Primavera silenciosa


Con este sugestivo título Rachel Carson (1.907-1964) llamada “La Heroína del Ambientalismo” publicó en 1962, justamente dos años antes de morir, este interesantísimo libro considerado una referencia obligada del ambientalismo mundial, y uno de los mejores 100 libros de ciencia del siglo XX.

Rachel Carson, nace en Pensilvania, estudia literatura inglesa y biología, llegando a convertirse en una referencia mundial, por ser pionera en comenzar a develar los secretos de la contaminación, destrucción de la naturaleza y todo tipo de ser vivo, con la aplicación y uso abusivo de los plaguicidas, fue responsable con sus investigaciones, de obligar al gobierno norteamericano a tener que decretar la eliminación y uso del famoso DDT; de todo su bagaje de conocimientos, mas la finura para escribir, le permitieron dejarle a la humanidad su obra clásica “Primavera Silenciosa” fue considerada por grandes grupos de investigación, institutos y laboratorios como una mujer de pensamiento avanzado, la llegaron a llamar “una artista de la escritura científica” vislumbrando el futuro borrascoso de la humanidad, si seguía la ruta del uso incontrolado y desenfrenado de los plaguicidas en la agricultura.

Fue inspiradora de las luchas que emprendieron los grupos ecologistas y ambientalistas en el mundo, los cuales han ido adquiriendo mayor reconocimiento internacional; dejó una fuente inagotable de información y tareas pendientes que otros grupos de investigación continuaron, y hoy, hay abúndate literatura gris sobre el tema como ese otro libro “Nuestro Futuro Robado”
Esta apología viene al caso, porque ha sido un espejo todo lo que Rachel Carson y los nuevos investigadores han demostrado con el problema que han representado y representan el uso abusivo de los plaguicidas, llegando a exterminar especies vegetales y animales (Flora y Fauna) siendo las consecuencias de las grandes transnacionales que han tenido dinero y poder, para vilipendiar y desvirtuar las serias investigaciones y los honorables investigadores, el dinero ha podido más que la razón.

El desarrollo de la agricultura ha pasado por diferentes etapas, teniendo una mayor connotaciones en los últimos 50 años la llamada Revolución Verde, que no fue otra cosa, que los países desarrollados promovieron una agricultura intensiva con uso elevado de insumos como las semillas certificadas o hibridas, fertilizantes, pesticidas, riego y arado, sin medir las consecuencias porque solo les interesaba y les sigue interesando la venta multimillonaria de sus productos, justificándolo con el “incremento de la producción que demanda la población” siendo una mentira del tamaño de una catedral, pues siguen habiendo mas de un mil millones de personas en el mundo, que se acuestan diariamente sin llevar un bocado de alimento a su estómago.

Venezuela lógicamente no ha escapado a esta agricultura “Moderna” porque siempre las transnacionales han tenido aquí sus ventrílocuos, convertidos en vendedores de productos químicos, o más bien vendedores de la muerte por kilos y litros.

De manera que al modelo agrícola venezolano lo atrapó esta plaga mundial, que no teniendo permiso para vender esos productos en sus países de origen, han mudado sus fábricas a terceros países, con el cuento de las “Inversiones extranjeras” y allí pululan y prosperan a las anchas, con la complicidad pública y privada, sin importarles el impacto ambiental que causan y aquí venden la muerte en tarritos o bolsas.

Ha sido y es muy preocupante esta situación de aplicación y venta para la agricultura de plaguicidas altamente tóxicos, desde el punto de vista de salud pública y los daños colaterales a la flora y fauna, hay instituciones e investigadores que han apuntado hacia este problema con poco éxito, porque ha habido también un Estado que no enfrenta el problema de salud y ambiente con entereza y dignidad, como por ejemplo apoyando a los sectores públicos y privados que tienen interés y obligación para desarrollar productos químicos de bajo nivel de contaminación y toxicidad, utilizando la “Química Verde”

La comida que nos llega a la mesa lleva consigo trazas exageradas de productos químicos; lo cual debería haber prendido desde hace mucho tiempo las alarmas ya que en los años 80, La Universidad Central de Venezuela, en su facultad de agronomía en Maracay, realizó una investigación, en la que encontraron trazas de insecticidas organoclorados y organofosforados en la leche materna de un grupo de madres que estaban amamantando a sus recién nacidos.
Con estadísticas oficiales del MAT y cálculos propios, se ha podido cuantificar la agricultura del municipio Jauregui, por ser esta la de mayor referencia regional, debido a su alta producción de hortalizas y papa, y los guarismos indican que se consumen por año, unas 145 toneladas métricas de pesticidas y unas 4 mil toneladas de fertilizantes.

¿Y qué indica todo esto hoy? ¿En qué ha cambiado esta agricultura intensiva y utilizadora de altas dosis de productos químicos en los últimos 30 años? Sigue la agricultura venezolana funcionando bajo esos parámetros de gravedad insospechable para la salud del pueblo, deben abrirse líneas estratégicas de investigación sobre estos menesteres, para que no nos siga atrapando esta Primavera Silenciosa.




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Juan Alberto Sánchez García


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