La interrupción voluntaria del embarazo es uno de los temas más controversiales de la agenda legal de nuestro país; es un tópico que está nuevamente cobrando relevancia y ya ha comenzado a levantar revuelo, como era de esperarse.
Ya se anuncia la ventizca que se levantará sobre este sensible asunto mil veces postpuesto, y que exige la participación masiva de las mujeres del país. El problema del aborto espera por una solución impostergable y definitiva, porque es un asunto de salud pública. Miles de mujeres de diversas edades, incurren en prácticas desesperadas, que con muchísima frecuencia les ocasionan daños irreversibles a su salud y la muerte.
Por supuesto que el tema toca muchos aspectos: lo religioso, las consideraciones éticas, lo psicológico, lo jurídico, sin apartarnos del nudo central de la dramática situación en la que se encuentran tantas mujeres, que en este preciso momento se debaten ante un dilema cuya desición conduce a un desenlace irreversible.
La desigualdad impuesta por una sociedad prevalescentemente masculina, sitúa a la mujer en circunstancias tan desventajosas, que inclusive su condición reproductiva ha llegado a representar, con gran frecuencia, un obstáculo para su desarrollo individual, social, laboral y amenaza permanentemente con mantenerla en las condiciones que le impone una cultura ancestral de sometimiento y dependencia.
El condicionamiento cultural que pretende aún hoy día hacer del aspecto reproductivo de la mujer, un factor determinante de su ser social y de su existecia inclusive, las hace tremendamente vulnerables frente a este problema, donde la religión y los valores impuestos, rodean de un halo de culpa y vergùenza un problema que por el contrario deben abordarlo ellas con entereza, de manera resuelta y con la convicción de que la solución se encuentra definitivamente en sus propias manos.
El problema del aborto en nuestro país tiene una carga de clase, porque son las mujeres de los sectores menos favorecidos las más afectadas por las leyes, que sólo aplican para las que no disponen del dinero suficiente para acudir a médicos que practican abortos de manera clandestina. Así se ven en la situación de tomar medidas extremas que ponen sus vidas en peligro y que, finalmente las obligan a acudir a los centros asistenciales, cuando ya en muchos casos es demasiado tarde.
El proceso revolucionario es el catalizador natural de esta nueva situación, porque está brindando todo el espacio y la oportunidad para que las organizaciones femeninas progresistas den el envión definitivo, más aún, ahora que en Colombia y México ha sido despenalizado el aborto.
Veremos hasta donde les alcanza la ideología "revolucionaria" a much@s que se encuentran en los círculos del gobierno; hemos de ver como sus argumentos coinciden perfectamente con los del Opus Dei y con las falanges femeninas del este caraqueño.
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