La vieja Europa vive la amargura de una profunda crisis del capital imperialista, en su fase global, que provoca el cierre de sus fábricas y comercios, incrementa el desempleo, quiebra sus bancos y reduce sus exportaciones, pretendiendo volcar sobre los pueblos víctimas de su rapiña histórica, la responsabilidad por los efectos que esa crisis tiene sobre sus propios trabajadores.
Está históricamente documentado, que el “esplendor” de la modernidad capitalista, posterior al siglo XVI, fue el fruto de la empresa de conquista, rapiña y depredación desarrollada por las emergente burguesías europeas, sus gobiernos imperiales y ejércitos mercenarios, dirigidos a tomarse territorios, saquear sus riquezas y esclavizar a cientos de millones de seres humanos del resto del planeta, cuya fantástica acumulación de capitales, aún con el derroche de sus decrépitas monarquías y fantoches gobiernos, les permite financiar, hoy, un estilo de vida superior al que no podrían haber alcanzado, jamas, con sus propios recursos .
Derrotados en las guerras de liberación del siglo XIX y hasta la decada de los 70’s, del siglo XX, por la rebeldia insumisa de los pueblos de Africa, Asia y America Latina; la Europa del Capital imperialista, en alianza con los imperialistas de los Estados Unidos, utilizó todo el desarrollo de sus fuerzas productivas para crear un nuevo tipo de colonialismo, basado en relaciones comerciales desiguales, control de las materias primas y la imposición de precios envilecidos, reforzado con invasiones, dictaduras militares, bloqueos económicos y una politica neoliberal y globalizadora dirigida a destruir las modestas economías nacionales de nuestros países.
No puede sorprender hoy, entonces, que millones de africanos, latinoamericanos, asiáticos y euroestes emigrantes de los paises arruinados por la Europa del Capital, ingresen a su territorio, reclamando el derecho a sobrevivir en ese mundo, despues de que se le hubiesen quitado las esperanzas de construir otro mundo en su propia tierra.
Ha sido esa fuerza de trabajo barata, excluida del goce de sus derechos laborales, en condiciones semiesclavistas de trabajo y, permanentemente amenazada de deportación, las que en los últimos 50 años recuperó salvó a la Europa del Capital de la ruina dejada por la Guerra intercapitalista de 1939-1945, la que ha mantenido el ritmo de crecimiento de su economía y engendrado los millones de personas necesarios para la reproducción del capital.
Por ello, los pueblos y gobiernos de Asia, Africa y América Latina debemos asumir la solidaridad con nuestros inmigrantes y sus descendientes, frente a la decision racista y clasista de las élites de la Europea del Capital, de aprobar normativas que criminalizan la inmigración no documentada a esos países, aplicando largos meses de arresto, deportación sin control judicial y sanción, de hasta 10 años, para obtener una nueva visa.
Desde la apelación a la Corte Internacional de Justicia hasta la denuncia en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, pasando por contramedidas y represalias diplomáticas y legales de nuestros países, deben darse firmes respuestas a esta nueva agresión de la pérfida, insolente, racista y clasista Europa del Capital, que hoy expresa, de esta manera, su histórico desprecio a los pueblos de Africa, Asia y América Latina.
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