—"Los peores tiempos dan pie a las mejores oportunidades para quienes entienden la necesidad de una reforma económica fundamental".
Stephan Haggard y John Williamson.
Vivimos en una época extraordinariamente compleja, en que tendencias contradictorias se han entretejido y han hecho colisión de todo el continente. Revoluciones sociales y desesperada resistencia de las fuerzas obligada a desaparecer de la arena histórica; ascenso impetuoso del progreso científico-técnico y su reverso, que amenaza con poner fin a la propia vida en la Tierra; importante progreso en todas las esferas de la ciencia y las artes, y degradación, que tiene su expresión en la "cultura masiva" engendrada por el imperialismo; lujo frente a la miseria y hambre en medio de la abundancia; pujante movimiento hacia la interdependencia, hacia la aproximación y enajenación, hostilidad entre países y grupos de Estados de Nuestra América actual. Todo esto engendra en los pueblos el desconcierto y pavor ante el futuro.
Como consecuencia inevitable de ello, decayó el interés hacia los asuntos sociales; surgieron la falta de espiritualidad y el escepticismo; disminuyó el prestigio de los estímulos morales del trabajo; aumentó el número de personas, incluidos jóvenes, para quienes el único objetivo de la vida es alcanzar el bienestar material por cualesquiera medios. Su posición clínica ha adquirido formas cada vez más abiertas, emponzoñando la conciencia de quienes nos rodean y provocando ánimos de consumismo. La delincuencia constituye una manifestación del decaimiento de la moral social.
Al abordar transformaciones sociales, es necesario; las críticas al pasado constituyen un importante momento del desarrollo y permiten extraer enseñanzas y hacer deducciones para el presente y el mañana; ayudan a desarrollar una labor constructiva con miras a elegir acertadamente los medios y vías del avance. La estrategia de la aceleración, fundamentándola científicamente, conscientes de que la prisa y la espontaneidad en la formación de concepciones del porvenir son no menos peligrosas que la inercia y las tergiversaciones dogmáticas.
La tarea histórica de una generación responsable es procurar empatar este momento con el pasado para poder platear los problemas del futuro. No todos han comprendido que la nueva actitud hacia el trabajo significa rechazar enérgicamente los viejos métodos y costumbres. Esto en síntesis, depende de la postura civil de cada uno, de la consciente actitud hacia la tarea encomendada, hacia sus obligaciones, por lo cual todos respondemos ante el país y ante nuestra conciencia.
Hemos de tener bien presente que ahora se requiere todo un sistema de medidas. Elaborar postulados políticos, basados en las realidades actuales, en la previsión profundamente argumentada del porvenir, en el cambio de la mentalidad social, en el consecuente desarrollo de las instituciones democráticas-socialistas, en la formación del pueblo en el marco de la cultura política, en la transformación del mecanismo de gestión, de las estructuras organizativas, y, cómo no, en la realización de una política social activa.
Pero hemos llegado a una hora en que estas caricaturas de virtudes van siendo reducidas a sus verdaderas proporciones. Cuando terminemos la tarea, una nueva vida comenzará para todos. Sólo así podrán ser eliminadas el mecanismo que frena el desarrollo, mientras que las fuerzas orientadas a la aceleración tendrán el espacio despejado indispensable.
¡La Lucha sigue!