Intuyo que no hubo nada casual durante el colapso del sistema de puntos de venta en todo el país, el viernes. El mismo comunicado de Credicard me pareció una admisión de culpabilidad, pues, sólo ofrece disculpas quien está consciente de haber incurrido en alguna pena. De lo contrario, en lugar de disculpas, hubiesen sido suficientes explicaciones detalladas y técnicas de las razones de la endemoniada "falla". ¿Cierto?
Intuyo, también, que en medio de ese pandemónium no estuvo ausente el factor político. El grupo D’Agostino es el amo y señor de la administración de los servidores que contienen los datos de respaldo de Credicard. Sí, leyó bien: D’Agostino, que es lo mismo decir Diana D’Agostino, que es lo mismo decir Henry Ramos Allup.
Y si de Credicard se trata, es un emporio en el que resaltan nombres como el de Roberto Smith, privatizador de la CANTV durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez en su segunda versión, y el de Arturo Ganteaume, quien en 2005 fue imputado "junto a otros 19 banqueros por la comisión de los delitos de defraudación y actos violatorios a la ley", dice www.misiónverdad.com.
"Asimismo ha llamado la atención que aunque Credicard cuenta con al menos tres centros alternos de operación no fue activado ninguno oportunamente para superar exitosamente los perjuicios derivados de la falla", relata el portal de investigación www.latabla.com.
Tenemos entonces al menos dos hipótesis: lo sucedido fue un globo de ensayo para medir la capacidad de respuesta del Gobierno y al mismo tiempo evaluar posibles fallas en aras de ajustar una nueva intentona, o fue parte de una operación que al ser develada quedó como un hecho aislado para proteger el resto del propósito de ese día. En lo particular me sumo a esta última tesis y sostengo que el comunicado de las disculpas se erigió, en consecuencia, como el plan B de una maquiavélica operación contra la Revolución.
Por cierto, este domingo, con los mercados hasta los tequeteque, las tarjetas de débito pasaban a millón como nunca antes lo había visto. Qué casualidad ¿verdad?
¡Chávez vive…la lucha sigue!