San Juan y la Batalla de Carabobo

San Juan Bautista y los españoles

El 23 de junio de 1821 la tensión en Colombia es extrema. Bolívar liberó la Nueva Granada del yugo español el 7 de agosto de 1819. El 17 de diciembre del mismo año funda formalmente la República de Colombia. Todas estas acciones forman parte del proyecto bolivariano delineado el 15 de febrero de 1819 en Angostura: crear y consolidar la Colombia bolivariana, todo un estado comunal anticolonial y antiesclavista, que proporcione "la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política". A las doce del mediodía repican las campanas de las iglesias de muchos pueblos caribeños de la costa del departamento de Venezuela. En las haciendas las esclavas, y algunos esclavos niños y viejos, tocan las minas. Un cinco por ocho amedrenta a los hacendados quienes, aunque saben que el repique de tambores anuncia el nacimiento de San Juan, les da mala espina.

El Comandante en Jefe Mariscal de Campo Miguel de la Torre habla con el Teniente Coronel Jacinto Perera que lleva el peso del Escuadrón del General y con el Brigadier Francisco Tomás Morales quien asume la División de Vanguardia como Refuerzo del flanco. Inmediatamente manda a reunir al Teniente Coronel Juaquín Dalmau, responsable del Batallón expedicionario "Burgos", al Teniente Coronel Tomas García, de la Primera División y al Coronel José María Herrera, de la Quinta División. Estos a su vez llaman al Teniente Coronel Simón Sicilia, responsable del Batallón del país "Cazadores del Infante Francisco de Paula", al Teniente Coronel Ramón Calderón del Regimiento de Caballería "Húsares de Fernando VII", al Teniente Coronel Tomas de Renovales del Regimiento de Caballería "Lanceros del Rey", al Teniente Coronel Andrés Riesco del Batallón expedicionario "1.º de Valencey", al Teniente Coronel Juan Nepomuceno Montero del Batallón expedicionario "Barbastro", al Teniente Coronel Josef Isturiz, del Batallón expedicionario "Hostalrich" (Refuerzo del flanco), al Teniente Coronel Diego Fragoso, del Batallón del país "Príncipe", al Teniente Coronel Domingo Loyola del Escuadrón de Caballería "Cazadores de Guías del General", al Teniente Coronel Antonio Gómez del Regimiento de Caballería "Dragones Leales a Fernando VII" y al Capitán Inocencio Mercadillo del 6º Escuadrón de "Artillería Volante". De la Torre sabe que cuenta con boveros sanguinarios desclasados que aunque son venezolanos odian a Bolívar y defienden los intereses de Fernando VII. Ordena que las tropas hagan el ataque por el frente y por el sur de manera de encerrar a esos guerrilleros pestilentes hasta aplastarlos.

San Juan llega a su altar

En cada hacienda caribeña del centro norte venezolano San Juan llega a su altar. Juan El Bautista ya no es símbolo de sumisión ni resignación al poder colonial, porque en los cumbes, particularmente en Curiepe, los esclavizados se erigieron en cimarrones y lo despatronizaron y lo desaclarizaron transformándolo en imagen libertaria. Los que no están peleando en Carabobo se acercan a la deidad para ofrecerle sus oraciones y ofrendas y agradecerle sus dones para que ayude al Libertador del Mediodía de América. A las 12 de la noche, el ritmo del culo e' puya del cumpleaños al santo hace crispar los nervios de los españoles.

Simón Bolívar está en la sabana de Tinaquillo donde reúne a la Guardia de Honor, creada por él en 1815 para garantizar la seguridad del Jefe Supremo. Era un cuerpo mixto de varias fuerzas: zapadores, granaderos, artillería y caballería. Para 1820 la Guardia constaba de dos brigadas que serán la columna vertebral en la conformación del Ejército Libertador de Carabobo. Bolívar echa un vistazo a las tres divisiones de su ejército de negros, indios y zambos que había reorganizado el 15 de junio de 1821. La primera a cargo de José Antonio Páez, y formada por los batallones Bravos de Apure al mando del Teniente Coronel Francisco Torres y los legionarios ingleses agrupados en el batallón Cazadores Británicos al mando del Coronel Thomas Ildeston Farriar; además de 7 regimientos de caballería. La segunda, comandada por el General de División Manuel Cedeño, y constituida por los batallones Tiradores al mando del Teniente Coronel Ludwig Flegel, y Pantano de Vargas al mando del Teniente Coronel Antonio Gravete, a lo que se sumaba un escuadrón de caballería. La tercera, bajo las órdenes del Coronel Ambrosio Plaza y constituida por 4 batallones: El Rifles a cargo del Teniente Coronel Irlandés Arthur Sandes, Granaderos de Colombia al mando del Coronel neogranadino Francisco de Paula Vélez, Vencedor de Boyacá dirigido por el Coronel alemán Johann von Uslar y el de Anzoátegui, comandado por el Coronel José María Arguidegui; completado todo esto por el Regimiento de Caballería "Guardia de Honor" al mando del Coronel Juan José Rondón. También está el general Rafael Urdaneta con el Ejército del Norte.

