Reiteradamente he sostenido que 1958 es un año de democracia directa y no de puntofijismo. El pueblo de caracas evitó en el mes de mayo la visita de Nixon al Panteón Nacional y en julio, derrotó el golpe de Estado de Castro León. Es decir, el poder de la calle garantizó la democracia y defendió la memoria antiimperialista del Libertador Simón Bolívar.
La guerra de precios es el arma que está aplastando al pueblo de Venezuela, empobreciéndolo, plenándolo de angustia, incertidumbre, incluso, desmoralizándolo. El presidente Maduro no ha podido resolver esta situación. ¿Por un problema de relación de fuerzas en el seno del gobierno? ¿Porque algunos economistas sostienen que los precios se van equilibrando solos y mientras tanto se van tomando medidas compensatorias? No lo sé. Lo que creo saber, conociendo la experiencia de 1958, es que sólo el pueblo puede modificar la relación de fuerzas y derrotar la burocracia ineficiente y corrupta, que el presidente Maduro ha denunciado.
Hay que llenar el país de asambleas de ciudadanas y ciudadanos, cuyas decisiones, según el Art. 70 constitucional, tienen carácter vinculante, para tomar medidas contra los empresarios que actúan atracando al pueblo. Dichas asambleas deben dirigirse a la Asamblea Nacional Constituyente exigiéndole que tome medidas. El pueblo no puede mantenerse de brazos cruzados o quejándose. Hay que actuar.
Una de las políticas imperiales es la destrucción de las relaciones e imaginarios solidarios, estimulando el egoísmo, el individualismo, el miedo a los diferentes, los que tienen otro color de piel, otra religión y particularmente a los migrantes, cuestión notable en Europa y EEUU. Han comprendido que en Venezuela, sino destruyen los tejidos sociales solidarios que fue construyendo el Presidente Chávez, no pueden derrotar al movimiento bolivariano.
La combinación del estímulo al egoísmo, el individualismo y el miedo ha sustentado el fortalecimiento de una reacción conservadora que viene siendo, a mi juicio, uno de los aspectos claves en el renacimiento del fascismo a través del mundo. En Venezuela, como ya lo señalé, mediante la guerra mediática y psicológica y muy particularmente la guerra de precios, han ido sembrando desconfianza, rabia, incluso, sentimientos de desmoralización.