Mientras la tasa media de ganancia rige para las empresas de mediano y alto giro económico, el comercio menor y detallista de pequeña escala suele carecer de competencia y en consecuencia sus precios al consumidor local son de naturaleza especulativa.
La excusa de este pequeño comerciante ha sido siempre la pequeñez de su capital aunada a sus pretensiones de recibir ganancias absolutas suficientes para ir haciéndose rico. Sin embargo, ese pequeño capital es rotado diariamente y hasta dos veces por día con lo cual aquella excusa se derrumba.
Efectivamente, la mayoría de los bodegueros, panaderías y carnicerías de pequeña escala tienden a caracterizarse porque sus dueños terminan comprando las casas vecinas a su pequeño negocio. ¿Cómo explicar que teniendo clientelas tan pequeñas-no pasan de 200 metros a la redonda-terminen acumulando tanto dinero en tan corto tiempo? La especulación y negocios afines dan la respuesta[1].
El factor espacio-tiempo es aprovechado máximamente ya que para comercios más alejados sus clientes se verían obligados usar ropa y calzado de salir, cosas así, mientras que a la bodeguita puede ir su pequeño hijo o ella hasta con sus mismas prendas caseras.
Como la clientela es pequeña en número no invita a la competencia y entonces la bodeguita asume el control en forma monopólica.
[1] De niño conocí a un comerciante muy diligente; con él aprendí a manejar los "palotes", además de la numeración arábiga. Comenzó en un local anexo a su casa que hacía esquina. Terminó adquiriendo la esquina de enfrente y agrandó su bodeguita; luego la tercera esquina, la cuarta y otras casas anejas, además de terrenos a media cuadra y otros inmuebles cercanos. Toda esa riqueza la logró vendiendo 4 k de carne, cereal y hortalizas, cosas así. No visitó jamás a ninguno de sus vecinitos que fungieron de clientes, gentes pobres por excelencia. Los palotes son números parecidos a los que luego de unos 60 años conocí, mutatis mutandis, como código de barras, por su aparecido gráfico.