Tiempo de definición este que la revolución bolivariana ha traído hasta la vida de diaria de todos los venezolanos. Está tocando y exigiendo definiciones, dividiendo la sociedad entre farsantes y hombres de buena voluntad. A semejanza de los tiempos en que Jesús cortó y separó, con el cuchillo de la verdad, la mentira de la verdad, la gracia del pecado. Formalmente la inmensa mayoría de la población se autoproclama cristiana y católica. Esta condición es particularmente reivindicada en los sectores económicamente altos y medios. Entre ellos, se hacen grandes esfuerzos por educar y formar a sus vástagos en esta religión, esfuerzo que no se compadece con la religiosidad menos entusiasta de las clases populares, acaso porque, paradójicamente, acceder a los predios de la educación religiosa cuesta, aunque no deberíamos despreciar el sabio instinto popular.
Venezuela es un país con inmensas posibilidades para, con un mínimo de espíritu evangélico de inclusión y solidaridad, alcanzar cotas de bienestar general realmente importantes. Sin embargo, el mapa de la pobreza y la exclusión en poco difirió, por siglos, del resto de los países de América Latina con menos riquezas naturales. El elemento coincidente es el mismo. Crueles asimetrías heredadas de las inconclusas revoluciones independentistas, procesos que apenas obraron como transferentes del poder económico, político y social, han asfixiado toda posibilidad de verdadero desarrollo, armonía evolutiva y la consecuente justicia social.
Este mapa es evidente en cualquier sector de la economía. La concentración grosera y brutal de todo el poder económico en unas pocas manos, hasta amasar fortunas de escándalo, no sólo no revirtió a favor de los desposeídos sino que se intensificó bajo el modelo económico capitalista neoliberal. Una nueva bestia vino a posicionarse dentro del mapa depredador capitalista: las empresas transnacionales. Sin embargo, si en algún sector de la economía esta contradicción es más dolorosa, este es el sector del campo. Allí la terrofagia excluye del derecho al trabajo y la vida a millones de campesinos condenados a la miseria y el desamparo añadiendo una nueva ofensa, intolerable, a todo la población venezolana: la inseguridad alimentaria. Unas cuantas familias oligárquicas no sólo se han apropiado del más preciado bien común sino que lo mantienen ocioso y en el mejor de los casos subaprovechado.
La actitud frente a los esfuerzos que el gobierno revolucionario realiza por dotar de tierras a los campesinos, hacerlas productivas y dotar de soberanía alimentaria a todos, en un país donde el hambre sigue siendo un enemigo brutal, no debería ofrecer dudas ni ambivalencias para un cristiano. Mucho menos para quienes se proclaman representantes de Cristo.
Jesús, el Cristo encarnado, al que dicen seguir unos y representar los otros, es fundamentalmente el hombre de los pobres. A ellos dirigió privilegiadamente su misión, entre ellos convivió, para ellos puso los signos de la venida del reino de amor y justicia. Desde y entre ellos denunció el pecado fundamental y desenmascaró las razones encubridoras de ese pecado. Toda su prédica estuvo impregnada de ese mensaje liberador del egoísmo, la avaricia y la ambición. Por esa práctica entró en conflicto con los poderosos de entonces y fue perseguido hasta su muerte.
Encontrar a estos sectores celosamente católicos defendiendo con pasión digna de los más elevados objetivos éticos y morales el derecho absoluto a la propiedad privada, sin reflexión, sin la menor concesión al análisis es una intolerable declaración de hipocresía y cinismo en la práctica de la fe. Un farisaísmo desgraciadamente menos culto y más vulgar que aquél que llevó hasta la muerte de cruz a Jesús. Las exigencias de Jesús a sus seguidores es total, tanto en la conversión radical y personalísima al pecado del egoísmo como a la construcción del nuevo reino. El episodio del joven rico no puede ser más dramáticamente elocuente. Un joven que todo lo hace bien es colocado ante la última gran exigencia de Jesús para aceptar su seguimiento: “Anda, vende todo lo que tienes y repártelo entre los pobres…”. El joven, porque tenía mucho dinero, bajo la cabeza y se fue. No fue admitido al seguimiento de Jesús. ¿Cómo pueden hoy quienes se conciben a sí mismos como cristianos reivindicar, gritar y hasta luchar por el derecho absoluto de estos epulones y seguir mirándose a un espejo sin que se les caiga la cara de vergüenza?
No tendrían estos farsantes de la fe que profundizar mucho si quisiesen abrevar en la fuente original del proyecto humano y social de Jesús y los cristianos. ¡Nada de profundos estudios teológicos o cristológicos!. Sólo una pasadita por Hechos de los Apóstoles (Hc. 5, 32-35), porque allí encontrarán la sociedad que quería Jesús y la que demanda de sus seguidores. Allí encontrarán un grupo humano viviendo conforme a esos principios. Sólo tendrían que cotejar y comparar actitudes. Si lo que se hace hoy no les gusta, les da nauseas y les repugna, ¿cómo pueden tolerar las exigencias de aquel pobre de Nazareth que les demandó la sociedad de hermanos allí presentada?. Si les horroriza que un terrateniente con 185 mil hectáreas (espacio mayor al Estado Vargas), pueda ser “tocado” ni con el pétalo de una rosa en beneficio de miles de familias campesinas desposeídas, ¿cómo pueden aceptar esto y llamarse cristianos?: “La multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba suyo lo que poseía sino que todo lo tenían en común…. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que tenían campos o casas las vendían y ponían el dinero a los pies de los apóstoles, quienes repartían a cada quien según sus necesidades”. ¡Admirable el paralelismo que guarda la última frase con la propuesta de Lenin!: “A cada quien según sus necesidades, de cada quien según sus posibilidades”. ¡Pero…¡bendito sea Dios!... como les horroriza el comunismo!. ¡Farsantes! ¡Fariseos hipócritas, que dicen amar a un Dios que no ven y desprecian al hermano –imagen de Dios- que tienen a su lado!.
¡HUGO PARA TODOS Y TODOS PARA HUGO!
¡LA BARRICADA SÓLO TIENE DOS LADOS.!
Esta nota ha sido leída aproximadamente 4921 veces.