decidida como estaba, por la oligarquía bancaria y latifundista la disolución de la República de Colombia, después del peligroso, -para sus intereses- Decreto de Confiscaciones y la condición de hombres libres para el pueblo luchador, cualquier argumento les pareció bueno, por rastrero que fuese, para destruir la credibilidad del Libertador entre el pueblo, así como, destruir la fidelidad y el cariño que tenía entre sus hermanos de armas. Es así qué, a pesar de que bajo la lógica de la historia lo acontecido puede explicarse, lo que jamás podrá hacer nadie es justificarlo. Jamás podrán justificar el atropello criminal orquestado por la oligarquía y sus marionetas de ocasión contra el hijo más grande que ha parido esta tierra.
A lo largo de un teatro del mundo ruin y canalla, José Antonio Páez se prestó diligentemente a ofrecer su figura e influencias por la consolidación del movimiento sedicioso, de modo que, desde el 15 de diciembre de 1829, nombra a Santiago Mariño, Comandante General del Departamento del Orinoco, encargándole, particularmente, la vigilancia de la frontera por los lados de la Nueva Granada. Llamó al servicio activo a cuerpos de milicia auxiliar con el objeto evidente de impedir que comisionados del Libertador pudiesen llegar de Bogotá y penetrasen en territorio venezolano. Entre tanto, la oligarquía afirma sus tentáculos alcanzando a través del Dr. Miguel Peña y del Dr. Diego Urbaneja, el control de los ministerios de Interior, Justicia y Policía, así como Hacienda y Relaciones Exteriores respectivamente.
De muy poco servirían los esfuerzos del Libertador por salvar a la República, de nada sirvieron los desvelos de Sucre o Urdaneta, pronto se vería que las causas que unían a todas las oligarquías de los Departamentos de la Gran República Bolivariana, no eran políticas o de formas constitucionales, la causa única de tal unión era el odio por la persona del Libertado y por el peligro que representaba para sus intereses mezquinos. Éste, consciente de esta dolorosa realidad, dirige una proclama a los 47 diputados reunidos en la capital y al pueblo, renunciando a todo mando, con palabras que dibujan los dolores de su alma genial,. En ella decía:
"Temiendo que se me considere como un obstáculo para asentar la república sobre la base de la verdadera felicidad, yo mismo he renunciado a la alta magistratura a que vuestra bondad me había elevado. He sido víctima de sospechas ignominiosas, sin que haya podido defender la pureza de mis principios. Quienes aspiran al mando supremo se han empeñado en arrancarme de vuestros corazones atribuyéndome sus propios sentimientos, haciéndome parecer autor de proyectos que ellos mismos han concebido."
La Constituyente envía una comisión a parlamentar con Páez, compuesta por Antonio José de Sucre, el Licenciado Aranda y el Obispo de Santa Marta. Páez no acude personalmente y ordena no permitir que estos hombres pisen el territorio venezolano, nombrando una comisión formada por Mariño, el Dr. Ignacio Fernández Peña y Martín Tovar.
En las negociaciones, se vio claramente que no habría satisfacción suficiente hasta hacer desaparecer la figura del Libertador y sus ideales. Tan es así, que la delegación venezolana, aportó ideas para organizar una especie de estados confederados, pero a condición de que fuesen absolutamente separados y alejados de la nueva nación, y excluyese de toda posibilidad de mando a quienes hubiesen servido a la República en los últimos diez años, en condición de Presidente o Vicepresidente.
Estaba claro lo que perseguía la "mesa de negociaciones", todos los reparos se dirigen contra quién es el obstáculo para alcanzar algún acuerdo: El Libertador Simón Bolívar. De tal modo que no ofrece dudas, la IV República nació como el fruto oscuro de la conspiración oligárquica basada en la traición a El Libertador y su proyecto político, económico y social."
Al concluir la investigación, unos y otros, todos los jóvenes, sobre cualquier condición o tendencia, guardaron un sobrecogedor silencio, mientras desde el cafetín, llegaban las notas del socorrido bolero en la voz de Felipe Pirela que decía: La historia vuelve a repetirse, mi muchachita dulce y bella.
Ustedes, ¿Qué creen? La ferocidad con que las oligarquías de nuestros países se oponen a toda posibilidad de cambios revolucionarios en la Venezuela de nuestros días, el odio terrible que profesan por la figura del presidente Hugo Chávez y sus planes de educación para todos, servicios sanitarios para todos, tierra para los campesinos, democratización del capital hasta ponerlo al alcance de todos, recursos provenientes de las riquezas nacionales para todos, en fin, una Venezuela para todos y no sólo para las élites oligárquicas.¿no les recuerda algo?.
El asunto es viejo, las clases ricas pueden tolerar cualquier cosa, o casi cualquier cosa, menos una: ¡Que se metan con sus bolsillos!. Al llegar a ese punto se les acaba toda tolerancia, incluso todo vestigio de amor a la patria. Prefieren una Venezuela invadida, rota, destrozada y bañada en sangre, antes que una Venezuela compartida. De ellos todo o nada. Sin vacilación se juegan a Rosalinda. Así que nadie debe extrañarse, no cejarán en sus intentos, se prestarán a cualquier marramuncia, agotarán hasta el último trago pero no se rendirán y el pueblo debe saberlo, especialmente en estos días cuando algunos hablan de reconciliación y olvido. No olvidemos nosotros, ellos.ni olvidan ni aprenden.