Escribo desde Argentina, adonde asisto invitado a la 37ª Feria del Libro de Buenos Aires para presentar mi libro Abril, golpe adentro. Redacto estas líneas, pues, desconectado del clima que debe respirarse en Caracas tras la captura en Maiquetía y deportación a Colombia del director de la agencia de noticias Anncol, Joaquín Pérez Becerra, acusado por Bogotá de pertenecer a las FARC. Ofrezco disculpas por la audacia de escribir a esta distancia y con más preguntas que respuestas.
Los ecos que llegan desde Caracas a través de internet son los previsibles: el PCV y otros grupos e individualidades de la izquierda marxista, simpatizantes o no de la insurgencia armada colombiana, se mueven entre la rabia, la decepción y el desconcierto ante el inesperado episodio.
VELOCIDAD DE CARTERISTA
La operación, por lo que he podido indagar con fuentes venezolanas, fue montada por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, para envolver, con la astucia de un carterista, al gobierno venezolano en la captura.
En el avión que trajo al director de Anncol desde Frankfurt venían, sembrados como pasajeros, agentes de la policía colombiana bajo el paraguas de Interpol, quienes tenían bajo la mira a su objetivo. Santos llamó al presidente Hugo Chávez cuando apenas faltaban dos horas para el aterrizaje. Le dio incluso el número de asiento que ocupaba un “pajarito” a punto de recalar en Maiquetía. Pudo haberle avisado con mayor antelación, pero no quiso darle tiempo para pensar ni reaccionar. Lo quería con la papa caliente entre las manos. Una vez practicada la detención en Maiquetía, el ministro de la Defensa de Colombia telefoneó al ministro del Interior venezolano, Tareck El Aissami, para decirle: “lo tienen”. En Caracas no se sabía quién era el pasajero ni a qué venía. El comunicado del Gobierno venezolano no menciona a Pérez Becerra por su nombre y sólo alude a los delitos que Colombia le atribuye. Fue José Obdulio Gaviria, primo del capo Pablo Escobar y asesor de Álvaro Uribe, quien dio luces por twitter acerca de la identidad del detenido y de su función en Anncol.
La Interpol no detuvo a Pérez Becerra en Suecia por su nacionalidad sueca. Pudo hacerlo en Frankfurt, Alemania, pero la jugada era para involucrar a Chávez.
La solicitud de captura a Interpol supuestamente se hizo desde el 20 de abril. Pero una búsqueda particular en la página de Interpol en internet, realizada a principios de semana, resultó infructuosa. Interpol, no hay que olvidarlo, fue el órgano utilizado para una “certificación” del computador de Raúl Reyes, sombrero de mago del cual salen las “pruebas” contra Pérez Becerra y quién sabe cuánta gente más. Es la misma Interpol que sacó de su lista de “buscados” a los banqueros prófugos venezolanos.
BURLA BOGOTANA
La operación pretendía, y lo logró, colocar a Chávez en la disyuntiva de entregar o no al “pajarito”.
“Caímos en una trampa y no podíamos echar para atrás. Una trampa que ayudan a montar las FARC y sus amigos, quienes están infiltrados hasta los tuétanos, con sus imprudencias. Ellos no se eligen. Nosotros sí. Ellos no tienen legalidad que respetar. Nosotros sí, somos gobierno”, comenta un dirigente político desde Caracas a título extraoficial, al intentar una explicación de lo sucedido.
El 15 de enero de 2005 escribí un artículo titulado “¿Burla bogotana?”, a propósito del secuestro del “canciller de las FARC”, Rodrigo Granda, frente a la clínica Razetti, en Caracas, el 13 de diciembre del año anterior. Seis años después se ha producido otra burla, bastante más sofisticada, con repercusiones internas y externas aún por medirse. En lo inmediato, introduce un ruido en los esfuerzos de conformación del Polo Patriótico, al que ha sido convocado el PCV y otros movimientos de izquierda. La tarea de armar esa alianza, encargada al presidente de la Asamblea Nacional, Fernando Soto Rojas, se tornó aún más demandante y delicada.
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