Señor: José Miguel Insulza Secretario General de la Organización de Estados Americanos.
Por medio de esta lírica carta vaya para Usted un respetuoso saludo.
Bajo una fría lápida sepultado quedó un acontecimiento, que estuvo a punto de sentar con presteza un precedente en la historia de los golpes de ESTADO en la grande Patria Latinoamericana.
Usted señor Secretario de la OEA, en primera línea y junto a reconocidas personalidades, ávido se mostraba al mundo a emprender aquel anhelado viaje a Honduras, para acompañar al depuesto presidente constitucional Manuel Zelaya y restituirlo en la presidencia, de donde no debió salir hasta no concluir su periodo presidencial, tal como lo rige el orden normativo y jurídico de la carta magna hondureña. Pero lastimosamente no fue así.
Señor Insulza, dichoso Usted de haber nacido en la Patria donde hoy se levantan ¡LAS GRANDES ALAMEDAS! Más Usted señor Secretario, tuvo en sus manos la gran oportunidad de fraguar su nombre en las empolvadas y vacías páginas del inerme organismo internacional que Usted representa, del cual emergió no por accidente, sino por un esperanzador consenso.
Nunca es tarde Señor Secretario, aún está a tiempo de rendirle merecido honor a las Grandes Alamedas, o acaso espera Usted que llegue el día en que ya siendo un hombre de avanzada edad, en algún lugar remoto, rodeado tal vez de una hermosa familia, meciéndose plácidamente sobre la estampada hamaca del PRAGMATISMO, bajo la sombra de un frondoso álamo y en santa meditación con su conciencia, ¿Quizá se pregunte así mismo? Valió la pena en el pasado haberse abrazado a la ojerosa rutina de la indiferencia inhumana, o haberla explosionado en mil pedazos, para luego plasmar de corazón una hermosa historia sobre el blanco lienzo, que un día enjugó el llanto del sufrimiento ajeno.
Señor Insulza, Dios siempre nos regala en esta vida una nueva oportunidad.
julio.cesar.carrillo@hotmail.com