Bolívar agradece a las insomnes señoras de Guanare, quienes, trabajando incansablemente día y noche, pudieron lograr el cometido de coser con telas color azul y blanco el vistoso uniforme que lucen orgullosos los soldados en la formación de parada. Bolívar fija su mirada en los ojos de cada uno de los soldados. Sólo los latidos del corazón que al ritmo del culo e’puya de San Juan interrumpen el expectante silencio. El Libertador del mediodía de América los arenga: ¡Mañana seréis invictos en Carabobo!

Las aguas benditas

En horas de la mañana del 24 de junio, San Juan es devuelto a una casa para ser cambiado de ropa y prepararlo para la misa que se celebrará a las doce del mediodía en su nombre. Mientras el santo es preparado la gente se baña en el río para purificarse y recibir las bendiciones de San Juan. El pueblo, en su infinita sabiduría, sabe que las aguas están benditas.

Bolívar ordena que las divisiones modifiquen su marcha por la derecha y se dirijan al flanco derecho realista, el cual estaba descubierto, concibiendo una maniobra tendiente a desbordar el ala izquierda enemiga, operación que deben ejecutar las divisiones de Páez y Cedeño, en tanto que la división de Plaza deberá seguir por el camino hacia el centro de la posición de ataque.

Miguel de La Torre ordena al batallón Burgos que marche al norte a ocupar la altura hacia el Bravos de Apure, cabeza de la primera división, el cual después de cruzar el riachuelo de Carabobo, trata de escalar la pendiente para ir a la parte plana de la sabana. El Bravos de Apure se repliega dos veces por el violento contraataque del Burgos. El batallón Cazadores Británicos lo auxilia. Soporta estoicamente las cargas del ejército español. Pierde a su comandante Tomás Farriar y a 17 de sus oficiales superiores, pero permite que los "Bravos de Apure", se reorganicen y contraataquen de forma efectiva. Los batallones Infante y Hostalrich, que pretendían auxiliar al Burgos son neutralizados.

Miguel de La Torre, notoriamente preocupado por el repliegue de sus tropas, envía a los batallones Príncipe, Barbastro e Infante, para que mantengan la línea de combate. Lo hacen por poco tiempo ya que el grueso de la caballería de la primera división del ejército patriota entra por el norte de la sabana. Con el fin de hacer frente a este nuevo ataque, La Torre ordenó al Húsares de Fernando VII que cargase contra la caballería rebelde, pero esta unidad se retiró después de disparar sus carabinas. En ese instante por la mente de Miguel de la Torre pasa la lectura de la carta que le escribió el 3 de junio de 1821, el Coronel realista José Pereira, desde Guarenas: "Estos pueblos son más insurgentes que Bolívar y los que no siguieron a los rebeldes se fueron a los montes, de donde no los saca ni el buen trato ni ofertas, no cuento con un hombre que dé noticias de la posición del enemigo, ni menos que haga el menor servicio a favor nuestro".
A las doce del mediodía los esclavizados, niños, ancianos y mujeres, rinden honores a San Juan. Las voces negras entonan cantos al ritmo del culo e puya, el quitiplás y el malembe. El santo es paseado por todo el pueblo bajo el ritmo libertario: «Donde está el santo está el culo e puya» dicen en los cumbes.

Cae la Torre

Al final de la tarde de aquel 24 de junio, los batallones súbditos del Rey optaron por la retirada ante el ataque de la infantería y la caballería. Miguel de La Torre, con su gentilicio envuelto en nervios, ordena al regimiento de los Lanceros del Rey un último recurso: un ataque a la caballería colombiana. Era tal la altivez patriota del pueblo en armas, que el enemigo no sólo desobedeció la orden, sino que huyó ante la embestida de las fuerzas de Bolívar. Al entrar la batalla en su fase final, el 1º de Valencey forma cuadro y comienza a retirarse. El ejército insurgente persigue al ejército español, y lo lleva hasta Valencia. De los 4.279 efectivos que participaron en la batalla de Carabobo, los realistas perdieron dos oficiales superiores, 120 subalternos y 2.786 soldados. Por su parte, las bajas de los independentistas también fueron cuantiosas: Ambrosio Plaza resultó gravemente herido cuando rendía un batallón realista muriendo al día siguiente en Valencia, momento para el cual el congreso ya había otorgado su ascenso a General de Brigada. Murieron también en combate Manuel Cedeño y Pedro Camejo. Cuando destaparon algunos cadáveres, se encontraron con la sorpresa que catorce eran mujeres.

Manos, cuero y laure pa' tocá el cumaco

El 25 de junio de 1821, el Libertador Simón Bolívar le escribe al vicepresidente Francisco de Paula Santander desde Valencia: "ayer se ha confirmado con una espléndida victoria el nacimiento político de la República de Colombia". El sueño de Páez era sustituir al español, no vencerlo. En las haciendas caribeñas, mujeres, niños y viejos inundan de algarabía y fervor los cumbes. Una procesión al ritmo de los cueros pasea al santo hasta que se topa con San Juan Congo. El triunfo de Carabobo se esparce por toda Colombia: "cantos y fulías de una tierra hermosa pa' un pueblo que canta cuando va a llorar".

