El Golpe de Estado del 28J contra el presidente constitucional de la República de Honduras fue, sin lugar a dudas, una Golpe Preventivo, no dirigido a derrocar un gobierno que solo le faltaban ocho meses de vigencia, sino a impedir que bajo la dirección del presidente, Manuel “Mel” Zelaya, se desatara un movimiento de masas, lo suficientemente amplio y fuerte, como para imponer en la realidad hondureña un proceso de cambios democráticos, soberanistas y de Justicia Social.
Derrocado el jefe de la insurgencia social y controlado las fuerzas del Poder del Estado, los golpistas y sus mentores del gobierno de los Estados Unidos se dedicaron a la tarea de intentar dividir y reprimir a las insurgentes fuerzas democráticas para llevarlas al extremo de la desmoralización y de la radicalización suicida de su vanguardia, objetivos que no pudieron lograr porque, una alianza plural internacional, forjada en las difíciles circunstancias del desafío al gobierno imperialista de los Estados Unidos y, una dirección del Frente Nacional contra el Golpe de Estado, consciente de sus responsabilidades políticas, se movilizó para erosionar la pretendida legitimidad del gobierno del general Romeo Vásquez y el empresario Roberto Michelletti y aún, con importantes fisuras en Centroamérica y Suramérica, tal ilegitimidad se mantiene para el gobierno posgolpista de Porfirio Lobo.
Para alcanzar ese objetivo fue esencial la línea estratégica adoptada por la dirección del FNRP, de resistir las tentaciones de enfrentar a la dictadura con la violencia popular, adoptando una línea de resistencia no armada de masas, que combinó acertadamente las reivindicaciones políticas con las reivindicaciones sociales de los campesinos sin tierra, los maestros, los empleados públicos y otros conflictos sociales presentes en la realidad hondureña, convenciendo a amplios sectores populares que la causa fundamental del empobrecimiento de los hondureños esta en la persistencia de un orden económico, social y político dirigido a favorecer a la oligarquía y a las empresas transnacionales.
Igualmente, la política correcta que ha permitido el avance de la organización y movilización del pueblo hondureño en resistencia, es no haberse separado nunca de la línea estratégica de la lucha por la Asamblea Nacional Constituyente, democrática y plenipotenciaria, alrededor de la cual se mantienen unidos los más diversos sectores políticos y sociales que rechazaron el Golpe de Estado y que hoy se movilizan en Tegucigalpa, San Pedro Sula y otras importantes ciudades del país, generando temor entre las filas golpistas y sus promotores del gobierno de los Estados Unidos
Y, finalmente, el reconocimiento del liderazgo del presidente Manuel “Mel” Zelaya, crearon hoy, las condiciones políticas, para que el movimiento de resistencia contra el Golpe de Estado se encuentre en condiciones de pasar a una nueva y decisiva etapa de ofensiva en sus luchas por recobrar la soberanía y los otros derechos democráticos del pueblo catracho, teniendo como base de su fuerza y legitimidad política el Millón Doscientas Cincuenta Mil Firmas de ciudadanos y ciudadanas que reclaman al Estado Hondureño su derecho que se convoque a una Asamblea Nacional Constituyente que refunde las bases políticas, jurídicas, económica, sociales y morales del Estado Hondureño, y los conduzca a una vida de Paz, Democracia y Bienestar para el pueblo hondureño.
Fortalecer la unidad de las fuerzas propias, conquistar los indecisos y atraer con grandeza y generosidad a las bases sociales y políticas de los golpistas, combinadas con una amplia y consistente ofensiva político-diplomática, son medidas que sellaran la fortaleza de las fuerzas populares hondureñas, acercándolas, más temprano que tarde, a la victoria definitiva contra la alianza oligárquica-burguesa imperialista, responsable del Golpe de Estado del 28J y de la situación de miseria material del digno pueblo del general Morazán. “Dios premia la constancia”. S. Bolívar.
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