Tonooro canto de pájaro en la poesía y el teatro

La cosmogonía imaginaria y simbólica de las comunidades originarias kariñas de la Mesa de Guanipa, asentadas en el centro sur del estado Anzoátegui y norte sur del estado Bolívar, han suscitado durante los últimos cincuenta años, cierta fascinación entre los poetas y demás artistas del oriente del país.

Autores como Gustavo Pereira, Helí Colombani, Lubio Cardozo, Santos López, Earle Herrera, Benito Yrady, Carlos San Diego, Néstor Rojas, José Canache La Rosa, José Pérez y Morela Maneiro, entre otros; han asomado en algún aspecto de su poesía el mundo kariña, su referente inmediato, su misterio ancestral, su cultura de la sabana, los vientos, los horizontes y la paz de su ámbito abierto y libre.

El poeta Carlos San Diego ha sido cuidadoso en su cercanía a este maravilloso legado, al que los antropólogos Jorge y Esteban Emilio Mosonyi dedicaran también estudios etno-linguísticos. En este sentido, el poemario Los mares mares, de Carlos San Diego, editado por el Ministerio de la Cultura en 2005, en la Colección Cada Día un Libro, señala significaciones y raigambres que entretejen valores y señales de un cosmos que, a pesar del desarrollismo y la contracultura contemporánea, preserva su esencia.

Ha sido la experiencia creativa, y la constancia en el día a día del "trabajo" cultural—ese mismo trabajo que no tiene un salario asignado, que no aparece en ninguna nómina pública o privada, que no recibe ni se sustenta en emolumento alguno, aunque esto resulte increíble—, durante más de cuarenta años, del poeta San Diego y del primer actor Noel Llovera, lo que nos convoca y conmueve. Principalmente, por un oficio noble, sacrificado, entregado a su comunidad sensible, desde el alma, mediante un talento sin tacha, sin rajaduras, íntegro y humanista, que con razón el vulgo llama —no sin dejos de despectividad—, "amor al arte".

"Akoodu tuweenenooka (Serpiente venenosa)

"Se esconde./ Se busca en la noche.// El rostro no me aparece.// La cascabel/ que se esconde del tabaco// la mascada toda la noche embuchada/ andando la sabana.// La sentí venir bajo los pies/ con misterio de lo sagrado roto.// La sentí como un enfermo/ que escucha hablar a su enfermedad.// Le pelé los ajos./ Con el viento/ desaparece en la vuelta de los tacamajacos" (Los mare mares, pág. 51).

Es costumbre del indio, del llanero, del campesino ser precavido ante las amenazas fortuitas de las serpientes. La cascabel, la mapanare, la tigra y la lora, tan letales, se espantan con ajo, tabaco y limón. La mascada y el escupitajo sientan la huella de la precaución, y el fruto en el bolsillo o las manos previenen al animal de una amenaza humana. Ambos instintos hablan el lenguaje del peligro y la muerte. Y la poesía y el teatro la representan ante nuestros ojos, como lúdica hazaña.

El primer actor Noel LLovera, nacido en El Tigrito, municipio San José de Guanipa, el 9 de abril de 1961, de padres margariteños y formación actoral en Caracas, al abrigo del prestigioso grupo Rajatabla de fines de los años ´70 y la década de los años ´80; es sumamente cuidadoso y profesional en transportar cada imagen poética de San Diego a su parlamento, en la obra Tonooro, canto de pájaro; extrayendo sus matices de tres obras del autor: Baldíos (2002), Los mare mares (2005) y Espíritus compañeros (inédito). De este modo, el actor es el indio y su voz, su imagen corpórea y su sentido del ser.

Realmente resulta magistral esta interpretación, por su fidelidad, seriedad y actualidad.

La observancia que hace Noel Llovera de ese medio natural que le es familiar, común a su raigambre ancestral insular y local, sumado a su inteligente trabajo al darle forma gestual a la poesía de grandes autores hispanoamericanos; encontró tierra fértil en la obra de Carlos San Diego para llevar a cabo un montaje sorprendente, por su lirismo, escenografía y valor sustancial de la identidad originaria de Venezuela, en esa obra denominada TONOORO; la cual se mantiene en escena desde hace ya quince años, consolidándose en el tiempo a pesar de la crisis socio-económica del país y de los estragos del virus del Covid-19.

Sin embargo, en TONOORO no se trata de improvisar un monólogo ni de ensamblar la textualidad como un collage de segunda mano. No es el resumen de una poética personal. Nada de eso. Es la voz de una imaginario indígena que expresa la libertad y el dolor mediante una puesta en escena que en su progresividad nos muestra la cosmogonía de la comunidad kariña desde el lado humano de sus pobladores (creencias, derrotas, anhelos, costumbres, espiritualidad y hábitat); y en igual medida desde la sensibilidad de un poeta que se ha ocupado, con persistencia y respeto, a darle una valoración, no sólo estética sino sociológica y religiosa, visitando durante décadas las comunidades de Taskaabaña y Kashaama, en el corazón de la Mesa de Guanipa; y de Santa Clara y Guasey, en el municipio Monagas, predios donde nació el poeta Carlos Ramón Ostos (Carlos San Diego), el 17 de noviembre de 1964, en el pueblo de base rural y perfil agropecuario, San Diego de Cabrutica.

Durante una década y media, el primer actor Noel Llovera ha realizado diversas versiones, todas enriquecidas, todas novedosas y muy profesionales, de la obra TONOORO, que en lengua indígena kariña significa "Pájaro" o canto de pájaro. Y esto es bueno repetirlo, porque se trata de una trabajo constante, sin ninguna fuente estable de financiamiento, sin una base institucional seria que la respalde. Sólo constancia y empeño humanos de un pequeño equipo que no pierde sus fuerzas ante la ignominia y el abandono, la indiferencia y el olvido.

