Los super ricos son delincuentes

Son variados mis desacuerdos con el Presidente Chávez; casi siempre por cuestiones de forma, sobretodo cuando improvisa en algunos actos.

De todas maneras en esto del socialismo cada quien tiene su fórmula para matar piojos y lo importante es estar de acuerdo en librar a Venezuela de parásitos, sean piojos u otras sanguijuelas.

En particular una frase de Chávez que resulta discutible y hasta confusa es la que afirma que ser rico es malo. Con todo y el refuerzo evangélico de que “primero entra un camello por el ojo de una aguja que un rico al reino de los cielos” el asunto requiere precisiones. Para empezar ¿cómo se define un rico?

El mismo Chávez considera justo y adecuado que cualquier ciudadano cubra sus necesidades básicas: una casa, alimentos nutritivos, ropa apropiada, aparatos domésticos y otros elementos de la vida moderna como un automóvil y quizás una computadora, aparte de un “Vergatario”. Además el Estado socialista debe garantizar el derecho a la educación, asistencia médica, deportes y en lo posible un empleo adecuado para cada compatriota.

Naturalmente para los venezolanos que se encuentran en situación de pobreza atroz cualquier persona que posea los bienes señalados lucirá como un privilegiado. Así pues, ¿cuándo se comienza a ser rico y, por ende, un ser despreciable e indigno de llamarse revolucionario?.

Creo que el problema estriba en determinar si una persona se empeña en poseer más cosas de las que necesita, en especial cuando a su alrededor los demás carecen de los bienes esenciales. Las disparidades son odiosas y casi siempre injustificables.

Por otra parte, tal como lo señala (palabras más, palabras menos,) Roberto Hernández Montoya, tener buen gusto no está en contradicción con una conducta revolucionaria. El que aprecia a Mozart o se deleita con la creación de un buen chef no contraría ninguna prédica socialista.

Hace más de 150 años el escritor francés Honorato de Balzac afirmó que “detrás de cada gran fortuna está el crimen”. El aserto es hoy tan valido como entonces.

Los que son ricos más allá de las proporciones señaladas, es decir, los asquerosamente ricos, son ladrones en esencia. Y es que el quid del asunto estriba en que llega un momento cuando, para acumular una gran fortuna, hay que despojar a los demás, por lo general a los pobres o los más ignorantes, de sus legítimas pertenencias.

El ejemplo clásico de esta época lo constituyen las grandes empresas estadounidenses, hoy convertidas en consorcios multinacionales que reciben ingresos superiores a los de muchas naciones.

Los Rockefeller, Ford y tantos otros de la misma calaña fueron denominados “robber barons”, notables rateros, que, empezando por los Estados Unidos, saquearon vastos recursos naturales, esclavizaron a sus obreros, muchos de ellos niños y mujeres que laboraban 12 y más horas diarias. Además acabaron con etnias indígenas, aniquilando la fauna autóctona, mientras construían vías férreas e iniciaban la producción industrial en serie.

El precio de esas fortunas lo pagaron los obreros, como fue demostrado por Marx, Engels y otros ideólogos.

En Venezuela existen empresarios honestos y progresistas, pero también abundan los rateros privilegiados. Son esos los que deberían pagar el pato.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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