México: ¡Váyanse malditos asesinos!

Finalmente, y como ya apuntábamos en estas líneas (con permiso del Maestro Jalife), la Suprema Corte de Justicia rechazó los cuatro proyectos de consulta popular propuestos por MORENA, el PRD, el PAN y el PRI. Arrasó parejo, más por un lamentable pragmatismo político que por razones jurídicas válidas. Digo lamentable porque confirma la condición mezquina del tercero de los poderes que, en demérito de su función constitucional, se comporta como simple comparsa de las decisiones del titular del poder ejecutivo prestándose, en este caso, al juego de pretendidas consultas envenenadas: el PAN con un proyecto anodino y electorero de respuesta obvia de aumentar o no el salario mínimo; el PRI con el garrote de una consulta de respuesta también obvia respecto de la reducción de los diputados y senadores elegidos por la vía de la proporcionalidad; ambas diseñadas para boicotear las consultas de MORENA y del PRD relativas a la aceptación o el rechazo a las reformas constitucionales que privatizan la generación energética. Buen negocio para la suprema en materia de rechazos, a cambio de cuatro, recibe millones y no sólo de rechazos.

Hace bien López Obrador en inconformarse. Aunque acudir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos pareciera un despropósito por suponer que allá las cosas son distintas; otro gallo cantaría si dicha comisión fuese sólo latinoamericana. El de dicho organismo es un caso para Ripley, es interamericana pero Estados Unidos no participa en su membrecía, pero tiene su sede en Washington. Esto significa que el gobierno del país sede no se somete a su jurisdicción por el simple hecho de ser el mayor violador de derechos humanos en el mundo: mas no por ello deja de ser, por interpósitas personas, quien ejerce el verdadero poder en la institución. Mejor sería que el proyecto de la regeneración nacional, entendida como movimiento más que como partido, recuperase su sentido de calle para agregar el propio al voluminoso costal de agravios que hoy se manifiesta en torno a la masacre de Ayotzinapa, y que se extiende a todo el país. Que conste que digo “agregar” para advertir que no sería dirigir; la generalización de la protesta no admite liderazgos personales ni de partido. Ante la veleidad y la manipulación de las urnas que, incluso, ratificarían el atraco de la reforma constitucional energética, la alternativa está en la movilización generalizada. No veo otra.

Creo que nunca antes, ni siquiera en el 68, había estado tan arrinconado el régimen. Los nuevos instrumentos de información instantánea están dando su contribución excelente a la movilización, principalmente juvenil, pero no sólo. Para bien y para mal se registra una fuerte presión internacional, que es donde más duele al gobierno peñanietista. Los instrumentos tradicionales de cooptación hoy resultan disfuncionales y el poder se debilita y tambalea. Dejar pasar el momento y dejar que la protesta se diluya en el tiempo sería una tremenda traición a la patria. ¡Los queríamos vivos! ¡Váyanse malditos asesinos!

¡Ah! Cayeron presos el tal Abarca y su esposa (bonita, por cierto). Como de costumbre, se cacarea como un gran éxito de la procuración de justicia y se presenta en envoltura misteriosa, nutriendo la escasa credibilidad de la gente. Resulta más fácil creer en una negociación por debajo de la mesa a cambio de declaraciones arregladas para enderezar ataques de utilidad electorera. Reitero lo aquí dicho: no basta con la caída de cabezas, por muy connotadas que sean. No habrá paz mientras prevalezca la injusticia; se requiere llegar al fondo y acabar con el modelo que la propicia.

Y mientras esto sucede en México, en los Estados Unidos Obama recibe una carretonada de votos en contra y queda nulificado con las cámaras dominadas por sus opositores. Los analistas se devanan los sesos buscando explicaciones y repercusiones para México; que si Obama no ha podido resolver la crisis de la economía o que incumplió sus compromisos con su base electoral. Para mí que lo que queda claro es que ese país imperial no lo rige el emperador; que arriba de él hay otros más poderosos que lo dominan; que Obama fue funcional para refrescar la apariencia y mantener la zanahoria frente a los ciudadanos, pero nada más. El gran capital financiero y sus cardenales son quienes en efecto mandan. No hay nada que esperar. Si así es la democracia occidental cristiana en su mera sede, cómo será en sus satélites: pésima.


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Gerardo Fernández Casanova


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