Escenarios de Caracas, Nueva Esparta, Anzoátegui, Sucre y Bolívar; bajo la dirección de Arturo Santoyo y la musicalización de Luis Urquiola, han disfrutado de este trabajo, repito, desprendido, amoroso y valorativo de una raigambre ancestral significativa y trascendente, si tan sólo consideramos que la comunidad kariña se asienta justo sobre el corazón de la llamada Faja Petrolífera del Orinoco, con todo lo que eso significa, frente a la industrialización, la imposición del metal y nuevas costumbres y valores, además del irrespeto a su terredad, a su visión de mundo, a su paz ancestral.

El petróleo se les erige como figura del diablo, no sólo como elemento opresor y violento, sino como castrador y opacador de su delicada pervivencia en ese espacio. No pocos han sido los enfrentamientos con autoridades del petróleo por la contaminación ambiental, la invasión de tierras propias, heredadas muchos antes de la colonia y la vida republicana; la así como la imposición de medidas y autoridades militares y de poder político o jurídico, en flagrante desconocimiento de sus derechos humanos.

Como primer actor, Noel LLovera marca una interesante hoja de trabajo durante más de cuatro décadas, a saber: "La honesta persona de Sechuan", "La vida es sueño", "Ramón Terra Nostra" (con el Teatro Rajatabla), "La ópera de Esmirna", "Sueño de una noche de verano" (con Teatro del Contrajuego), "Romeo y Julieta" (con la Compañía Nacional de Teatro), "La Revuelta" (con el Grupo de Teatro Moriche); además de su participación en las películas "Jericó", "La gloria de Mamporal" y "Sonata del Pajarillo". A la par de este desempeño, acumula una importante experiencia como tallerista de técnicas de actuación teatral, fundamentalmente con niños, niñas y adolescentes.

TONOORO alude, desde la poesía simbólica de Carlos San Diego, y la poesía gestual del primer actor Noel Llovera, esa libertad interna y externa comprometida desde diversas vertientes: Petróleo y poder, discriminación y opresión contrapuestos a un mundo de base comunitaria pacífica, entrañable con su medio ambiente, en perfecta armonía natural con cuanto le rodea.

La sustancia lírica en la que se sustenta la obra teatral Tonooro, partiendo de los tres libros del poeta Carlos san Diego, hombre de gran experiencia periodística y amplio registro del sentir cultural y vivencial del mundo kariña, al que se ha integrado como testigo y habitante durante más de cuarenta y cinco años; nos permite disfrutar de un trabajo simbólico y antropológico que bien puede ser grabado y difundido en un documental cinematográfico (mensaje que envío al personal de La Villa del Cine y sus trabajadores), como recurso didáctico referencial en la preservación y rescate de nuestra identidad originaria, dado el valor sustancial de esta propuesta lírico-actoral.

El mismo rito fúnebre de mare mare en transfigurado por San Diego y Noel LLovera con rigurosa fidelidad, colorido y sentido espiritual: "Salimos/ siguiendo lamidos de seda/ de las notas de precioso bereekushi// poco antes del bomaankano,// Las flechas erguidas/ se secan en el viento,// Sus puntas de madera negra, suenan ecos donde la lengua de la luna/ es el hueso de la llanura,// No hay luz sin mujer/ No hay aurora sin niña" (Mare mares, pág. 27).

El bomaankaano es el rito kariña de la toma del luto; y el bereekushi es la flauta de carrizo en su nota triste. Elementos estos presentes en la escenografía de Tonooro. En este sentido, no sólo arcos y flechas, fogones y tiestos de barro, pinturas naturales para el rostro, aperos de trabajo y modo de vestir, de comer, de celebrar, de implorar y dar significación a los astros y espíritus ancestrales, sino sus cantos líricos para atraer las buenas cosechas, conmover a sus fuerzas mayores ante las enfermedades y plagas, las derrotas y amenazas, así como toda relación ambiental con su medio natural, aparece manifiesto en esta obra genial.

La Fundación Cultural Rayito de Luz, ubicada en la calle Girardot cruce con calle Anzoátegui, del Casco Viejo de El Tigre, Anzoátegui, bajo la tutela de la promotora cultural Nora Alvarado, ha sido el más reciente espacio para el disfrute de la obra TONOORO. Queda, pues, el eco de su parlamento, como un canto de poetas que desde las venas y sus pálpitos más íntimos nos muestran un sentir colectivo que les es propio y sustancial:

"lo que se escribe en la arena// se olvida/ en lo que te vas como vas// Huesos de las aguas/Huesos del pajonal del cauce.//Cantares que son perdón triste./ Súplicas al pie del río.//Como amor a un cráneo de mujer./ Como amor a la imagen de un cabello negro./ Amor al templo de las distancias.// Soy indio palenque/ y mi vida es jenjibrillo de orilla seca.// Indio de dioses bien rezados.// Camino y canto.// Camino y canto frente a altar que hace un mangal en la sabana"…

 

 



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1183 veces.



José Pérez

Profesor Universitario. Investigador, poeta y narrador. Licenciado en Letras. Doctor en Filología Hispánica. Columnista de opinión y articulista de prensa desde 1983. Autor de los libros Cosmovisión del somari, Pájaro de mar por tiera, Como ojo de pez, En canto de Guanipa, Páginas de abordo, Fombona rugido de tigre, entre otros. Galardonado en 14 certámenes literarios.

 elpoetajotape@gmail.com

Visite el perfil de José Pérez para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: