A comienzos de año (15 de enero de 2007), se publicó un artículo en aporrea denominado “Planes de Siembra y Los Consejos Comunales”, un poco orientando cómo apreciamos de dónde y cómo deben originarse los planes de desarrollo comunitario en las áreas rurales. En esta ocasión se aborda el tema en la concreción de la relación entre la salud animal, el Ministerio de Agricultura y Tierras (MAT) a través del Servicio Autónomo de Sanidad Agropecuaria (SASA) y Los Consejos Comunales.
El MAT
El MAT es una institución que ha cambiado su denominación y siglas en el proceso revolucionario, no obstante de haber experimentado poco avance en el problema medular de una revolución, que implica cambios en la relación institución-poder popular; en la democratización del saber, haber y hacer; en los modelos o sistemas de producción generados en los centros hegemónicos y replicados en países del tercer mundo; en las relaciones de producción.
Desde esta institución se debe encauzar y facilitar un proceso de emancipación popular que debilite los lazos de dependencia económica de países extranjeros y que a la vez, vaya rompiendo con la dominación cultural e intelectual, reproducida desde los centros del saber (universidades, tecnológicos, centros de investigación), profundamente penetrados por las corporaciones transnacionales y nacionales, y cuyos productos (profesionales y técnicos) pasan a engrosar las filas de la resistencia institucional cientificotécnica contra el proceso de transformación del modelo y relaciones de producción agrícola, que exige nuestro pueblo.
Por tanto no solo se trata de hacer modificaciones en la arquitectura institucional, sino en avanzar hacia la superación del coloniaje ideológico anidado en todas las instituciones y democratizar las nuevas relaciones con el pueblo. Superar la excluyente y despreciable relación Sujeto-Objeto propia de la tecnocracia y el reformismo.
Dar la lucha ideológica desde las instituciones penetradas es un campo de batalla adverso y hostil para el progreso de la revolución. Ante esta adversidad, es deber de la revolución involucrar al poder popular para que vaya apropiándose de los procesos legales, técnicos, etc., y vaya empujando, facilitando y generando propuestas de modelos endógenos de producción y nuevas relaciones con las instituciones (Sujeto-Sujeto o mandar obedeciendo).
Los revolucionarios estamos obligados constitucional y estratégicamente, a propiciar, facilitar y fortalecer los instrumentos de participación y protagonismo pertinentes, para avanzar en el proceso de emancipación y ruptura con el tutelaje institucional que demanda bienes y servicios de las transnacionales, que limitan el logro de la soberanía agroalimentaria.
El SASA
El SASA debe ser la instancia estructural más profundamente penetrada por los laboratorios, compañías transnacionales y nacionales, pues es desde allí donde se demandan los productos y tecnologías de las compañías y se otorgan las autorizaciones para su comercialización y uso.
Además es desde donde se arman los planes que bajo su concepción tecnocrática y alienada, se legitima y legaliza el uso de productos que atentan contra la humanidad y el ambiente.
Su concepción es tecnocrática, donde predomina el abordaje reduccionista de lo técnico de la salud vegetal y animal, ignorando los factores sociales, culturales, ecológicos, políticos involucrados en el desarrollo rural integral.
Lo social solo se limita a una clasificación de los productores en grandes, medianos y pequeños basados exclusivamente en el número de animales, de hectáreas, grado de tecnificación como mecanismo que muchas veces, sirve para acentuar la exclusión y el fortalecimiento de la injusticia en el campo.
Las áreas de competencias del SASA–Animal (bovino) fueron desmanteladas bajo la influencia neoliberal de minimizar la acción del estado. Fueron reducidas prácticamente a la permisología de bienes y servicios transnacionales; a unas campañas de vacunación; a la certificación sanitaria; movilización de semovientes y subproductos a nivel nacional e internacional; y una serie de trámites burocráticos que propician la corrupción lejos de proteger la salud animal.
Los planes sanitarios se redujeron a simples campañas de vacunaciones, desapareciendo el control de vectores, las pruebas diagnósticas, el manejo de programas genéticos y reproductivos, entre otras.
Estas campañas de vacunación son concebidas y rígidamente cumplidas, desde la verticalidad institucional para todo el país, sin tomar en cuenta la realidad local y la participación de los sujetos.
El SASA y los Consejos Comunales
Los revolucionarios estamos obligados a impulsar y fortalecer los espacios de participación del poder popular, en esta etapa son los consejos comunales, para que desde allí se faciliten los procesos formativos y organizativos para el empoderamiento del pueblo.
Los productores rurales deben organizarse localmente, transformarse en sujetos y por medio de su vocería formar parte del consejo comunal, para desde allí ir canalizando el proceso formativo necesario para generar propuestas agrícolas emancipadoras.
Partiendo de lo que debería practicarse en un consejo comunal, hay aspectos ideales que generarían verdaderos y pertinentes programas sanitarios: la historia local, el diagnóstico participativo, el presupuesto participativo y el plan de desarrollo comunitario.
A través de la historia local se pueden detectar desde el punto de vista sanitario, eventos, factores, condiciones, que han propiciado la aparición de enfermedades, endemias, focos, etc. Las medidas de manejo ancestralmente practicadas, qué cambios ambientales han generado efectos sobre las poblaciones animales tanto domesticas como silvestres. Qué tipo de enfermedades, a qué especie ataca, en qué época del año, se han presentado problemas sanitarios. Qué tipo de explotaciones se practicaban en la comunidad, fueron impuestas las explotaciones en la localidad, como tradicionalmente ocurre con las granjas avícolas y porcinas. Aspecto fundamental las practicas culturales en el control de enfermedades, hábitos de consumo, patrones alimenticios, etc.
El diagnóstico participativo involucra a los productores convertidos en sujetos para inventariar sus parcelas, sus condiciones agroecológicas, producción y demanda local, cuántos son, qué rubros producen, cuántas hectáreas, como son sus suelos, qué plagas y enfermedades los azotan, cómo las controlan, etc.
Participando en el presupuesto participativo pueden lograr aspectos que beneficien el control sanitario, como campañas contra la brucelosis, tuberculosis que pueden estar afectando la salud pública comunitaria, desarrollo de infraestructura, canales, vialidad, diques, cloacas, etc.
Basado en el conocimiento de su realidad se elabora la propuesta de desarrollo comunitario local, es decir el verdadero desarrollo endógeno. De aquí se demandarán los programas y planes sanitarios pertinentes a las necesidades de la realidad productiva local, que acompañados con médicos veterinarios oficiales y en ejercicio libre, formularan, elaboraran, ejecutaran y evaluaran los programas y planes sanitarios basados en la auténtica epidemiología local y sus sistemas de producción. Los consejos deben conformar sus comités agrícolas y por medio de sujetos de la comunidad, seleccionados para su formación como guardianes sanitarios, paramédicos encargados de la primera línea de asistencia sanitaria, con conocimientos en medicina veterinaria preventiva, inseminación artificial, manejo de registros, primeros auxilios, vacunación, etc. Estos comités agrícolas deben encargarse no solo de las actividades concernientes a la sanidad animal, sino involucrarse en todo lo que tiene que ver con asuntos agrícolas, tenencia de la tierra, planes de siembra, movilización de productos, seguridad agroalimentaria, abastecimiento, por solo nombrar algunos. Junto a los conuqueros, campesinos, productores, el consejo comunal, el SASA, el MAT planifican los programas sanitarios, los planes de siembra, en fin las políticas públicas y jerarquizan localmente los sujetos susceptibles más urgentes a la asistencia y apoyo del estado.