“Destrozaron mi autobusito. Acabaron con mi vida”.
Así respondió Jacinto Peña llorando, con quemaduras de primero, segundo y tercer grado en su cuerpo luego que unos escuálidos perversos y fascistas le quemaron su autobusito Y todo porque él anciano con su autobusito prefirió cargar sus pasajeros y no plegarse al paro civil ordenado por la CTV y Fedecámaras.
Lo que más indigna es que estos facinerosos nunca sintieron piedad ni por Don Jacinto, ni por los pasajeros ni mucho menos con el viejo pero “paraíto” autobús. Lo de ellos era echar gasolina y prender un fósforo. Afortunadamente el trabajador del volante logró sacar a todos los pasajeros y cuando se disponía abandonar el colectivo dos desalmados regaron gasolina con Jacinto adentro e incendiaron el bus. El pobre hombre no salió a tiempo y fue presa de las llamas. Posteriormente le prestaron asistencia médica en un centro médico-asistencial y le salvaron la vida. Pero en sus rostros, en sus brazos, en su pecho, se observaban huellas del vil crimen de los escuálidos perversos y asesinos.
` Y avanzó la vida y aquel hombre con su cuerpo con75 por ciento quemado vivió el resto de su vida traumatizado por tan vil hecho. No pudo recuperarse de un todo. Sin embargo se murió en paz, desprovisto de rencores porque nunca habló ni deseo mal a sus verdugos. Por el contrario pidió a Dios protección y bendiciones para ellos.
Prohibido olvidar lo que los escuálidos fascistas y perversos le hicieron a Don Jacinto Peña. Le quemaron su autobusito y lo quemaron a él acabando con su felicidad y destrozándole su única herramienta de trabajo.