José Aquino llegó a la Universidad Central de Venezuela en esa plena efervescencia revolucionaria que se sucedió en Venezuela después del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. Los jóvenes de Acción Democrática (AD), que nos habíamos acerado durante la resistencia contra Pérez Jiménez, fuimos convergiendo a través del país, en pueblos, barrios en los institutos estudiantiles, liceos y universidades. Estábamos tratando de incendiar la pradera.
En diciembre de 1958 con la firme iniciativa de Rómulo Betancourt, se firmó el Pacto de Nueva York, orientado y dirigido por el Departamento de Estado de Estados Unidos, con la participación de Rafael Caldera, en representación de el Comité de Organización Electoral Independiente (Copei), de carácter democráta cristiano y de Jövito Villalba, en representación de Unión Republicana Democrática (URD), al igual que AD, de orientación socialdemócrata. Este fue el antecedente inmediato del Pacto de Punto.
El regreso a Venezuela de la vieja guardia de AD, agudizó los conflictos con los jóvenes que durante la resistencia contra la dictadura de Pérez Jiménez nos habíamos incorporado a ese partido, lo que se llamó la izquierda de AD. Ello se agudizó con los acontecimientos provocados por la visita de Richard Nixon, para la época Vicepresidente de EEUU. Los jóvenes de AD conjuntamente con la Juventud Comunista, encabezaron la protesta, impedimos que Nixon visitara el Panteón Nacional para colocar una corona de flores ante nuestro libertador, Simón Bolívar, y acompañamos su visita con abucheos desde que este llegó al aeropuerto de Maiquetía.
Los acontecimientos tuvieron tal impacto, que EEUU movilizó al Caribe una flota militar, preparados para intervenir y rescatar a Nixon, aunque nosotros nunca intentamos agredirlo físicamente y no fue agredido físicamente. Pero las movilizaciones fueron de gran magnitud.
Es conveniente acotar que desde el 23 de enero hasta el 7 de diciembre de 1958, se vivió en en Venezuela un rico y original proceso de democracia directa, que obligó a los sectores dominantes a acelerar la convocatoria de elecciones para darle legitimidad a aquellos dirigentes como Rómulo Betancourt, a los que estaba promoviendo como representantes de la política que el Departamento de Estado de EEUU estaba diseñando para América Latina y el Caribe.
En ese proceso nos lanzamos impulsados por el auge de masas de la época, de claro carácter antiimperialista. Esa vorágine se hizo parte de nosotros y estábamos decididos a tomar el cielo por asalto. En la UCV nos fuimos encontrando, entre otros, Jorge Rodríguez, Marcos Gómez, Elías Eljuri, Esther Macías Añez, José Enrique Mieres, José Aquino, Nicolás Beltrán, David González (el culebro), Víctor Soto, Víctor Pisani... núcleo radical de la Juventud del MIR que participó en los acontecimientos claves de la resistencia contra el puntofijismo, que se desarrolló en los institutos educativos, en barrios, campos, calles, sabanas, montañas, en las guerrillas... En el camino nos fuimos encontrando con jóvenes, de larga y acerada militancia como David Nieves, Francisco Cedeño, entre otros y otros no tan jóvenes como Carmelo Laborit. La lista es larga y la hermandad mayor.
Una profunda fraternidad se desarrolló entre nosotros. Especialmente porque casi todos vivíamos, como una unidad combatiente, en las Residencias Universitarias de la UCV, que finalmente en 1966 Raúl Leoni allanó y cerró. José Aquino se desenvolvió en todos los planos de la militancia revolucionaria y especialmente, como un gran propagandista. Experto en multígrafos, “bateas” (de cualquier tamaño), con el manejo de los “esténciles”, el buril, las pancartas, afiches, paneles, la construcción de móviles... Recorrió las universidades del país organizando las campañas electorales, aun cuando no le gustó que lo incluyeran como candidato en las elecciones... Siempre participando desde el silencio, desde el hacer entusiasta, como maestro, como un hermano siempre con el corazón abierto y la mano tendida.
Siempre estuvo en la izquierda radical, pero sin unirse a las intrigas o fracciones que se desarrollaron en esos tiempos. Lo de él siempre fue la unidad y la fraternidad y en esa escuela nos formamos todos y hasta hoy, ese núcleo se ha mantenido unido, honrando a los que ya no están, más allá de la muerte, más allá de la vida, siempre con esperanza.
Desde esa existencia combativa y solidaria viviendo en las residencias estudiantiles, nos fuimos a las guerrillas encabezando un núcleo de la juventud del MIR, que combatió en el Frente Guerrillero Antonio José de Sucre. Me tocó compartir palmo a palmo con José Aquino y puedo dar fe de su valentía en el combate, pero sobre todo de su cotidiana solidaridad y abnegación para realizar las tareas más difíciles, como encargarse de la cocina, buscar leña, buscar agua, atender a los compañeros que ocasionalmente se debilitaban... Algunas de esas tareas, aun cuando parezcan pequeñas, solían implicar el riesgo de la vida.
En 1969, cuando ya nos habíamos separado de la comandancia del Frente Guerrillero Antonio José de Sucre, y estábamos construyendo la Organización de Revolucionarios (OR), de la que José Aquino fue un dirigente fundamental, un grupo de compañeros permaneció un tiempo más mientras organizábamos su salida, pues de hecho los mantenían como rehenes. Entre ellos estaba José Aquino. En una acción irresponsable, la comandancia citada, atacó un numeroso convoy militar, que rápidamente flanqueó al grupo guerrillero causando numerosas bajas. José Aquino, en medio del combate tuvo la valentía, la fuerza, la destreza, la habilidad y la solidaridad para rescatar a un compañero gravemente herido, cruzar con él una alambrada y llevarlo a sitio seguro, donde lo atendió, le dio agua y ayudó a morir. Luego, José Aquino, se ocupó de escapar del tiroteo y llegar a sitio seguro.
Este es el perfil de un combatiente que siempre supo anteponer la ayuda a los compañeros, en momentos difíciles, aun arriesgando su propia vida. Incluso, en el momento de su muerte, en junio de 1969, supo alertar a los compañeros y en esa acción heroica y de amor altruista, entregó su vida.
¡Honor y gloria, amado compañero! Vivimos y viviremos honrando tu memoria a través del camino de servirles incondicionalmente a nuestro pueblo y a los pueblos hermanos.