El pueblo deseoso de libertad con San Juan Bautista a cuestas va al frente de la iglesia y allí lo encierra. En esta se realiza el encierro de San Juan, en donde se «guarda» al santo representándose de esta manera el fin de la celebración. El Encierro de San Juan es realmente un acto simbólico, pues una vez adentrado en la iglesia, el Bautista es sacado de la misma por una de las puertas traseras y es llevado a escondidas nuevamente a la casa de algún esclavizado.

El mariscal Miguel de La Torre permaneció en Venezuela atrincherado en Puerto Cabello hasta julio de 1822. De acá es transferido a Puerto Rico, dejando el ejército español al mando de Morales. Éste capituló en agosto de 1823, luego de la derrota naval en el lago de Maracaibo el 24 de julio, contienda que selló la Independencia de Venezuela. Luego vendrían Pichincha y Ayacucho.

Bolívar escribe a Caracas

El 30 de junio de 1821, Bolívar desde Caracas se dirige al pueblo: "Caraqueños: Una victoria final ha terminado la guerra de Venezuela. Sólo una plaza fuerte nos queda que rendir. Pero la paz, más gloriosa que la victoria, debe ponernos en posesión de las plazas y de los corazones de nuestros enemigos. Todo se ha hecho por adquirir la libertad, la gloria y el reposo; y todo lo tendremos en el curso del año.

Caraqueños: El Congreso General con su sabiduría os ha dado leyes capaces de hacer vuestra dicha. El ejército libertador con su virtud militar os ha vuelto a la patria. Ya, pues, sois libres.

Caraqueños: la unión de Venezuela, Cundinamarca y Quito, ha dado un nuevo realce a vuestra existencia política y cimentado para siempre vuestra estabilidad. No será Caracas la capital de una República; será sí, la capital de un vasto departamento gobernado de un modo digno de su importancia. El Vicepresidente de Venezuela goza de las atribuciones que corresponden a un gran Magistrado; y en el centro de la República encontraréis una fuente de justicia siempre derramando la beneficencia por todos los ángulos de la patria.

Caraqueños: tributad vuestra gratitud a los Sacerdotes de la ley, que desde el santuario de la justicia os han enviado un código de igualdad y de libertad. Caraqueños: tributad vuestra admiración a los héroes que han creado a Colombia".

Carabobo: diáspora de libertad

El 23 de agosto de 1821, Simón Bolívar se encuentra en Trujillo, Virreinato de Perú. Allí escribe dos cartas a dos amigos. La primera al General José de San Martín: "Mi primer pensamiento en el campo de Carabobo, cuando vi mi patria libre, fue vuestra excelencia, el Perú y su ejército libertador. Al contemplar que ya ningún obstáculo se oponía a que yo volase a extender mis brazos al libertador de la América del Sur, el gozo colmó mis sentimientos. Vuestra excelencia debe creerme: después del bien de Colombia, nada me ocupa tanto como el éxito de las armas de vuestra excelencia, tan dignas de llevar sus estandartes gloriosos donde quiera que haya esclavos que se abriguen a su sombra". La segunda, al Director de Chile, Bernardo O’Higgins: "Desde el momento en que la Providencia concedió la victoria a nuestras armas en los campos de Carabobo, mis primeras miradas se dirigieron al Sur, al ejército de Chile. Lleno de los más ardientes deseos de participar de las glorias del ejército libertador del Perú, el de Colombia marcha a quebrantar cuantas cadenas encuentra en los pueblos esclavos que gimen en la América Meridional".

Las mujeres y hombres esclavizados celebran porque Bolívar los convirtió en libertadoras y libertadores. Veneran a Juan El Bautista porque era un revolucionario en su tiempo que se opuso a todo tipo de poder que humillaba a los más desposeídos. Saben "que la tambora es pa'l negro porque la sabe tocar, que el ritmo y el tongoneo de la negrita al bailar son cosas que tiene el negro porque San Juan se las da". Unos dicen emocionados "que de un cumaco chucuto nació la mata de ají, que es de melcocha la negra de caramelo y anís, porque el santo así lo quiso pa' los que nacen aquí". Un soldado exclama: "soy de curbeta soy, palitero de mina soy, soy de cumaco sí, amigo de San Juan, con la negra yo voy donde el merengue está donde hay un taqui-titá tiquitá-quitá".

Hoy existen San Juanes en los estados La Guaira, Miranda, Aragua, Carabobo y Yaracuy, en el Distrito Capital, hacia la serranía llanera como en Guárico y en muchas islas del Caribe. Allí la gente expresa sus promesas por la paz en Venezuela, por los derechos humanos en la hoy Colombia, por el pueblo Mapuche en Chile, por los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, por los trabajadores despedidos de Argentina, por la niñez y la juventud que infravive en las favelas brasileñas y por el cese de la usurpación de la dictadura gringa. San Juan da pa’ eso y mucho más. ¡Bolívar vive!



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Alí Ramón Rojas Olaya

Músico. Promotor cultural. Docente.

 elrectordelpueblo@gmail.com      @rojasolaya

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