Cuentan que llegada la Revolución nicaraguense el comandante Tomás Borges fue llamado por un antiguo colaborador del ex dictador Anastasio Somoza, derrocado en 1979 y refugiado por entonces en Paraguay.
El somocista estaba preso. Había sido capturado al fragor del combate que dio al traste con más de 40 años de tiranía. “Comandante, cuando usted estuvo preso yo lo torturé”, le habría recordado el detenido. “¿Cuál será su venganza ahora conmigo?”, le preguntó en términos que sólo los asesinos pueden emplear. “Mi venganza será que tu hijo vaya a la escuela”, habría respondido Borges, junto a otras argumentaciones de carácter moral, propias de la vena humana de los revolucionarios reales.
Guardando las distancias y cuidando los detalles, el caso es similar por estos días entre nosotros. Dos de los más puros representantes de la contrarrevolución bolivariana, con delitos ampliamente comprobados, fueron permisados para abandonar la cárcel. El régimen “tiránico” de Hugo Chávez autorizó que Henry Vivas lo hiciera el 21 de diciembre. Dos días después, José Sánchez, conocido como “Mazuco” entre los suyos.
A la par de su conducta contraria a la Revolución, corre el hecho de que la salud de ambos presentan alteraciones. La justicia “oprobiosa” del régimen, bajo ciertas condiciones que deben cumplir, los mandó a sus casas, donde además de someterse a los exámenes y tratamientos médicos de rigor, estarán con sus familias durante estos días decembrinos que un alto significado especial tienen para algunas y algunos.
Con humildad confesamos que seguimos aprendiendo de nuestra Revolución. Nos obliga a pensar. A recordar. ¿cuántas veces ocurrió eso en el pasado con verdaderos presos políticos? ¿Cuántas y cuántos fueron sembrados bajo la tierra sin ser escuchados?
Somos diferentes. Totalmente. En dos platos: somos Revolucionarios. Respetamos los derechos humanos. Aunque nos digan pendejos…
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