No he leído el libro donde su autor relata que la exjueza Lourdes Afiuni fue objeto de abuso sexual. Tampoco creo que lo haga. Algo me dice que tal aseveración no se ciñe a la verdad y en consecuencia no pretendo pasar a la lista de desinformados. Que sea la justicia la que tenga la última palabra. Si me equivoco, me empeñaré en afinar mejor mi sentido del pálpito.
El más reciente escándalo de la mujer que en diciembre de 2009 permitió la fuga del banquero corrupto Eligio Cedeño, obtiene el centimetraje periodístico que era de esperar.
La prensa que ha hecho de Afiuni una víctima, poco ha investigado sobre Yoraima Granados. Menos aún, los órganos obligados a la defensa de los derechos humanos. Yoraima, de 37 años, fue trasladada al Inof –donde estuvo Afiuni- acusada de “incurrir en trato cruel en perjuicio de sus seis hijos”, en Pinto Salinas según reza parte de prensa del Ministerio Público (MP) y también por “presunta comisión de los delitos de tráfico ilícito de sustancias estupefacientes y psicotrópicas, en modalidad de ocultamiento” de acuerdo a la misa fuente.
El MP aseguró que Yoraima mantenía a sus muchachos encerrados en una jaula, lo cual además de detestable sería obligatoriamente digno de investigación. ¿Qué pasó en la vida de esta mujer que la llevó a estos extremos? ¿Se puede hacer algo por ella, más allá de confinarla en prisión?
¿Qué sucederá con sus hijos?
¿Saben qué? Hay quienes aseveran que Yoraima trabaja en un CDI. Sus compañeras y compañeros de trabajo salen en su defensa. A algunos medios han declarado que no la conocen como maltratadora y que en su rol de padre y madre –luego de cobrar los aguinaldos- compró los juguetes de los chamos y pintó la casa.
¿Estarán todas y todos mintiendo? ¿Encubren todas y todos tantos delitos juntos?
Por Afiuni muchos invierten prestigio político y el brillo de sus apellidos. Por Yoraima, sólo ha surgido el valioso testimonio de sus panas de chamba. Crucemos los dedos para que la justicia sea equilibradamente ecuánime tanto en un caso como en el otro.
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